Los Mossos, atrapados en la política
La policía catalana vive un nuevo escándalo con la destitución de Trapero y del jefe de investigación
Los Mossos d’Esquadra llevan desde octubre de 2017 atrapados en la política. El referéndum convocado en Cataluña supuso un misil en la línea de flotación de la policía catalana, que desde entonces no ha despegado. Ha tenido seis jefes policiales en poco más de cuatro años, casi tantos como responsables políticos de Interior (cuatro consejeros y un supervisor del Ministerio del Interior durante la intervención de la autonomía). El relevo, por segunda vez, del major Josep Lluís Trapero, acompañado de su jefe de investigación, ha desatado una nueva tormenta en el cuerpo policial, que acusa a ERC de practicar una “purga”.
El actual Departamento de Interior, dirigido por Joan Ignasi Elena, exsocialista muy cercano a Oriol Junqueras, se ha encontrado con una crisis abierta más profunda de lo que calculaba. Fuentes de Interior lamentan que la destitución de Trapero abra un cisma —el consejero deberá comparecer en el Parlament— nunca visto antes con el relevo de un mando policial. “Es muy legítimo cambiar al jefe del cuerpo”, reivindican, aceptando con normalidad que puestos técnicos estén sometidos a los vaivenes políticos. “No es la primera vez, siempre se aparta a personas”, defienden comisarios del cuerpo catalán, que también aceptan que los políticos ponen y quitan al jefe de los Mossos, y que este luego se rodea “de los suyos”.
Los relevos al frente de Interior apuntan a diferencias entre la dirección política y Trapero. Ambas partes admiten esa disparidad de criterio. Aunque el enfoque es distinto según quién lo cuenta. Interior veía a Trapero como un jefe de los Mossos cerrado, impermeable y desconfiado como nunca. Fuentes cercanas al ex alto mando atribuyen esas discrepancias a cuestiones técnicas. Ponen como ejemplo los desahucios, uno de los asuntos nucleares para el departamento de Elena. Los Mossos elaboraron un documento interno de cómo deben proceder ante un lanzamiento. En este, ERC quería que se explicitase que los antidisturbios no intervendrán de ahora en adelante. La jefatura policial de los Mossos alegaba que, como técnicos, si peligra el trabajo de la comitiva judicial, deben enviarlos, por mucho que también asuman que los desahucios son un problema social, no policial.
Pero el ambiente era gélido desde el inicio. El rumor de la destitución de Trapero empezó casi el mismo día que Elena pisó el Departamento de Interior. Una distancia palpable en el día a día. Trapero y el resto de la jefatura habían iniciado una serie de proyectos con el anterior consejero que se quedaron en el cajón. “Íbamos trabajando, sin un retorno de lo que hacíamos”, critican fuentes policiales. “No gustó su declaración en el Supremo”, según admiten fuentes del departamento. El major aseguró que tenía un plan para detener a los líderes del procés, entre ellos Oriol Junqueras, si así se lo ordenaban.
“Quieren una policía dócil”, añaden desde el entorno de los afectados por los cambios, como meollo de la cuestión. Insisten en que Trapero y su equipo se han negado a compartir información confidencial con los mandos políticos, incluso con el director de la policía, Pere Ferrer. “Hay cosas que no les toca tener”, aseguran. Y ponen como ejemplo autos judiciales o informes, ya sea de desahucios o de violencia machista. O de cosas más delicadas aún de compartir, como investigaciones en contra de la corrupción.
Eso afecta de lleno a la destitución de Toni Rodríguez, máximo jefe de investigación de los Mossos, el cambio más polémico. Implicado, casi desde primera línea, bajo su batuta se ha investigado a la presidenta del Parlament, Laura Borràs, acusada de trocear contratos; al exconsejero del Interior, Miquel Buch, por presuntamente enmascarar la escolta de Puigdemont en Bélgica con un contrato de asesor, y a cargos de la extinta Convergència por el caso 3%. Rodríguez pidió el amparo judicial para seguir investigando a Buch cuando este ejercía de consejero de Interior, para no ser relevado. Sintió la presión de sus jefes, aseguran fuentes policiales, cuando el máximo responsable del cuerpo era Eduard Sallent, un comisario que ha regresado a la cúpula de la mano del nuevo jefe, Josep Maria Estela.
El actual trío que dirige los Mossos, con Estela a la cabeza, Sallent y la intendenta Rosa Maria Bosch, niega cualquier intento de frenar investigaciones de corrupción política. Aseguran que la destitución de Rodríguez es por mala gestión del personal (“se puede ser el mejor cirujano, pero un mal jefe de hospital”, ejemplifican) y esgrimen como prueba en su defensa que la comisaría general de investigación, que dirigía Rodríguez, ha quedado en manos de su equipo. También niegan que su reubicación en un destino no acorde a su carrera policial (Rodríguez ha sido nombrado jefe de una comisaría de Mossos en Rubí, un municipio al norte de Barcelona) sea un castigo. Rodríguez dejó claro implícitamente a sus nuevos jefes que no deseaba Rubí, donde reside, como destino.
Todavía es una incógnita el futuro de Trapero. Con rango de major, el único y máximo galón en los Mossos d’Esquadra, no puede estar a las órdenes de ningún comisario. Elena pidió al major qué deseaba hacer, pero fuentes cercanas a Trapero consideran que es el Departamento quien debe decidir su destino. “Tienen un problema”, aseguran fuentes policiales, sobre la reubicación de Trapero. “Él irá donde le ordenen y obedecerá”, concluyen fuentes de su entorno.
El único superviviente del ‘procés’
Josep Lluís Trapero es el único jefe policial que ha sobrevivido al procés . Ni la Guardia Civil, ni la Policía Nacional ha mantenido en Cataluña a ninguno de los máximos mandos que sufrieron los peores días que se recuerdan en la relación entre los cuerpos policiales. “Hay secuelas”, explican jefes de los Mossos, para alegar que el major no debería haber vuelto a primera línea. Una mirada del pasado, esgrimen. Otros, en cambio, siguen viendo en Trapero una figura de autoridad, entregada a la policía catalana. “No hay nadie mejor que él en los Mossos”, repiten de un jefe carismático y con autoridad, en una policía pequeña, con una veintena de comisarios, muchos a las puertas de la prejubilación.
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