Sánchez presume del “éxito” en Europa para acallar las críticas a sus pactos con el independentismo y Bildu
El presidente alerta de que los “enemigos” de la UE están “sentados” en el Congreso de los Diputados, en alusión a Vox
Pedro Sánchez se explayó este miércoles durante 45 minutos para hacer balance de su presidencia europea y, aunque entremezcló algunas cuestiones de política nacional, no citó ni una vez la palabra amnistía. Tras él llegó Alberto Núñez Feijóo y tardó exactamente 19 segundos en pronunciarla. A pesar de todo, la larguísima comparecencia parlamentaria del presidente del Gobierno —cinco horas y media— se atuvo más a su convocatoria oficial —la rendición de cuentas sobre la política europea del Ejecutivo— que al choque cotidiano por las concesiones de Sánchez a sus aliados independentistas. El PP e incluso Vox pusieron sordina a sus embestidas contra la amnistía, mientras Sánchez se jactaba de su semestre de presidencia europea —”un verdadero éxito”— para acallar el estruendo del debate político nacional.
El líder socialista presumió de logros concretos en los seis meses de presidencia europea, como la primera ley reguladora de la inteligencia artificial o la reforma del mercado eléctrico. Y también de un triunfo ideológico: “Dejar atrás los dogmas neoliberales”. Tras rehacer su mayoría parlamentaria a raíz de las elecciones del 23-J, Sánchez ha proclamado que su objetivo es “levantar un muro” contra la ultraderecha. El alcance de esa batalla va más allá de las fronteras nacionales: supone, en la visión del presidente, defender el proyecto europeo de sus “enemigos”. “Esos enemigos no son solo exteriores, también están aquí sentados en esta Cámara”, agregó, sin que los escaños de Vox, sus obvios destinatarios, mostrasen reacción alguna.
El presidente lanzó otro mensaje dirigido al resto del continente sobre la guerra de Gaza. Tras condenar con términos contundentes a Hamás, reclamó que Europa hable “alto, claro y con una sola voz” para exigir “el cumplimiento del derecho internacional” y el “cese inmediato” de los bombardeos israelíes, por sus “aterradoras” consecuencias sobre la población civil. Sin poner fecha, defendió que el Congreso debe reconocer el Estado palestino. La derecha le atacó sacando a relucir que sus críticas al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, han provocado la retirada temporal de su embajadora en Madrid y elogios públicos de Hamás. Sánchez se revolvió: “¿Me están reprochando que le dijese que lo que está haciendo en Gaza es absolutamente inaceptable?”.
Feijóo retomó los sintagmas que había esgrimido la pasada semana en el primer debate sobre la ley de amnistía —”vergüenza nacional” y “bochorno internacional”— para completarlos con un tercero: “Indecencia moral”. Este último a cuenta del pacto del PSOE con EH Bildu que dará a esta formación la alcaldía de Pamplona. Fue un preámbulo antes de saltar a Europa, aunque por esa vía el líder popular acabase regresando al tema inicial. Tras criticar el “autobombo” del presidente, Feijóo pasó a denunciar que “España es asunto de debate en Europa por la degradación de su Estado de derecho” y que el jefe del Ejecutivo ejerce de “brillante agente del descrédito” del país. El líder de la oposición reconvino a su rival por el rifirrafe de la pasada semana en Estrasburgo, a propósito de la amnistía, con el presidente del Partido Popular Europeo (PPE), el alemán Manfred Weber, a quien Sánchez preguntó qué opinaría de que en el callejero de Berlín se recuperasen nombres de jerarcas nazis. “Se permite dar lecciones a un político alemán”, se quejó Feijóo.
Sánchez evitó la réplica individual al líder del PP, esperó a que interviniesen todos los portavoces y se entregó a lo que Santiago Abascal definió con sorna como “castrismo discursivo”: casi 80 minutos de soliloquio presidencial, dedicados en buena parte a intentar demoler al líder de la oposición. Con tono condescendiente, el líder socialista comenzó aconsejándole que abandone la “expresión avinagrada” y el “berrinche permanente en que está instalado” desde las elecciones. Y percutió sin descanso. Su línea argumental fue preguntarse qué opina y qué propone el líder del PP sobre la política energética, la inteligencia artificial, la guerra de Gaza, la economía, la situación en Cataluña... Tiró de su vena más vitriólica para preguntar: “¿Qué opinión tienen ustedes sobre algo?”. Y se respondió con todo el sarcasmo: “Derogar el sanchismo y condenar la amnistía”. Feijóo apenas pudo hacer otra cosa que quejarse de la desproporción de tiempo —dispuso de siete minutos escasos para replicar— y tomárselo con ironía: “En lugar de la presidencia europea ha venido usted a hablar del presidente del PP”.
A Sánchez le regalaron los oídos algunos de los socios y aliados. Sumar puso en liza a Íñigo Errejón, que arrancó grandes ovaciones entre los suyos al contraponer las denuncias de la derecha de que Sánchez está instaurando una dictadura con las áreas de poder en manos de los conservadores en las comunidades autónomas, el Senado, el CGPJ o los principales conglomerados económicos y mediáticos. “Cuando ustedes ganan, tienen el 100% del poder; y cuando pierden, el 80%”, sentenció.
Gabriel Rufián, de ERC, también se ganó el aplauso de las bancadas del Gobierno al afear a Feijóo que acusase a Sánchez de faltarle al respecto después de haberse reído la víspera con los chistes sobre la fruta que usa la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, para enorgullecerse de haber llamado “hijo de puta” en el Congreso al jefe del Ejecutivo. Aun sin tanto entusiasmo, Aitor Esteban, del PNV, echó otra mano al jefe del Ejecutivo al considerar “fuera de lugar” las críticas a la amnistía del líder del PPE. En cambio, Ione Belarra, en su debut como portavoz de Podemos en el Grupo Mixto, lamentó que Sánchez “tienda la mano” al PP. Más o menos parecido a lo que Abascal recriminó a Feijóo: el “gigantesco error” de “legitimar” al presidente reuniéndose con él este próximo viernes en el Congreso.
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