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Francisco Etxeberria: “La experiencia española en las fosas del franquismo servirá en Gaza”

El forense acusa al PP y Vox de ralentizar la recuperación de fusilados al derogar las leyes regionales de memoria

Ley de Memoria Histórica
Natalia Junquera

Los muertos hablan. Son capaces de decir cómo murieron, quién los mató, qué años tenían cuando ocurrió, pero solo a quienes saben escucharlos, los forenses. En Chile, Francisco Etxeberria (Beasain, Gipúzkoa, 68 años) escuchó al expresidente Salvador Allende -el análisis de sus restos permitió confirmar que se había suicidado-; al cantautor Víctor Jara - 56 fracturas óseas, 44 impactos de bala-; al poeta Pablo Neruda - no había veneno, pero fue desatendido del cáncer que padecía-. Por sus manos han pasado los restos del escritor Miguel de Cervantes -aunque no pudo confirmarse al 100%- ; los de víctimas olvidadas de la Guerra Civil y del Sáhara; los cadáveres de asesinados por los GAL y a manos de ETA - “A muchos los conocía personalmente, y en la mesa de autopsias recordaba cómo eran en vida...-. Su trabajo le ha permitido conocer de cerca la venganza, pero también la gratitud de las familias a las que pudo facilitar el acceso a la verdad. Hoy asesora a la secretaría de Estado de Memoria Democrática y está inmerso en un reto descomunal: tratar de recuperar los restos de quienes fueron enterrados en el Valle de Cuelgamuros sin el consentimiento de sus familias. Hay más de 200 peticiones y ya han podido identificar genéticamente a 25 personas.

Pregunta. Un médico puede salvar vidas. Un médico forense trabaja con cadáveres y puede ayudar a que se haga justicia. ¿Por qué eligió lo segundo?

Respuesta. Estudiamos medicina pensando en esa vocación asistencial: alguien que enferma, que sufre, pero la carrera te abre un abanico de posibilidades que tienen un reto de investigación más allá de eso, y en lo forense es insertarte en una investigación criminal. Faltan vocaciones, pero quizá por las series de televisión, empieza a haber estudiantes que quieren dedicarse a esto desde el principio. En mis tiempos, la medicina forense estaba muy desprestigiada por la dictadura, pero la justicia pasó de ser inquisitorial a garantista, es decir, a necesitar buenas pericias, demostración. Un forense tiene la posibilidad de resolver casos que de otro modo no tendrían solución.

P. De no haber sido por su análisis de los restos hallados en la finca de las Quemadillas, probablemente, José Bretón no habría sido condenado por el asesinato de sus hijos. La policía científica había dicho que no eran huesos humanos. En aquel momento, abogó por una mayor colaboración entre la policía y la universidad. ¿Le consta que exista ahora?

R. De no ser por eso, habrían tenido que poner a Bretón en libertad. Los indicios no son suficientes, hay que transformarlos en evidencias para que haya prueba de condena. Yo intervine en ese caso de casualidad, porque una persona me envió unas fotocopias de unas fotografías de los restos y vi que una persona de la policía científica había cometido un error. Esa pieza mal puesta impedía ver la imagen completa, resolver el puzle. Lo único que hice fue colocarla en su sitio: no había ni un solo hueso de animales, todos eran humanos y además, infantiles. Gracias a que otros equipos de policía científica y judicial habían hecho su trabajo muy bien, documentándolo todo, yo pude, con autorización judicial, analizar los restos. Habría que favorecer que las fuerzas de seguridad estén más en contacto con la universidad y sé que se ha avanzado mucho en ese aspecto.

P. ¿Qué otros casos recuerda en los que su análisis forense haya servido para desmontar un mito, señalar a un culpable o exculpar a un inocente?

R. Recuerdo especialmente el caso Lasa y Zabala [víctimas de los GAL]. Habían aparecido unos cuerpos esqueletizados en Alicante y dos médicos forenses no habían logrado identificarlos. Además, dijeron que habían muerto por golpes cuando tenían lesiones de arma de fuego y uno de los proyectiles estaba todavía dentro del cráneo. Cuando volvimos a cribar la tierra de la fosa donde habían aparecido, encontramos hasta un casquillo. Todo eso fue útil para que en el juicio se pudiera acreditar qué ocurrió y quién lo hizo.

P. Hasta Alicante lo llevó un policía, Jesús García, que intuía que aquellos restos sin identificar hallados diez años antes podían ser los de dos víctimas de los GAL. Usted les puso nombre, Lasa y Zabala. ¿Recibió presiones o amenazas durante aquella investigación?

R. García murió de un infarto durante el juicio oral. Era un policía demócrata, honrado, que merece un reconocimiento. Él sí tuvo que tener presiones. Yo me sentía protegido por el fiscal jefe de San Sebastián, Luis Navajas; por el gobernador civil de Gipuzkoa, Juan María Jáuregui, al que luego asesinó ETA...Tuve el apoyo de una parte del Ministerio del Interior y de la Administración de Justicia. A Lasa y Zabala los habíamos buscado antes de forma discreta, sin éxito. Cuando volví de Alicante y comuniqué a la Audiencia Nacional que eran ellos, me pidieron un informe. Entregué también un vídeo que a los siete días desapareció. Como ya entonces era mayor, tenía una copia. En aquellos días también pensé que si alguien cuestionaba mi informe, me tendría que ir a vivir a otro país, pero afortunadamente, no fue así.

P. ¿Y recibió presiones o amenazas cuando investigó las torturas y abusos policiales en País Vasco?

R. En los ochenta, los malos tratos se practicaban de manera rutinaria. Decían que el detenido se había resbalado en la ducha porque había ‘un baldosín suelto’, y eso un día, y a la semana siguiente y tres meses después... era así de vulgar. Una serie de jueces jóvenes recién llegados a Gipuzkoa decidieron que en una democracia eso no se podía tolerar. La incomunicación era de diez días, para torturar a la gente, y al acompañarnos a los reconocimientos, los jueces se quedaron asombrados. Gracias a eso hubo condenas por torturas y malos tratos ratificadas por el Supremo. Los toques de atención entonces nos venían de quienes estaban escondidos detrás de los GAL. A mí me quemaron el coche en 1985 y a los tres meses a mi compañero forense le pusieron una bomba en el suyo.

P. En 2016, después de otra investigación, presentó un nuevo informe sobre malos tratos y torturas en Euskadi desde los años sesenta. ¿Habían cambiado las cosas? ¿Percibió mayor comprensión?

R. A partir de la muerte de Mikel Zabalza [etarra cuyo cadáver fue hallado en el río Bidasoa días después de su detención], en ese mundo siniestro alguien debió de decir que había que cambiar de método y empezaron a usar la bolsa, la asfixia seca. Eso se siguió utilizando. Esa investigación sobre la tortura, que el Gobierno vasco me pidió dirigir, tenía que ver con el plan de paz en el final de ETA. Recogí personalmente 500 testimonios de hombres, mujeres, obreros, taxistas, trabajadores de la banca, cineastas... La mayoría era gente vinculada a ETA, pero también había miembros de UGT, del PNV... Ha sido la tarea más difícil y gratificante que he hecho en mi vida. Representantes de un sindicato de policía nos contaron cómo habían visto torturar a gente; tenemos testimonios de funcionarios de prisiones que al desnudar al preso veían las lesiones, incluso de hijos de policías torturados por la policía. Presentamos el informe, que incluye recomendaciones internacionales para que eso no vuelva a repetirse, en el Parlamento vasco. Hoy, las víctimas tienen una ley a la que acogerse.

P. Un estudio de la Universidad de Deusto reveló que casi la mitad de los universitarios vascos no sabían quién era Miguel Ángel Blanco. ¿Es un problema? ¿De qué cree que habla ese desconocimiento?

R. Seguramente, tenemos la culpa de no haber sabido explicar esto. Creo que tiene que ver con la educación, aunque ahora se hacen encuentros muy útiles con víctimas en colegios.

P. ¿Cree que saldría un porcentaje parecido si preguntáramos en un instituto quién fue Federico García Lorca y cómo murió?

R. Sí. Igual que si preguntáramos quién provocó la insurrección militar de 1936. No creo que haya habido unidades didácticas suficientes. Ahora se empiezan a hacer cosas. Y ese desconocimiento, efectivamente, es un problema, un déficit que hay que corregir.

Ley de Memoria Histórica

P. Ha recuperado los restos de cientos de fusilados del franquismo en toda España. ¿Qué suelen preguntarle los familiares y cuál diría que es el sentimiento predominante al pie de las fosas?

R. La gratitud. Los familiares lloran de alegría. Jamás he oído algo más fuerte de ‘¡Qué injusticia!’. Nadie ha dicho ‘ahora se van a enterar’. Este proceso ni divide a los ciudadanos, ni reabre heridas, como dicen por ahí. Se abre una fosa en un pueblo y una mujer que conoce a otra de toda la vida le dice: ‘Mari Carmen, qué mérito tuvo vuestra madre de sacaros adelante a todos los hermanos cuando asesinaron a tu padre’. Con motivo de la exhumación, por primera vez, verbaliza eso y eso es muy gratificante para esa mujer.

P. ¿Por qué cree que el PP y Vox abordan la recuperación de la memoria como un asunto ideológico y no de derechos humanos?

R. Para los familiares es clave el reconocimiento oficial de los hechos y eso lo dan las autoridades democráticas. Un alcalde del PP me dijo en la apertura de una fosa: ‘Esto es lo menos que podemos hacer’. ¿Por qué? Porque es un tipo honrado, que conoce a todos los vecinos y entiende que no puede tener un enterramiento clandestino en su pueblo. Pero la maquinaria de su partido calcula que eso no les conviene ahora por estrategias políticas. Ese es el problema.

P. Calcula que quedan unos 11.000 esqueletos por recuperar de las fosas del franquismo. Es una carrera contra el reloj porque los testigos y descendientes directos de las víctimas se mueren. ¿Las derogaciones de las leyes regionales de memoria por parte de PP y Vox van a ralentizar ese proceso? ¿Es lo mismo que en una carrera acudan 20 mecánicos a reparar un coche en boxes a que lo haga uno solo?

R. Claro que lo ralentizan. Si hay consenso y apoyo institucional puedes coger una cierta velocidad, si no, no. Esa involución en algunas comunidades autónomas es un problema y es una pena. Los avances sociales cuesta mucho lograrlos y las involuciones siempre son de un día para otro. Esto es un retroceso y es muy injusto para los familiares.

P. El trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense fue determinante para celebrar muchos juicios por los crímenes de la dictadura argentina. ¿Por qué en España no ha sido posible?

R. Todos reaccionamos tarde con las víctimas del franquismo. No se supo hacer. Tuvieron que surgir asociaciones de memoria para hacernos ver la dimensión de todo esto. Estábamos colaborando en otros países, abriendo fosas, y no veíamos lo que teníamos aquí. Ahora, gracias a ese empuje, Almodóvar hace una película sobre el tema; hay canciones, poemas, cátedras en la universidad y una justicia restaurativa, no punitiva.

P. En contra de lo que PP y Vox han extendido, la ley ampara a las víctimas de ambos bandos. Usted participó en exhumaciones de asesinados a manos de los republicanos.

R. Desde el año 2000 hemos recuperado más de 200 cuerpos de personas asesinadas por los republicanos. Las solicitudes que han llegado a la secretaría de Estado de Memoria Democrática se han atendido con la misma responsabilidad y respeto. Son algo más de 200 del total de 18.000 restos recuperados porque la mayoría de solicitudes las hacen las familias que nunca fueron atendidas, las republicanas. En la dictadura sí hubo ese proceso para las víctimas franquistas.

P. Ha participado en exhumaciones de víctimas de crímenes desde la prehistoria hasta hoy. ¿Encuentra rasgos comunes? ¿Qué ha aprendido de la naturaleza humana gracias a su profesión?

R. El ser humano lo es porque atiende al enfermo, cuida al anciano, siente empatía. La clave de la evolución humana ha sido la sociabilidad. Pero en los conflictos, el ser humano se transforma y puede llegar a ser cruel, brutal. El franquismo, por ejemplo, fue absolutamente vengativo. Por eso es tan importante cuidar lo que tenemos.

P. Gaza es ahora una gran fosa común. ¿Cómo cree que debería afrontarse ese proceso desde el punto de vista forense?

R. En todo conflicto, además de la solución política o diplomática, tiene que haber una acorde con los derechos humanos. La experiencia acumulada en las fosas del franquismo va a tener una aplicación en los próximos años en otros lugares del mundo. Llegará un momento en el que España pueda enviar profesionales a colaborar en misiones internacionales de rescate e identificación de víctimas en lugares como Gaza, una gran fosa, o como Ucrania.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.
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