La gran mayoría de los integrantes de la ejecutiva del PSOE se enteraron de la convocatoria de elecciones anticipadas con el anuncio de Sánchez
El líder de los socialistas asume el resultado del 28-M en primera persona sin profundizar en la autocrítica ante los dirigentes del partido
La debacle del PSOE llevó a Pedro Sánchez a plantearse la convocatoria de elecciones de madrugada tras la tremenda pérdida de poder institucional del 28-M. El presidente del Gobierno tomó la decisión a primera hora de la mañana, tras valorar los pros y los contras con su núcleo de confianza. La fecha fijada para su celebración, el 23 de julio, en plena presidencia española de la UE, solo lo conocieron un puñado de dirigentes de Ferraz y La Moncloa: la vicesecretaria general del PSOE, María Jesús Montero; Santos Cerdán, el secretario de Organización; Pilar Alegría, portavoz de la dirección federal y ministra de Educación; Félix Bolaños, ministro de la Presidencia; y Óscar López, el jefe de gabinete del presidente. La práctica totalidad de la ejecutiva del PSOE se enteró, como el resto de españoles, pasadas las once y cuarto de la mañana, mientras seguían la declaración institucional de Sánchez por televisión camino de la sede del PSOE o en alguna cafetería cercana. La sorpresa fue mayúscula para la mayoría. La opción del grueso de integrantes de la dirección socialista era que lo que se iba a anunciar era la ruptura con Podemos, y no el adelanto de las elecciones legislativas seis meses sobre el calendario previsto.
La reunión de la dirección del PSOE tuvo la duración habitual y no pasó de las dos horas. Varios miembros de la ejecutiva consultados por EL PAÍS aseguran que, más allá de que Sánchez asumió “en primera persona” los resultados, no se profundizó en la autocrítica y las razones de la hecatombe electoral, pese a la gravedad del resultado de un 28-M fatídico ya en la historia de los socialistas, que en una noche perdieron casi todo su músculo municipal y seis de las nueve comunidades que presidían. Ya entrada la noche llegó la certeza de que se habían salvado con muchísimas dificultades los gobiernos de Castilla-La Mancha, Asturias y Navarra, donde la investidura dependerá por segunda legislatura consecutiva de EH Bildu.
Varias fuentes presentes en la reunión coinciden en que vieron a Sánchez “tocado” por el castigo electoral, pero “convencido” de que la convocatoria de las elecciones para dentro de ocho semanas era la mejor opción sobre la mesa. “Dejarlas para finales de año sería una agonía”, justifica uno de los integrantes del órgano. La docena de integrantes de la dirección que pidieron la palabra respaldaron la convocatoria para dentro de menos de dos meses. Iratxe García, presidenta de los socialdemócratas en el Parlamento Europeo, la calificó de “adecuada” y “valiente”. “Somos demócratas, somos responsables y salimos a ganar”, ha justificado Sánchez, según comparten distintos interlocutores. La formación de los gobiernos de PP y Vox —el 17 de junio se tienen que constituir los ayuntamientos de toda España— podría ser un revulsivo para la movilización del medio millón de votantes tradicionales del PSOE que el 28-M se quedaron en sus casas, según los datos que manejan en el comité electoral. A esa cifra habría que añadir los 400.000 que perdió respecto a 2019. La campaña electoral podría incluso coincidir con las negociaciones del PP con la formación de extrema derecha de Santiago Abascal para hacer realidad el vuelco en las urnas en la Comunidad Valenciana, Aragón, Baleares y Extremadura.
Que haya elecciones el 23 de julio dificultará a su vez que se extienda el ruido interno por el castigo tremendo del 28 de mayo. Unas elecciones hasta finales de año habrían agitado al PSOE —muchos barones lamentan que la campaña en clave nacional les impidió reivindicar su gestión desde la pandemia— y le habrían debilitado aún más, como sucedió en 2011: el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, no fue el candidato en las legislativas de noviembre —lo fue Alfredo Pérez Rubalcaba— tras el fiasco en las municipales y regionales de mayo de ese ejercicio. El PP ha apelado constantemente a repetir esa misma “pulsión de cambio”. El PSOE convocará el comité federal, el máximo órgano de decisión del partido, el 10 de junio para aprobar las listas al Congreso y el Senado. Será el momento de que los barones críticos puedan explayarse en los órganos internos del partido.
Como previamente hizo en la declaración institucional en la que anunció las elecciones, Sánchez lamentó en la reunión de la dirección del PSOE que “muchos presidentes y alcaldes socialistas con gestiones impecables” se hayan visto perjudicados por la ola arrolladora del antisanchismo. El presidente asumió “en primera persona los resultados, ha sido muy honesto”. Pero nadie se atrevió a criticar en el encuentro la estrategia seguida desde la precampaña. Sin embargo, antes de la reunión, varios miembros de la ejecutiva sí lamentaron dos errores cometidos en la larga precampaña electoral. El más grave fue nacionalizar la campaña. “Hemos caído en la trampa del PP, que planteó una campaña en clave nacional”, reconocía un alto cargo socialista. Otro fue el “abuso” de los anuncios electorales en campaña, que a juicio de algunos dirigentes del PSOE “resultan además muy lejanos y poco concretos para muchos ciudadanos”. Y la falta de reflejos cuando estalló el escándalo de la presencia de exetarras en las listas de EH Bildu también fue determinante en el primer tramo de la campaña. Los socialistas perdieron dos días preciosos: la polémica coincidió con el viaje de Sánchez a Washington, donde Joe Biden le recibió en la Casa Blanca. El silencio del PSOE provocó que las preguntas sobre ETA marcaran la comparecencia de Sánchez en Estados Unidos.
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