Sequía, jabalíes y conejos: la triple plaga que azota el campo catalán
Los sindicatos exigen ayudas frente a la escasez de agua para regar, menos burocracia e inversiones a largo plazo en control de fauna salvaje
“Te vuelves loco y no sabes cómo controlarlo. Hasta se me pasa por la cabeza vender la finca y mandarlo todo a la mierda”. Así vive el agricultor Josep Cabré la enésima incursión de conejos sobre sus 40 hectáreas de frutales de peras, manzanas y melocotones en la comarca del Segrià (Lleida). “La gente no lo entiende. Es como si en tu cuenta corriente viene un conejo cada año a quitarte 10.000 euros”. Esta es la cantidad que dedica cada año a repelentes, protecciones y reparaciones contra la plaga. Aún así, lamenta que estos animales destruyen cada campaña el 10% de sus árboles, un cultivo permanente que el seguro no le cubre.
Cabré fue uno de los más de 700 payeses que bloquearon con sus tractores el centro de Lleida el pasado 3 de marzo reclamando medidas urgentes para frenar la plaga. “Había compañeros muy nerviosos, algunos perdieron los papeles”, recuerda. Se arrojaron conejos a la sede del Departamento de Acción Climática. El sector agroalimentario, que representa el 16% del PIB catalán, enfrenta su próxima campaña de riego con una tormenta perfecta marcada por la sequía, que limita el agua disponible y agrava las plagas de fauna salvaje sobre los cultivos.
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— PepetHB (@PepetHb) March 3, 2023
La población de conejos ha aumentado en la provincia un 34% en un año, según el último censo realizado por la Generalitat. La directora general de Ecosistemas Forestales y Gestión del Medio, Anna Sanitjas, asegura que este mes entrará en vigor la declaración de emergencia cinegética en 65 municipios. Esta herramienta legal pretende eliminar trabas administrativas para la caza de estos animales, hasta eliminar 285.000 ejemplares en septiembre. Se han visto afectadas 86.000 hectáreas de cereales, 35.000 de frutales y 23.000 de forrajes según los últimos cálculos de la asociación Joves Agricultors i Ramaders de Catalunya (JARC).
Cabré lamenta que “la reproducción de los conejos es más elevada” que las medidas urgentes que la Administración aplica estas semanas como la instalación de jaulas o el pago de chips a hurones para la caza. Para él, el principal reto está en los cazadores: “No pueden hacer todo. Hay pocos y de avanzada edad. La administración tiene que formar a gente y tomarse el tema en serio”. Sanitjas admite que “más de la mitad de los 60.000 contabilizados en Cataluña están jubilados”, pero que trabajan para crear la figura del “cazador experto” en el medio plazo. Este contaría con formación específica para el control de la fauna salvaje como apoyo a los agentes rurales.
A no ser que llueva estas dos semanas, Martí Costal augura una mala previsión en la planificación de sus cultivos. Su comunidad de regantes le notificará a finales de mes de cuánta agua dispondrá. Este agricultor tendrá el riego agrícola en sus 15 hectáreas de frutales y cereales del Baix Ter limitado al 40% porque sus terrenos de Girona están afectados por la fase de excepcionalidad decretada por la Generalitat en las 15 comarcas de las cuencas de los ríos Ter y Llobregat y del acuífero Fluvià-Muga. Calcula que la anterior campaña, marcada por las heladas de abril y las altas temperaturas, cultivó un 20% menos. “Este año temo perder el 50%”. JARC asegura que “se avecina un verano muy duro” para miles de agricultores como Costal, marcado por la reducción de la producción o los cambios de cultivo. Si le sobra agua para sembrar cereales, él cambiará el maíz por el girasol o el trigo: consumen menos agua, pero son menos rentables.
Tanto el Govern como los cazadores apuntan a que la sequía es un agravante en la plaga de conejos de Lleida y en la de jabalíes en Girona, ya que se desplazan de las montañas porque no encuentran alimento ni agua. “Hay compañeros que en los últimos años han visto cantidades de jabalíes que no habían visto en su vida”, afirma Vicenç Armengol. Es agricultor de Canet d’Adri, una de las zonas con más densidad de este animal. Este pueblo gerundense forma parte del área de los macizos de Rocacorba y Gavarres donde la Generalitat ha aplicado la emergencia cinegética para abatir a 6.727 jabalíes hasta mayo y reducir su densidad en un 70% (de 16 ejemplares por kilómetro cuadrado a 5). Las poblaciones de jabalí han crecido este año en Cataluña una media de un 15%, hasta los 250.000.
Armengol calcula que ha perdido 9.000 euros en los últimos meses en 18 de sus 86 hectáreas de cereales. Después de ver “todo arrasado”, ha abatido por su cuenta a casi un centenar de jabalíes desde que se sacó el permiso de armas hace cuatro meses. “Tenemos derecho a defender nuestros campos. Una cosa es la caza por deporte, y otra que sobreviva la agricultura. Los cazadores están reventados, no puedes obligarles a que maten día a noche”. Aunque está en vigor el mecanismo de la emergencia cinegética, denuncia que “no puede haber tanta burocracia”. “Para una batida nocturna tengo que estar una semana pidiendo permisos y rellenando papeles. Llevo una década peleando con los jabalíes y con la Administración”.
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