A Davos no le importan Puigdemont ni la amnistía
Sánchez, presionado en España por la oposición y Junts, encuentra en el mundo económico internacional un respaldo claro a un líder ya veterano de un país que no genera problemas
Pedro Sánchez es ya sin duda el presidente más viajero de la democracia. El líder del PSOE ha volcado muchos esfuerzos en la agenda internacional, que considera estratégica, al contrario que otros presidentes anteriores, que no se sentían tan cómodos en las cumbres y minimizaban su presencia a lo imprescindible. El Foro de Davos es una prueba evidente. Sánchez es ya uno de los presidentes del mundo que más veces ha ido. No falla nunca —esta era su sexta participación, una de ellas telemática en plena pandemia— y aprovecha su agenda para cambiar completamente el tercio de la tensa política española y disfrutar por dos días de unas reuniones en las que nadie le pregunta por la amnistía y ni siquiera por la inestabilidad política en España.
En Davos, a nadie parece importarle las tensiones con Carles Puigdemont, que dominan la agenda política en España. Sánchez se vio con decenas de ejecutivos en dos días, hizo dos entrevistas televisivas —Bloomberg y CNBC— y la amnistía o Puigdemont no aparecieron en ninguna de estas citas. Ni siquiera en la reunión con los principales ejecutivos del Ibex 35 hubo menciones a la cuestión que más tensiona el Parlamento.
La política española está incendiada, la amnistía ocupa casi todo el espacio, para desesperación del Gobierno, que insiste, apelando al CIS, en que es una cuestión que está en los medios, pero no cala tanto en los ciudadanos. Pero en la escena internacional, Sánchez no aparece como un líder débil, sino como un político consolidado que ha logrado una mayoría para cuatro años más. Y eso se percibe con claridad en Davos, donde el equipo del presidente no tiene dificultad para organizar una agenda al más alto nivel, con los máximos responsables de multinacionales inmensas como Google, Cisco, Intel, Qualcomm, Sanofi y Fujitsu. Con todos ellos trató de inversiones, pero sobre todo del gran asunto de Davos, que ha sacado a Sánchez por unos días de la cruda agenda nacional: la inteligencia artificial, con sus oportunidades, pero también sus riesgos. Hasta un 40% de los empleos del mundo se verán afectados, según un informe del FMI. “Debemos prestar más atención a las preocupaciones de nuestros trabajadores, nuestros jóvenes y nuestros mayores, y menos atención a las promesas vacías de algunos gurús de Silicon Valley, que están más interesados en ganar adeptos o escalar en la lista de millonarios de Forbes que en el verdadero progreso de la humanidad”, diría Sánchez en su discurso en Davos.
Incluso los ejecutivos del Ibex 35, algunos de ellos con importantes tensiones con el Gobierno por los impuestos especiales a las energéticas o la banca, acudieron en pleno a la cita con Sánchez en Davos. Y todos evitaron los reproches. La cita, que llegaba con augurios de plantones, tuvo el efecto contrario: sancionó que el Ibex 35, cuya distancia ideológica con Sánchez es evidente, asume, al contrario que una parte de la oposición, que el presidente tiene por delante muy probablemente varios años más de mandato. La única que no pudo acudir por un compromiso de la propia organización del foro, Ana Botín, se esforzó para acercarse a Sánchez y tener una fotografía con él a solas que disipara cualquier sospecha de tensión. “Cuando un presidente te convoca no puedes no ir. Sánchez lleva cinco años y ha demostrado que puede estar otros cuatro. Hay que mostrar respeto institucional. Las cuestiones que no nos gustan ya se las diremos en privado”, sentenciaba uno de los ejecutivos. En La Moncloa creen que precisamente la imagen que se ofreció de un Ibex 35 enfrentado al Gobierno hizo que todos los ejecutivos cambiaran sus agendas para estar en la cita y evitar un problema con el Ejecutivo, con el que necesitan entenderse en decenas de cuestiones.
Hasta Rafael del Pino (Ferrovial) acudió a la cita y habló solo de inteligencia artificial como si nada hubiera pasado, después de que Sánchez le atacara con dureza por llevar la sede de la multinacional española a Países Bajos. En ese momento, uno de los más críticos que ha vivido La Moncloa con el mundo empresarial, la oposición señaló que podría haber una cadena de salidas. Pero no pasó, nadie siguió los pasos de Ferrovial, y eso dio mucha tranquilidad al Gobierno, que despejó la espantada que auguraba el PP.
El cambio de la percepción de Sánchez en el mundo se puede analizar en función de lo que le preguntan en las reuniones. En el primer Davos había muchas dudas con un presidente llegado de la mano de una moción de censura, con apoyo de los que a los ojos de quienes dominan este corazón del capitalismo que se reúne en un idílico pueblo de los Alpes suizos, son unos comunistas irredentos, como Podemos y su entonces líder, Pablo Iglesias. Temían sobre todo sus reformas. Durante algunos años más le preguntaban, cada vez menos, por la estabilidad política en España y sobre todo por las reformas, por la laboral, por la ley de vivienda, que sí podían afectar a intereses de los grandes fondos de inversión.
Pero ahora esas dudas iniciales se han despejado y ya con Sánchez los ejecutivos solo hablan de negocios: inversiones, colaboración público-privada, fondos europeos, y este año especialmente inteligencia artificial, proyectos en los que España puede participar. El presidente español les da a todos garantías, les abre las puertas y está convencido de que cada vez habrá más grandes proyectos en España. Por La Moncloa van pasando altos ejecutivos para anunciar grandes inversiones: la semana pasada IAG, matriz de Iberia, anunció una inversión de 6.000 millones en cinco años y Ryanair 5.000 millones en siete.
Sánchez, como otros presidentes europeos, apunta que el Estado tampoco será ajeno a todos estos movimientos empresariales. La compra del 10% de Telefónica fue un mensaje claro. El Gobierno está mirando con lupa el último gran movimiento, la compra de un 20% de Naturgy por parte de Blackrock, el gigante estadounidense, con cuyo líder, Larry Fink, Sánchez se ha visto varias veces en Davos o en Nueva York.
El líder del PSOE apuesta por un mundo muy distinto al que planteó el argentino Javier Milei —que habló en el mismo escenario que él con pocos minutos de diferencia—, que defiende que el “problema” es el Estado y los capitalistas son los “héroes”. “Hoy, los españoles saben que las políticas neoliberales no funcionan”, clamó el presidente español, que apostó por “un nuevo triángulo virtuoso formado por el sector privado, el Estado y la sociedad civil”: “Que nos permita garantizar la prosperidad económica, aumentar el bienestar y la igualdad y asegurar la sostenibilidad medioambiental para todos y en todo el mundo”.
Sánchez recibe fuera de España un tratamiento mucho más suave que dentro. Y sobre todo cambia la agenda. Pero nadie se engaña en La Moncloa: lo importante es lo que pasa dentro, que es lo que decide las elecciones y las votaciones en el Parlamento. Ahora empieza la difícil negociación de los Presupuestos con ERC y Junts y la amnistía sigue su camino con buena parte de la justicia en contra. Y el PP, que cree que la alianza con Junts desgasta mucho a Sánchez, apurará al límite para debilitar al presidente. Davos no da ningún voto, ni cambia la opinión pública española. Pero sí sirve como termómetro de la imagen del país en el mundo. Y no parece que haya grandes preocupaciones con España en el mundo económico, ni fuera ni dentro, con un Ibex 35 que cerró en 2023 un año récord con un 22% de subida. Sánchez, de hecho, si se compara con los principales líderes europeos, está más fuerte que la mayoría porque acaba de formar gobierno y logra aprobar prácticamente todas las reformas que impulsa, algo que no muchos pueden decir en la inestable Europa. El dramatismo de la política española baja muchos enteros cuando se ve desde fuera, aunque lo que importa de verdad es lo que se percibe dentro.
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