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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Junts per Catalunya: Trias y Madí, nada es lo que era

La idea del alcaldable de crear su cocina de autor en el partido independentista está fracasando y corre el peligro de acabar en menú adocenado

Junts per Catalunya
El candidato de Junts a la alcaldía de Barcelona, Xavier Trias, durante su participación en una conferencia coloquio organizada por el Círculo Ecuestre de Barcelona.Andreu Dalmau (EFE)
Francesc Valls

Que el espacio convergente ya no es lo que era se pone de manifiesto día a día. La imagen de orden y la jerarquía han dado paso a la de caos. El partido sucesor, Junts per Catalunya, lucha denodadamente por ser referente de las gentes de orden a través de destacados miembros como su alcaldable Xavier Trias -que trata de venderse como gradualista moderado- o el exconsejero de Economía Jaume Giró, que exhibe sus habilidades como mercader de pactos incluso en Madrid, ciudad al que el canon de Junts atribuye el papel de capital del país opresor. A ambos les resulta una tarea titánica abrirse camino entre el griterío en torno a la expresidenta del Parlament, Laura Borràs, o a la eurodiputada Clara Ponsatí, que no milita en el partido pero sí en ese magma al que la condenada Borràs, el abogado Jaume Alonso Cuevillas y otros allegados llaman movimiento de liberación nacional. Así que mientras unos tratan de tejer complicidades de día, otros las destejen de noche. Y ello hace estéril la pretensión de dar una imagen moderada, de acuerdo con la tradición histórica y la voluntad de recuperar las esencias del pujolismo.

Para añadir más leña al fuego, hace unos días el juez Joaquín Aguirre, titular del juzgado de Instrucción número 1 de Barcelona, decidió archivar una de las causas contra David Madí, exmano derecha de Artur Mas. Nadie hasta ahora había puesto de manera tan evidente, negro sobre blanco, la incapacidad de influencia de un hombre de negocios de la vieja Convergència. Pero el juez Aguirre ha sido categórico: lo que solía hacer Madí, ahora ya no puede hacerlo por más que lo intente. Los negocios cambian y no tener el poder desgasta hasta convertirte en insignificante, como convendría el difunto Andreotti. “No quiere decir ello que no lo intentara, pero sí que no debieron hacerle el menor caso”, afirma la interlocutoria al referirse a la indesmayable voluntad de tráfico de influencias. La descarnada frase del juez Aguirre es toda una síntesis de lo que fue y ya no es Convergència Democràtica a pesar del esfuerzo de sus sucesores.

A la irrelevancia del viejo sector negocios se suma el caos político. Ahí está la clamorosa invisibilidad de Xavier Trias en pleno marasmo Borràs-Ponsatí. Agazapado, el alcaldable de Junts aguarda tiempos mejores y lucha denodadamente contra la ley de gravedad, intentando hacer ver que no es de Junts. No es una táctica nueva. Ya en el tardofranquismo, el Partido Comunista hizo lo propio para convencer a la sociedad española de que la Junta Democrática -organismo de oposición a la dictadura- no estaba bajo su tutela.

La inhabilitación de Borràs y la intención de su grupo parlamentario de presentar una petición para reactivar los derechos de la condenada por prevaricación y falsedad, no ayudan mucho a mantener la imagen que pretende cultivar el candidato. Cada vez son más quienes dan por hecho que la Junta Electoral Central, conocida por polémicas decisiones anteriores, le retirará el acta de diputada a la presidenta de Junts. Ante este conato de desobediencia, ¿cómo queda Trias? Pues discretamente el exalcalde se manifiesta a favor “abrir una reflexión en el partido”. La tarea se antoja difícil en una formación en la que todo está reflexionado. Borràs sigue teniendo las mismas prebendas de las que gozaba como presidenta del Parlament: sueldo de 120.000 euros anuales, coche, despacho… el partido le ha montado un remake de Good-bye, Lenin! pero en el terreno material, porque en el espiritual, con la independencia-exprés, la vida interior es muy rica. Así que Borràs se siente como en casa, mientras Ponsatí no oculta su poco interés por el candidato Trias: “En las elecciones municipales, creo que me abstendré. Barcelona necesita una sacudida, pero ningún proyecto me ilusiona”.

Cierto es que el exalcalde de Barcelona tiene la agenda cargada cuando se trata de aparecer públicamente junto a Borràs o Ponsatí. Y amor con amor se paga. Pero su idea, como dice un exconvergente histórico, de crear su cocina de autor en Junts está fracasando y corre el peligro de acabar en menú adocenado. La intención de Trias de marcar distancias con el partido se ve torpedeada por la fuerza del guion de un partido al que su secretario general, Jordi Turull, intenta con éxito mantener a flote en las municipales mientras vive un pulso soterrado en su interior. Turull se resiste a romper amarras con Borràs y la guerra vuelve a evidenciarse con los nombres de las sustitutas en el Parlament. Mientras los de Borràs apoyan a la alcaldesa de Girona, Marta Madrenas; el aparato turullista mantiene el nombre de la primera edil de Vic, Anna Erra. Eso, claro está, si Esquerra y PSC permiten que la presidencia siga siendo coto del partido puigdemontista .

Al culebrón de Junts le quedan todavía muchos episodios y al ruido exterior hay que sumar que el exalcalde no es un hombre llamado a seguir la senda de la elocuencia de Aristóteles, Cicerón o Quintiliano, como muestra su desafortunada relativización sobre el impacto del vehículo privado en la contaminación el cambio climático. “No tiene nada que ver con el cambio climático lo de los coches”, no es ciertamente una frase para enmarcar. Así que mientras Trias amplia motu proprio su campo de minas, el PSC aparece en la guerra electoral contra Ada Colau -el gran objetivo a batir- como la opción de orden para el electorado. Es el partido que avala la ampliación del aeropuerto, la B-40 y el macro-casino Hard Rock. Los poderes económicos han superado sus reticencias iniciales hacia el candidato a alcalde Jaume Collboni. Trias es simpático, pero, en muchos aspectos, sigue alojado en la dimensión desconocida.

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