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fake news
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El arte del ‘fake’

La mentira juega con la credulidad de quienes se la tragan y retrata y alecciona a los incautos

Retrato de Orson Welles en 1940.
Retrato de Orson Welles en 1940.ohn Springer Collection/CORBIS

Un fake es una mentira divulgada a modo de verdad. Se suele vestir de hecho insólito y juega con la credulidad de quienes se lo tragan. De carambola retrata a los incautos, los desenmascara y, de alguna manera, los alecciona. Ahora que, según dicen, vivimos en la era del fake, veamos como también configura un género que podríamos llamar artístico, porque se necesitan ciertas cualidades para fakear con clase.

Hay fakes famosos. El 30 de octubre de 1938, Orson Welles y el Teatro Mercury de Nueva York adaptaron La guerra de los mundos (novela de ciencia ficción de H. G. Wells) para la radio. Se inventaron un noticiario en directo. Y, a pesar de la introducción, en la que se explicaba que aquello era una dramatización, una parte de la gente sintonizó tarde y creyó que la Tierra estaba siendo realmente invadida por extraterrestres. Se desató un pánico muy norteamericano, con el colapso de los teléfonos de la policía y de los periódicos. Al poco tiempo se supo que era una bola y las aguas volvieron al río, aunque al día siguiente la gente exigía el cuello de Orson Welles. Y él pidió perdón, en aras de una broma de Halloween.

El fake desarma. Y demuestra. Si en Nueva Jersey picaron, eso dejaba a los crédulos como un grupo de paranoicos de pocas luces. Y a nadie le gusta que le tomen el pelo, porque a nadie le gusta ser el hazmerreír. En las comarcas gerundenses también hay artistas del fake. Hace unos años, un vídeo filmado en Campdevànol se hizo famoso (es decir, la gente cayó de cuatro patas), e incluso dejó en evidencia algunos medios del país. Colgado en Youtube, se veía a unos catalanes que de noche encontraban un ángel caído en bosque, un ser terrorífico. Después se supo que era la campaña publicitaria de un equipo liderado por David Resplandí. La empresa que les contrató les pidió (me parece que de rodillas) que desmintieran la noticia.

Una vez desvelado, el fake provoca inquietud. Nos demuestra que nuestra entereza y nuestro raciocinio penden de un hilo. Se nos puede convencer de casi cualquier cosa, si quien mueve los hilos sabe presentarla verosímil. Los milagros y los que viven de ellos funcionan más o menos igual. Y luego está el fake que sirve para convencer, sí, pero con la intención de no desmentirse jamás. En noviembre de 1923, Josep Pla y Eugeni Xammar se inventaron una entrevista con Hitler. Desdoblada, la publicaron en La Veu de Catalunya y en La Publicitat, con el objetivo de presentar a Hitler como un muñeco alborotado y de prevenir a la humanidad. Ya saben que no funcionó del todo.

Termino con otro fake: a finales de los años sesenta, mi padre se inventó una entrevista con Josep Pla y con su permiso. Publicada en el Tele/Estel, le hacía decir al de Llofriu que Baltassar Porcel era el mejor escritor del momento. Días más tarde, Pla recibía una carta encendida de Porcel, donde el mallorquín se licuaba de gratitud. A mí me consta que el día que Porcel entraba en la tumba todavía se lo creía.

Adrià Pujol Cruells es escritor y antropólogo

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