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Investidura parlamentaria
Crónica
Texto informativo con interpretación

Hasta que digas sí

Cómo estará el Congreso que en un lugar en el que se usan pinganillos, donde las lenguas del Estado están representadas y uno puede hacer uso de ellas, hubo que llamar de urgencia el miércoles a los lectores de labios de guardia

Pedro Sánchez, esta mañana, a su llegada al Congreso para la segunda sesión de la investidura parlamentaria.
Pedro Sánchez, esta mañana, a su llegada al Congreso para la segunda sesión de la investidura parlamentaria.Samuel Sánchez
Manuel Jabois

Hubo un momento muy divertido en la votación de la sesión de investidura ―en realidad hubo varios, porque esas votaciones nos retrotraen al colegio, cuando nos tocaba leer en alto y al terminar mirábamos al de al lado en plan “guau”― que ocurrió cuando Isaura Leal pronunció el nombre de Redondo Cárdenas, Gonzalo y no contestó nadie. Y era, para colmo, socialista, o sea que no es de extrañar que tuvieran órdenes de decir “sí” antes de que se terminase de decir su nombre para evitar sobresaltos. Pues bien: Redondo Cárdenas, Gonzalo, olvidó que se llamaba así durante dos segundos, o tiene alma de guionista de thriller, o estaba en internet buscando cómo iba la votación, que eso pasa a veces: quieres saber cómo va tu equipo y la mandas fuera. Redondo Cárdenas, Gonzalo, repitió Isaura Leal a punto de fingir su voz como Javier Maroto en la falsa boda de Estela Reynolds (“sí, sí quiero”). Y saltó ya el diputado, apuradísimo ―se notaba en la sonrisa, cuando uno llega tarde riendo es porque está a punto de llorar―, para decir que sí, que él con Sánchez. Ione Belarra e Irene Montero no se aguantaban las ganas de decir “sí”, aunque antes José Zaragoza votó a favor de Sánchez haciendo un movimiento rarísimo con los dedos de la mano, como La Mesías de los Javis: dedos para arriba y para abajo a toda hostia como si estuviese recibiendo instrucciones divinas para dejarnos caer que Dios hablaba a través de él, que es lo que le faltaba ya a Pedro Sánchez: competencia. No era más, informó después el grupo socialista, que el “sí” en lengua de signos.

Nada más conocerse el resultado, y salir elegido presidente Sánchez, empezó la coreografía del aplauso. El aplauso tiene su razón de ser en el Congreso y las bancadas de todos los partidos lo ejercitan de forma muy similar: al tuntún. El aplauso en el hemiciclo es incontinente y responde al silencio: si el orador después de decir una frase se calla (porque coge aire, bebe agua o simplemente está cansado), su grada interpreta que quiere aplauso, así haya dicho el orador la cifra de mujeres asesinadas: aplauso al canto. Es como esos futbolistas que se retiran, se emocionan y los propios periodistas se ponen a aplaudir: debe de responder a un estímulo animal.

Cuando fue oficial la victoria de Sánchez, todos los socialistas aplaudieron al mismo tiempo y con el mismo ritmo, y cuando se rompió la disciplina (la única disciplina que se rompe en el Congreso, cuando todos pueden aplaudir al líder como quieran) cada uno empezó a aplaudir a su bola. María Jesús Montero, por ejemplo, estira muchísimo los dedos y golpea las palmas al unísono, ejerciendo la misma fuerza en una mano y otra: parece que está tocando los platillos. Sánchez hace el aplauso canónico que hacen los que están recibiendo la ovación, pero quiere a su vez darles las gracias con su aplauso: una mano fija, rígida, y la otra golpeándola sin muchos alardes, no se vaya a escuchar más tu aplauso que el aplauso que te dirigen. Luego está el aplauso sordo: mueves las manos, las llegas a chocar, pero en silencio, sin contribuir al ruido; es el aplauso para la galería de quien quiere seguir siendo diputado, pero no está de acuerdo en dos o tres cosillas que no se hicieron bien.

No diremos aquí los nombres de esos diputados del aplauso sordo (homenaje sin duda al grito sordo de Ignatius Farray) y eso, no decir los nombres, pero dar a conocer que están en poder de este periódico, lo llamaremos hacer un Aitor Esteban, convertido este jueves en pistolero del Eclipse, aquellos estudiantes de Mutxamiel a los que en época de exámenes les paró la Guardia Civil por no sé qué de unas bolsitas y amenazaron con sacar los apuntes de debajo de la rueda de repuesto del maletero. “Los apuntes cuando se sacan son para estudiar, el que los saca para enseñarlos es un parguela”, dijo El Tomate. “Algún día contaré lo que nos llegaron a ofrecer”, dijo Aitor Esteban, del PNV, sobre el PP y la negociación para que Feijóo fuese presidente. Y así se fue echando la mañana histórica en el Congreso. Cómo estará, por cierto, ese Congreso que en un lugar en el que usan pinganillos, donde las lenguas del Estado están representadas y uno puede hacer uso de ellas, hubo que llamar de urgencia el miércoles a los lectores de labios de guardia.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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