El despertar de la resaca del ‘procés’
A la pregunta “¿Cataluña será independiente?”, las respuestas fueron opuestas. Y así la oportunidad de conseguir la sede de la Agencia Europea del Medicamento se lanzó a la papelera de la historia
Fue durante la visita definitiva del director de la Agencia Europea del Medicamento (AEM). Reunión en la Torre Glòries, donde estaría la AEM si fijaba su sede en Barcelona. La candidatura estaba bien armada, contaba la complicidad del sector privado y de centros de investigación consolidados. En teoría las tres administraciones (el Ayuntamiento, el Govern y el Gobierno) remaban en la misma dirección, como seguían haciendo, a pesar de la creciente tensión, en el Mobile World Congress. El responsable de la Agencia Europea del Medicamento no podía disimular su entusiasmo contemplando la ciudad. Entonces hizo la pregunta. Lo acompañaban tres personas, como en el chiste. Una ministra, un consejero, un alto cargo del Ayuntamiento. “¿Cataluña será independiente?”. Las respuestas fueron opuestas. Y así la oportunidad de conseguir la sede se lanzó a la papelera de la historia.
En aquella ocasión no estaban presentes representantes del potente sector de la industria biomédica, a quienes luego les tocaría asumir con desazón que sobre todo los dirigentes políticos habían malbaratado un catalizador para regenerar el modelo de desarrollo en Cataluña al sincronizarlo con la economía innovadora.
Pocos ejemplos como esa escena son tan significativos del coste de oportunidad que el procés ha representado desde hace una década. La lista de ejemplos es larga y no incluye solo la desbandada de sedes sociales en 2017. Implica también a las administraciones porque también son y deben ser un motor económico, y aquí se ha averiado.
Lo demuestra también el gatillazo de la candidatura para los Juegos de Invierno de 2030. Años de trabajo, miles de euros invertidos, horas de reuniones de alto nivel y en la recta final un trabajo silencioso del Cercle d’Economia para tejer una red favorable a la nominación. Pero nada. Un caso más en el que el enquistamiento de la crisis territorial española ha acabado por imposibilitar una iniciativa discutible, pero al fin y al cabo un proyecto suficientemente ambicioso como para generar una ilusión que ayudase a acabar con la paralizante resaca del procés.
Durante los últimos años el sistema institucional de la economía privada catalana se ha desarrollado en el procés y, como toda su sociedad de referencia, quedó atrapado en su resaca. Pero la crisis que se avecina va imponiendo la conciencia del fin de ciclo, de modificar prioridades, de repensar la función de lo público como agente emprendedor.
De manera directa lo planteó en una junta del Cercle d’Economia el directivo más brillante que ha trabajado en Cataluña y que ya se marchó. “¿Por qué no dejamos de hablar de política y empezamos a hablar de economía?”, preguntó Luca de Meo cuando aún presidía Seat. La respuesta podría empezar a elaborase en viejas y nuevas instituciones de ese sistema en las que hoy el relevo generacional hace que convivan empresarios de familias históricas con hombres y mujeres de la nueva economía.
Ojalá sea un síntoma del cambio de paradigma. Hace unas semanas el cargo más destacado de la organización de la Copa del América de Vela navegaba con políticos por el Puerto de Barcelona. Se entusiasmó. Había sido la asociación privada Barcelona Global quien había creado las condiciones económicas y relacionales para que la candidatura tuviese éxito. Nadie lo estropeó.
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