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La atunera que reaccionó a la pandemia y crece como nunca

La empresa catalana Balfegó abastece de atún rojo a una restauración lanzada

Marc Rovira
Ventresca de atún rojo de la empresa Balfegó.
Ventresca de atún rojo de la empresa Balfegó.

La empresa atunera Balfegó ha capeado el temporal económico provocado por la pandemia de coronavirus y cerrará 2021 con los mejores resultados de su historia. “Estamos vendiendo por encima de los niveles precovid”, afirma Juan Serrano, director general de la compañía. Serrano cifra en un 18% el incremento del negocio, y señala que la tendencia alcista no es circunstancial: “Vemos, con cierto asombro, que tras el verano el ritmo de ventas en la hostelería y la restauración se ha mantenido”. Afirma que el repunte se nota especialmente en el mercado español: “Es una locura. El aumento de ventas es mucho mayor que en otros países, la recuperación ha sido más rápida que, por ejemplo, en Estados Unidos”.

Balfegó, empresa familiar con sede en l’Ametlla de Mar, despacha cada mes 260.000 kilos de atún rojo premium. En 2019, el volumen era de 220.000 kilos mensuales. La escalada de su actividad es un fiable termómetro para medir el estado de salud de la restauración, ya que es ahí donde se concentran casi la totalidad de las ventas de la empresa.

Hace más de una década, Serrano fue el escogido por los primos Balfegó, Manel y Pere-Vicent —la quinta generación de una dinastía de pescadores— para pilotar el salto del negocio. La compañía viró su rumbo, orillando la dependencia casi total del mercado japonés, para convertirse en una enseña de las cartas de los restaurantes de gama media y alta.

Aquella apuesta fue arriesgada, porque el mercado asiático es un cliente fiable y solvente. “Los barcos cargueros vienen en otoño y se llevan el atún rojo pescado en el Mediterráneo en junio”, indica Serrano. El pescado se sacrifica y se carga en buques frigoríficos, a menos 70 grados, para emprender el viaje hacia los puertos nipones. “Vendíamos el 100% de los atunes a Japón, pero decidimos cambiar de estrategia y ahora es un mercado que no representa más del 20% para nosotros”, relata el directivo. La empresa logró romper la dependencia de un cliente exclusivo y pasó a controlar todos los pasos de la cadena comercial.

Cuatro millones de kilos

Balfegó pesca los atunes en junio, cuando está permitido, y los traslada vivos a sus granjas marinas de l’Ametlla. Allí los pescados se engordan, y se sacrifican y distribuyen según demanda.

Sobre el total de la producción, unos cuatro millones de kilos anuales, solo una cuarta parte se envía, en formato de peces congelados, a Japón. El resto sale de las naves de Balfegó en fresco. Lomos, morrillos, ventrescas, colas o parapatanas con rumbo a restaurantes de 32 países.

Sin embargo, fue un regreso a los orígenes lo que permitió a Balfegó salvar el batacazo pandémico. “El año 2020 lo tenía todo para ser un mazazo para la empresa”, admite Serrano. En enero, el temporal Gloria sacudió con fuerza el Delta del Ebro y, debido a la fuerza del oleaje, más de 10.000 atunes escaparon de las jaulas que la empresa tiene instaladas frente a la costa. Luego, la pandemia secó la actividad de los restaurantes. Los Balfegó reactivaron entonces la vía japonesa. “Sufrimos una reducción del 70% del negocio, pero logramos salvar el año porque recuperamos el mercado japonés y pudimos colocar el producto”, explica Serrano.

“Estamos vendiendo más que antes del coronavirus”, celebra el director general de la compañía

La compañía última el proyecto de construcción de una nueva fábrica en l’Ametlla. Es una instalación de dos plantas y 12.000 metros cuadrados, con una inversión prevista de entre 12 y 14 millones de euros. Recientemente inauguró un almacén de frío, que costó 6,4 millones, con capacidad para tratar nueve millones de kilos de la carnada que se usa para alimentar a los atunes.

La pesca del atún rojo se regula mediante un baremo de cuotas para la conservación de la especie. En el reparto de capturas, a España le corresponden 6.000 toneladas de atún. De esas, Balfegó controla 2.400 toneladas de pescado, procedentes de la pesca que hacen los barcos propios de la empresa, casi un tercio del total de las capturas, y de las compras de Balfegó a otros pescadores españoles y franceses. “Todos los años buscamos proveedores, pero es un mercado muy competitivo”, manifiesta Juan Serrano.

Tan reñido que el sector ha sufrido varios episodios de fraude. En 2018, la Guardia Civil coordinó una investigación contra la comercialización de atunes rojos capturados ilegalmente, que se saldó con 80.000 kilos de pescado intervenidos, 49 registros y 79 personas detenidas.

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