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política: izquierda
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Podemos camina sobre el alambre

La izquierda observa no sin inquietud cómo se desarrolla en Madrid una sorda batalla por el control del futuro sujeto político en vísperas a las elecciones municipales y autonómicas de mayo

Enric Company
Pablo Iglesias y Yolanda Diaz
Pablo Iglesias y Yolanda Díaz en el cierre de la campaña de Unidas Podemos antes de las elecciones a la comunidad de Madrid de mayo de 2021.Víctor Sainz

El alumbramiento de una confederación de izquierdas hispánicas aparece como la fórmula inexorable para la consolidación del espacio político cristalizado a partir de 2014 en torno a Podemos y sus confluencias. El parto de la nueva criatura política está resultando, sin embargo, extraordinariamente dificultoso. Todos los actores comprometidos en el proceso comprenden que se trata de una necesidad ineludible y, al mismo tiempo, sienten el vértigo propio de los grandes saltos a lo desconocido. Se trata de uno de esos momentos en que es necesario que lo viejo muera para que nazca lo nuevo.

Las gentes de izquierdas de toda España observan no sin inquietud cómo se desarrolla en Madrid una sorda batalla por el control del futuro sujeto, de la que todos los protagonistas comprenden que depende casi todo. Es decir, no solo la articulación del espacio político a la izquierda del partido socialista, sino también las posibilidades del conjunto de la izquierda para renovar la mayoría de gobierno en el parlamento español en las próximas elecciones generales.

Este es el contexto en el que se registran las resistencias de la cúpula madrileña de Podemos a integrarse en Sumar, el asidero lanzado por Yolanda Díaz para emprender la reagrupación de fuerzas en este espacio político. Pueden tener sus razones, pero los intereses de los renuentes no son más importantes que los de Compromís en Valencia, los de los Comunes en Cataluña, los de Mas País en el mismo Madrid, los de la Chunta Aragonesista, los del Drago en Canarias, los de Izquierda Unida, los del partido Verde e incluso los de las organizaciones regionales de Podemos.

El forcejeo de la cúpula de Podemos con Yolanda Díaz tiene una morbosidad añadida porque uno de sus protagonistas es nada menos que Pablo Iglesias, el líder surgido de las movilizaciones del 15M de 2011. Todo el mundo entiende que sobre la mesa está en juego, precisamente, la influencia que Iglesias y el núcleo dirigente que acaudilla vaya a tener en la futura organización de la eventual confluencia del ala izquierda de la izquierda, valga el juego de palabras. Iglesias actúa como el patriarca convencido de que es el autor de la fórmula del éxito de Podemos. Como si temiera que van a malmeter el invento si no le tienen suficientemente en cuenta o no se aceptan sus condiciones. Un poco como durante muchos años han actuado Jordi Pujol con Convergència y Felipe González con el PSOE. Razones no les faltan, pues todos ellos aplicaron efectivamente fórmulas que les reportaron grandes éxitos.

Desde la esquina catalana de este proceso la discusión se observa con un cierto disgusto. Los Comunes creen que el liderazgo más real y efectivo en Cataluña no es el de Iglesias sino el de Ada Colau, una figura que en este espacio político está fuera de discusión y actúa en sintonía con Yolanda Díaz. Pero sí inquieta una eventual incidencia negativa de la pugna, porque es un ruido que tiende a favorecer la desmovilización. Todo indica que el debate no se resolverá hasta junio, con los resultados de las elecciones locales y autonómicas del 28 de mayo a la vista. Pero el riesgo es que la presión de Iglesias sobre Díaz termine hartando incluso a su propia parroquia y el día 28 se convierta en un tiro en el pie de Podemos y de sus confluencias.

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