El ‘think tank’ del PSOE avisa de la “cruzada ideológica” de Trump y de su “asalto desde dentro” a la democracia de EE UU
El pesimismo por unas malas expectativas de futuro y la desconfianza en las instituciones son dos de los factores que nutren el auge de la ultraderecha, según el primer foro de la Fundación Avanza
![José María Lassalle, Cristina Monge, Manuel Escudero, Francina Armengol y Óscar Puente en el primer foro que la Fundación Avanza ha celebrado este jueves en el Círculo de Bellas Artes.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/BWHTLOYIZZB6VEBVIGLTUYTAIU.jpeg?auth=fa6f3dcf6e402e4eb89a680546abc622ec1c28776343a0ae389c9cb4b3e8d324&width=414)
![José Marcos](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F813e8446-27c8-44c6-a043-b17f5b5ee30a.png?auth=a11d5ace1ce4658575ea2feddadfb0c701fbac80225da7d147a9b26cbc1d4f71&width=100&height=100&smart=true)
Lo primero que tiene que hacer la izquierda para combatir y vencer a la ola reaccionaria ultraderechista que está sometiendo a las democracias liberales a un test de estrés sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial es identificar los motivos que la impulsan y hacen que sean tan atractivos los postulados ultras entre las capas de la sociedad que, paradójicamente, pueden ser los nuevos perdedores de la alianza entre el trumpismo y los oligarcas tecnológicos. “En apenas un mes hemos visto cómo cambiaba el mundo, cómo una de las democracias más activas del mundo está siendo asaltada desde dentro por el propio presidente de los Estados Unidos y cómo el orden internacional está siendo sustituido por la amenaza y la agresión”, ha afirmado Manuel Escudero, presidente de la Fundación Avanza, vinculada al PSOE, sobre las tres primeras semanas del segundo mandato de Donald Trump en la Casa Blanca.
El laboratorio de ideas del PSOE, creado el pasado verano con el propósito de contribuir a la ofensiva de ideas “democráticas, progresistas y de una socialdemocracia adaptada al siglo XXI” frente a “la cruzada ideológica” liderada por Trump, ha celebrado la primera sesión del Foro Avanza en el Círculo de Bellas Artes para abordar las raíces y razones de la irrupción internacional de la ideología ultra. Pepa Bueno, directora de EL PAÍS, ha moderado el acto, al que han asistido un centenar de personas, la mayoría dirigentes socialistas como la presidenta del partido, Cristina Narbona, el ministro de Transportes Óscar Puente y la presidenta del Congreso y secretaria general de la formación en Baleares, Francina Armengol. “Asistimos en directo al desmontaje de muchas de las estructuras que la democracia liberal estadounidense ha ido construyendo mientras se reafirma un imperialismo sin más regla aparente que la ley del más fuerte. Esa catarata de anuncios y de acciones con las que cada día nos sorprende Trump y su valido Elon Musk parece bloquear a buena parte del mundo, particularmente al occidental, dubitativo entre no dar crédito a lo que dice y hace Trump y quizá con la esperanza de poder sortear los daños”, ha reflexionado Bueno, que ha hecho hincapié en cómo Trump ha llegado al poder “a través de las urnas con el triunfo absoluto de la posverdad” y beneficiándose del “altavoz tan potente que está difundiendo antipolítica”, en referencia a la red social X, donde los mensajes de odio se han disparado desde que Musk la adquiriera en 2022.
“Vivimos algo aturdidos por lo que está sucediendo, es un tsunami político la velocidad con la que actúa Trump, parece un reality televisivo que nos tiene acongojados y asustados”, ha reconocido Ignacio Sánchez-Cuenca. El catedrático de Sociología y miembro del Consejo Científico de Avanza ha subrayado que la extrema derecha no es un fenómeno repentino, sino que comenzó a cobrar forma en los años ochenta, con un crecimiento muy lento que dio las primeras señales en Francia y Austria y que en los casos de Alemania y España ha experimentado un auge “de golpe”. “¿Qué tienen en común estos partidos? Pues muy poco. Es una ideología que está en un proceso constante de transformación, que no ha cristalizado todavía definitivamente y vemos experimentos en direcciones muy diferentes. Lo que está haciendo Trump no es exactamente igual a lo que pueda proponer el Partido de la Libertad en Austria o Marine Le Pen en Francia. Hay claramente elementos de conflicto entre ellos. Por ejemplo, la postura de Javier Milei sobre comercio internacional no tiene nada que ver con la de Trump. Son elementos incompatibles. Hay líderes de la extrema derecha que son enemigos declarados de cualquier tipo de intervención estatal pero hay también una extrema derecha que cree que el Estado debe proteger a los nacionales y excluir a los inmigrantes”, ha observado Sánchez-Cuenca antes de centrarse en sus similitudes. “El elemento común que unifica a Trump, [Giorgia] Meloni, Milei o [Benjamín] Netanyahu es un estilo de liderazgo bastante peculiar con el que están tratando de poner a prueba las reglas formales e informales de las democracias liberales y ver hasta donde resisten los muros de contención del sistema. Y lo hacen con ferocidad y desprecio hacia los perdedores, los vulnerables, los humildes, los extranjeros, los inmigrantes dispuestos a llevar a cabo sus ideas cueste lo que cueste”, ha abundado.
El combustible que alimenta a la ultraderecha sería el pesimismo según el cual más del 75% de estadounidenses piensa que sus hijos vivirán peor, una degradación de las condiciones de vida que también tiene su público en España. La consecuencia es la pérdida de credibilidad en las instituciones y partidos políticos. “Esta combinación de pesimismo y desconfianza produce un aumento del apoyo a la extrema derecha, que capitaliza estos movimientos de desesperanza”, ha sentenciado Sánchez-Cuenca. José María Lassalle, escritor, consultor, profesor universitario y ex secretario de Estado en el Gobierno de Mariano Rajoy (PP), apunta otra clave: “El supremacismo blanco explica por qué unas clases medias en todo el mundo mayoritariamente blancas, a pesar de las diferencias que comentamos, consideran que hay una guerra global frente a lo que representa China y el mundo asiático y se agrupan en un frente internacional reaccionario que es la clave de la supervivencia del hombre blanco en el siglo XXI. Solo hace falta echar un vistazo a todos los que acompañan en el Despacho Oval al presidente de Estados Unidos y veremos esa reproducción del supremacismo blanco”.
Lassalle es el autor del ensayo El liberalismo herido, publicado en 2021, en el que ya hablaba de una internacional reaccionaria más que de una derecha alternativa. “Su objetivo es favorecer la reconstrucción neofascista del neoliberalismo, frente a un enemigo común, la democracia liberal y el cosmopolitismo humanista que defiende”, escribía Lassalle, mediante “sucursales reaccionarias” repartidas por el mundo cuyo objetivo es “la despolitización autoritaria del Estado” impulsada por los herederos del Tea Party estadounidense. “En todas las franquicias que operan a nivel global se replica el mismo relato. Liderazgos fuertes invocan modelos verticalizados (...) Estaríamos ante un mercado que se convertiría en una forma de dominación cuya legitimidad descansaría en garantizar la prosperidad del pueblo. Esta sería una tarea que se pondría en manos de un líder que actuaría como un CEO, que actuaría con mano dura para garantizar la eficacia de un orden robusto, orientado incluso a la riqueza, demandado por multitudes sociales que respaldarían una autoridad populista” añadía. Un comportamiento que define a Trump, que presentó su plan para tomar el control de Gaza, y que implicaría la expulsión de sus más de dos millones de habitantes palestinos, como “una transacción inmobiliaria” con la que convertiría a la Franja en “la Riviera de Oriente Próximo.
Cristina Monge también ha incidido en ese concepto de un presidente que actúa como el alto directivo de una empresa. Trump, en un imperialismo económico, habla de que las tierras raras de Ucrania van a pasar a estar gestionadas por empresas estadounidenses para desarrollar el uso tecnológico”, ha puesto de ejemplo tras las llamadas del presidente de Estados Unidos a Vladímir Putin y Volodímir Zelenski para acabar con una guerra que está a punto de cumplir su tercer año. “La ultraderecha no es que haya vuelto, es que nunca se fue. ¿Por qué ahora estamos en estado de shock en un siglo XXI al que probablemente vayamos a denominar como el siglo de los miedos? Y nos encontramos además ante una estrategia de hipnosis por parte de Trump, con anuncios que no sabemos adonde conducen”, ha resaltado la politóloga, presidenta de Más Democracia y miembro del Patronato de Avanza. “Uno de los elementos fundamentales es la alianza entre las élites, que tiene un carácter más tecnológico en Estados Unidos y aquí en España se produce entre las élites tradicionales de toda la vida junto con clases populares. La pregunta es cómo es posible que aquellos que salieron perdiendo de las políticas neoliberales ahora estén apostando por elementos neoliberales”, ha puesto el foco en “la ruptura de la idea del futuro”. Es decir, en las expectativas negativas que explican que Vox sea la primera opción, tras la abstención, entre los jóvenes de 18 a 24 años que han encadenado la crisis financiera y la de la pandemia y ahora son las principales víctimas del precio de la vivienda.
“Para entender la emergencia de la ideología ultra tendríamos que pensar en esas plataformas [sociales] no como un altavoz, un canal o un mero medio de difusión neutral, vacío de orientación política, sino más bien como una de esas raíces de ese auge reaccionario que estamos viviendo. Y eso implica pensar en que esos espacios que en otro momento fueron fetichizados o proyectados como ágoras de debate libre se han convertido en un lugar de incubación, de gestación, de esta internacional reaccionaria a la que cincelan como un martillo percutor”, ha advertido Iago Moreno, sociólogo por la Universidad de Cambridge. Y que tiene en Musk, que ha llegado a pedir el voto para Alternativa para Alemania, a su ejecutor más poderoso con permiso de Trump.
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