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Cuca Gamarra se amarra al cargo

La número dos del PP no quería perder la plataforma de la portavocía del Congreso de los Diputados, de la que hoy la ha quitado Feijóo para entregarle el control del partido como secretaria general

Cuca Gamarra y Alberto Núñez Feijóo en el debate de investidura de Pedro Sánchez, el pasado día 15 en el Congreso.
Cuca Gamarra y Alberto Núñez Feijóo en el debate de investidura de Pedro Sánchez, el pasado día 15 en el Congreso.Claudio Álvarez
Javier Casqueiro

Cuca Gamarra no quería dejar de ser portavoz del PP en el Congreso, pero el líder popular, Alberto Núñez Feijóo, tampoco quería que permaneciera en esa privilegiada posición política y mediática. No se lo están poniendo fácil. Gamarra no tiene una organización territorial potente detrás ni la respaldan la mayoría de los barones, que concluyeron hace tiempo que las dos responsabilidades que ha asumido en el último año y medio “le vienen grandes”. Gamarra era hasta ahora portavoz parlamentaria y secretaria general del PP y, por tanto, en teoría la número dos del partido. Nadie reconoce en el PP que Gamarra haya ejercido ni se le haya dado poder para ejercer como secretaria general real desde que Feijóo la nominó, para no complicarse la vida, en el congreso exprés en el que salió encumbrado como presidente nacional para parchear el relevo de Pablo Casado. En el PP se asienta una conclusión: el problema no es Gamarra, sino la confusa distribución de responsabilidades en la cúpula del equipo de Feijóo, como ha expresado el propio número tres, Elías Bendodo. Este ha trasladado esta incomodidad a numerosos compañeros ―y, en especial, a su exjefe y mentor en Andalucía, Juan Manuel Moreno―, hasta el punto de considerar un error haber dejado aquel territorio para hacer política nacional, como anticipó EL PAÍS este viernes. Esta mañana, el propio Feijóo ha confirmado a Gamarra como “secretaria general a tiempo completo y no tiempo parcial”, lo que supone la entrega del control del partido y, a la vez, su cese como portavoz en el Congreso.

La carrera de Cuca Gamarra sigue una trayectoria paralela a la de la mayoría de la decena de miembros del comité de dirección del PP que rodean ahora a Feijóo en la planta noble de Génova 13. Este se había marcado un criterio para elegir candidatos ganadores con los que acompañarse: que tuvieran una trayectoria al margen y antes de la política, para que puedan volver en su momento a ella; y haber demostrado su valía en algún sector profesional de prestigio, tanto en el ámbito privado como en los cuerpos de élite de la Administración. En la cúpula actual del PP solo Juan Bravo, inspector de Hacienda, y Carmen Navarro, letrada de la Comunidad de Madrid, han trabajado en empleos de relevancia antes de llegar a sus cargos políticos de vicesecretarios generales del PP. Y esa diferenciación, además, no ha jugado precisamente a su favor para ser aceptados por el aparato del partido. Los demás proceden casi todos del vivero de las Nuevas Generaciones, desde hace décadas, o son periodistas contratados por Feijóo durante su largo periplo en Galicia.

Gamarra empezó en La Rioja de joven en las NN GG del PP por razones familiares. A los 29 años era teniente de alcalde en Logroño, donde fue ascendiendo hasta que, en 2011, se convirtió en la primera alcaldesa de esa ciudad; y en 2018, cuando Pablo Casado ganó aquellas sorprendentes y peculiares primarias del PP, fue nombrada vicesecretaria nacional de Políticas Sociales. Para aquel PP, Gamarra era una “feminista socialdemócrata, una sorayista, partidaria del aborto y otros avances sociales”, según fuentes de aquel equipo. Pero Casado tenía para ella un plan. “Pablo quería convertir y transformar a Gamarra en algo como la Ana Pastor de Mariano Rajoy, en la mujer política transversal, que pudiera valer para cualquier ministerio o cometido y que cubría bien la cuota de una mujer progresista en un equipo que pretendía tener un poco de todo, pero estaba algo escorado a la derecha”, argumenta uno de los componentes de aquella dirección. No era estridente ni polémica, pero en los debates internos relacionados con avances para las mujeres, sí se significaba.

En pleno agosto de 2020, cuando Casado destituye a Cayetana Álvarez de Toledo como su portavoz en el Congreso, del sector más duro del PP, por no compartir tras una entrevista en EL PAÍS ni su estilo ni la oportunidad de sus batallas culturales, Gamarra se les presenta como la mejor solución de emergencia. Es mujer y están seguros de que cumplirá bien sus mandatos. Y así resultó, cada vez con su perfil político particular más desdibujado, en una cadencia que le ha pasado factura y se ha agravado durante el liderazgo de Feijóo. Este la heredó y no se atrevió a cambiarla para no abrir más brechas con los sectores del PP que le fueron a buscar a Galicia para tapar el agujero negro abierto por Casado en su crisis con Ayuso.

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Gamarra pasó de felicitar entusiasta a Casado, aquel 18 de febrero de 2022, a traicionarle, como casi todos los componentes de aquel equipo en la dirección del partido y de la mayoría de los barones territoriales. El expresidente del PP acudió a primera hora de aquella jornada a la Cope para denunciar, como un acto grave de corrupción, que el hermano de Ayuso se hubiese beneficiado con una comisión de 280.000 euros por colocar mascarillas en lo peor de la pandemia para la Comunidad de Madrid que presidía su hermana. Y en el chat de la cúpula popular en cuanto salió de la emisora empezaron a tronar mensajes de felicitación. El de Gamarra fue el primero: “Gran entrevista. Con claridad, seriedad y verdad”.

Ayuso, sin embargo, no se amilanó, plantó batalla y Casado se empezó a echar atrás esa misma tarde, cuando intentó un pacto sin éxito con la líder madrileña. Al día siguiente, la guerra abierta en el PP se desató imparable y, en pocas horas, Gamarra pasó de participar en citas secretas del equipo de crisis de Casado a traicionarle. En una de aquellas reuniones a la desesperada, Gamarra derramó lágrimas delante de Casado y su equipo. Fue el momento más duro que ha vivido en política. Pero al mes y medio, en el congreso de Sevilla que entronizó a Feijóo, salió reforzada aparentemente como secretaria general y reafirmada como portavoz en el Congreso. Una aglomeración de cargos inédita, que se improvisó de emergencia para evitar la imagen de ruptura del partido y ante las dudas que le surgieron a Feijóo por falta de alternativas para el puesto más mediático en el grupo parlamentario. Y porque no se atrevió a situar a Esteban González Pons, como estaba planeado, como su número dos en el partido, ante los rumores y dudas que le trasladaban distintos dirigentes del PP sobre su pasado. Feijóo ha entregado este sábado a Gamarra el control del partido, pero la ha sacado de la portavocía.

En estos 20 meses de etapa de Feijóo, Gamarra se ha convertido en más del entorno del líder que todos los miembros de su troupe gallega, que ha importado a Madrid casi al completo. No ha molestado internamente, al no pretender ejercer de secretaria general para no incomodar al verdadero número dos en la sombra, Miguel Tellado, vicesecretario de Organización y mano derecha de Feijóo hace años en el PP de Galicia. Ni tampoco se ha significado por nada, ni en mensajes, ni en propuestas diferentes a las emanadas por Feijóo y su gabinete galaico más directo. Esta semana, en su entorno, sí ha transmitido malestar porque el líder no la haya llamado, ni compartido qué planes tenía para su futuro inmediato. Gamarra sí había trasladado, como un amago de presión, que el cargo que más le agrada, porque tiene más proyección y alguna autonomía, es el de portavoz en el Congreso. Ha concluido que ser secretaria general del aparato de un partido que no controla, en el que el líder ejerce todas las funciones, delega poco y desconfía más, se presenta como un panorama más que complicado. Pero Gamarra también es muy disciplinada y la han convencido de que para una persona de partido, al menos en el organigrama, ejercer la secretaría general es figurar como número dos de toda la organización.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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