8.000 candidatos para ser trabajadores municipales en Barcelona: “Un empleo estable en el sector público es lo mejor”
El Ayuntamiento de la capital catalana celebra las pruebas de acceso a su bolsa de trabajo en 33 categorías: había cerca de 16.000 inscritos y se presentaron la mitad
Filas y filas de mesas perfectamente ordenadas en horizontal inundan los inmensos pabellones del recinto Gran Via de Fira Barcelona en L’Hospitalet de Llobregat desde primera hora de la mañana de este sábado. Sin levantar la vista del pupitre y con poco más a su mano que un lápiz y una botella de agua, cerca de 8.000 personas miran absortas un test psicotécnico, la primera de las pruebas de acceso a la bolsa de empleo que ha convocado el Ayuntamiento de Barcelona. En el horizonte, una plaza de interino que, si bien no es la fija que otorga una oposición, abre la puerta al sector público. Se inscribieron cerca de 16.000 personas, aunque finalmente se ha presentado la mitad.
Las pruebas son similares para todos puestos de trabajo. Se trata de un test psicotécnico, un examen de ofimática, otro de idiomas y un test de personalidad. Luego, más adelante, también tendrán que someterse a una entrevista competencial, ahí sí, ante un técnico especializado en la disciplina para la que se postulan, explica Javier Pascual, gerente de Recursos Humanos del Ayuntamiento. “La bolsa servirá para cubrir necesidades que se producen de forma habitual en los servicios municipales. Cada año sustituimos unas 200 o 300 personas. Hay bolsas que ahora tenemos vacías, como las de trabajo social o derecho”, apunta el alto cargo.
Todo está medido y milimetrado. Hasta los aseos a los que pueden ir los candidatos, divididos en varios sectores dentro de los grandes pabellones. Hay espacios reservados para lactantes y embarazadas y pruebas adaptadas en un espacio de la facultad de Derecho de la Universidad de Barcelona para personas con discapacidad. En un documento de seis hojas, la organización informa de todas las indicaciones que deben seguir los participantes en la prueba, desde las medidas sanitarias para prevenir la covid hasta la operativa del examen o los objetos permitidos sobre la mesa: nada de relojes inteligentes ni aparatos electrónicos; solo lápiz, goma, sacapuntas, DNI, agua, gel hidroalcohólico, un paquete de clínex y, a lo sumo, un reloj analógico. Para aprobar es preciso superar el examen psicotécnico y sacar un dos sobre 10 en el de ofimática, aunque luego, el acceso a una plaza dependerá de las necesidades del Consistorio en cada categoría y la posición del participante en la bolsa: “Si sacas un cinco, puedes estar aprobado, pero igual no te llegamos a llamar nunca porque todos los demás han sacado mejor nota y estás al final de la lista”, especifica Pascual.
Cada uno tienes sus razones para presentarse, pero todos los consultados coinciden en que la bolsa es “una oportunidad” en tiempos de inestabilidad en el mercado laboral. Algunos van a probar, a ver qué pasa. Para los que ya tienen trabajo ahora mismo, es también un plan B. O “un comodín”, dice Joan Sieira, de 48 años: “Yo ahora mismo estoy de baja y pensé en probar. Es un comodín: si me llaman y en ese momento no tengo trabajo, será una buena estrategia”. Laura Ruiz, de 35 años, resuelve tajante: “Vengo porque un trabajo estable en el sector público es lo mejor, mejor que en el sector privado”.
Con todo el mundo sentado en torno a las 10 de la mañana y la prueba psicotécnica ya sobre la mesa, el silencio invade los pabellones. Apenas se oye algún carraspeo y los pasos de los técnicos municipales que merodean entre las mesas para vigilar el cumplimiento de las normas. La hora aproximada del fin de la prueba es las dos de la tarde. Salir demasiado pronto es mala señal.
El psicotécnico, que consiste en varias preguntas de comprensión lectora, ubicación espacial, orientación y completar series de figuras, entre otras cosas, tiene un tiempo limitado de 50 minutos y ya se ha cumplido. Un joven se asoma, teléfono en mano, a la salida del recinto. Se llama Carlos, cumplió el viernes 24 años y tiene la carrera de Periodismo. Aspiraba a un puesto de técnico de información, pero el tiempo le ha jugado una mala pasada en la primera prueba que, de facto, es eliminatoria: “No pude poner las soluciones en la hoja de respuestas”, lamenta el chaval, que tenía las respuestas apuntadas en el cuadernillo del examen y reconoce que la prueba “era muy fácil”. Pero si la solución no está marcada en la hoja de respuesta, no es válida.
Un goteo de candidatos sale poco a poco del recinto de Gran Via. Demasiado pronto también. “Fatal, me ha ido fatal. Es la primera vez que hago un test psicotécnico y me pareció muy difícil. Estoy acostumbrada a exámenes de desarrollo y me vi muy torpe”, lamenta Inés S., de 47 años y aspirante a un puesto de psicóloga de servicios sociales. Ella tiene trabajo como orientadora laboral, pero esta bolsa era una oportunidad: “Estoy temporal. Tengo un buen trabajo, me gusta, pero no soy indefinida y con tanta precariedad, pensé que era buena idea tener otra cosa”, sonríe.
Más aireadas salen las hermanas Mónica y Núria, de 27 y 23 años. Se han presentado las dos —una para gestora y otra en la categoría de ingeniería— y su padre, que prefiere no dar su nombre. La hermana mayor ya trabaja en el Ayuntamiento y le dijo a la pequeña que se presentase, que era una buena opción para llegar a ser funcionaria y dedicarse a la ingeniería de obras públicas, que es lo que había estudiado, relata Mónica. Pero los tres han salido muy temprano, apenas tras terminar el test psicotécnico: “No nos han avisado del tiempo y de que en esos 50 minutos tenían que estar las soluciones sobre la hoja de respuestas. Ha habido falta de información. No se ha hecho un protocolo adecuado. Hemos intentado hablar con la coordinadora, pero era un frontón”, protestan. La quejas por no avisar del tiempo que faltaba para el fin de la prueba han sido recurrentes entre algunos participantes.
También el tiempo le ha jugado una mala pasada a Victoria García, de 39 años, que tiene un trabajo “precario”, asegura, y aspiraba a un puesto de gestora. “Me presentaré en el futuro. Con un reloj, eso sí”, bromea a la salida del recinto. Algunos están ya bregados en estos exámenes, como, Lorena Spinola, de 45 años, que ya se ha presentado tres veces a la bolsa municipal: en la primera no aprobó; en la segunda, sacó todas las pruebas, pero claudicó en la entrevista final; y en esta tercera, tampoco ha habido suerte con el test psicotécnico: “Cuando vi que no alcanzaba la mitad de las respuestas, me fui. No tenía sentido seguir. No creo que me vuelva a presentar: llevo muchas bolsas y esto da mucha pereza ya”.
Ventea con fuerza en los alrededores del recinto de Gran Via. Una joven sale apresurada buscando un aseo y, sin dar su nombre, explica atropellada que, cuando vio que no había superado el test psicotécnico, se ha “desmoralizado”. Demasiadas cosas que afrontar, lamenta: el trabajo, el máster que está haciendo, las pruebas de la bolsa de empleo. No da abasto. “Así que he recogido mi dignidad y me he ido”, suelta lastimosa.
Dentro quedan todavía varios miles de candidatos lidiando con cuestiones de ofimática, como qué significa CTRL+C o algunas fórmulas del Excel, y los idiomas, que se valoran por primera vez “para favorecer el acceso de personas de origen diverso”, apunta el Ayuntamiento. En inglés, que es la convocatoria mayoritaria, un artículo del The Guardian evalúa la comprensión lectora y las competencias gramaticales. Pero también hay quien se ha presentado por italiano, alemán, francés e incluso siete personas por árabe. Nadie para chino y urdú.
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