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José Manuel Gómez Benítez: “La negociación sirvió para debilitar a ETA y separarla de Batasuna”

“A Thierry no le interesaban los presos, sino forzar el acuerdo político”, afirma el jurista que negoció con la banda en 2006 y 2007

José Manuel Gómez Benítez, el día 14 en el aparcamiento del la T-4 del aeropuerto de Barajas.
José Manuel Gómez Benítez, el día 14 en el aparcamiento del la T-4 del aeropuerto de Barajas.Claudio Álvarez
Luis R. Aizpeolea

“El proceso negociador sirvió para conocer mejor a ETA, debilitarla y separarla de Batasuna. En mi opinión, allí empezó el final de ETA”. Es la conclusión de José Manuel Gómez Benítez, jefe de la delegación gubernamental en la etapa final del proceso negociador con la organización terrorista. Con motivo del quinto aniversario de la disolución de ETA, que se cumple el próximo mayo, desvela durante un encuentro con EL PAÍS su papel en aquellos hechos, aporta nuevas revelaciones y rescata del olvido aquel acontecimiento histórico.

Gómez Benítez (Jaca, 74 años), jurista y exmiembro del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), se incorporó en septiembre de 2006 a la delegación gubernamental constituida por Jesús Eguiguren y Javier Moscoso tras la tregua de ETA declarada en marzo de aquel año. Lo decidió el entonces ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, con el beneplácito del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, para reforzarla con un experto en derecho penal y de probada capacidad negociadora. Su misión era evitar la ruptura del proceso dialogado, que se encontraba en riesgo.

Gómez Benítez se estrenó en la ronda de conversaciones del 26, 27 y 28 de septiembre de 2006 en Ginebra. El diálogo estaba encallado por la interpretación que ETA hacía del preacuerdo de Josu Urrutikoetxea, Josu Ternera, y Eguiguren que propició la declaración de tregua y el diálogo. “La interpretación de ETA era imposible de cumplir. Con tregua exigía al Gobierno bloquear las detenciones, las órdenes de entrega internacionales y los procesos judiciales. ETA amenazaba con congelar la negociación”, recuerda Gómez Benítez. Pero lo fundamental de aquellas reuniones, prosigue, fue la supeditación del proceso, impuesta por Javier López Peña, Thierry, frente a Josu Ternera, a un acuerdo político previo sobre el País Vasco entre el Gobierno y ETA. Y añade: “Comprobamos poco después que esta solución política consistía en la incorporación de Navarra al País Vasco mediante un único Estatuto de autonomía, aprobado en un referendo y con el voto cautivo del PSE”.

Gómez Benítez valoró las tensiones entre Josu Ternera, defensor de la negociación, y Thierry, que quería imponer su propuesta política. Cuando en la siguiente ronda de reuniones del 11 y 15 de diciembre en Oslo —por mediación del Gobierno noruego— apareció Thierry sin Josu Ternera, concluyó que los contrarios a la negociación se habían hecho con el control de ETA. Gómez Benítez revela que en ese momento su delegación perfiló una estrategia: “Intentar que Batasuna rompiera su dependencia de ETA. Ese sería, a nuestro entender, el principio del final de ETA. Tratamos de demostrar a Batasuna que podían intervenir como actores políticos si se distanciaban de ETA y que a Thierry no le interesaban propuestas sobre Batasuna y los presos. Solo le interesaba el acuerdo político”.

El negociador revela cómo en una de las conversaciones secretas con Thierry, este le propuso una vía de desbloqueo: “Que nosotros dos, en nombre del Gobierno y ETA, tuviéramos una reunión secreta con un representante de Batasuna e intentáramos un acuerdo político que no se divulgaría y se depositaría en el Centro Mediador Henry Dunant o en el Vaticano. Le contesté que se lo trasladaría al Gobierno. No hubo respuesta porque a los 15 días, ETA estalló una bomba en la T-4 de Barajas [el 30 de diciembre de 2006], que asesinó a dos inmigrantes ecuatorianos”.

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José Manuel Gómez Benítez, en el módulo D del parking de la T4 del aeropuerto de Barajas, el 14 de abril.
José Manuel Gómez Benítez, en el módulo D del parking de la T4 del aeropuerto de Barajas, el 14 de abril. Claudio Álvarez

Gómez Benítez cree que ETA no pretendía romper la negociación sino condicionarla. “Thierry nos dijo que querían demostrar que no estaban derrotados y forzar al Gobierno a ceder ante sus propuestas. Consiguieron el efecto inverso en el Gobierno y abrieron una brecha profunda con Batasuna, que fue muy crítica con el atentado”.

Tras el coche bomba de la T-4, ETA envió mensajes al Gobierno a través del Centro Henri Dunant. Insistía en que pretendía reanudar las conversaciones. “Además, el primer ministro británico, Tony Blair, y dirigentes del Sinn Féin insistieron en que no rompiéramos el contacto. Ellos lo mantuvieron, pese a los atentados, cuando negociaron la paz con el IRA que concluyó con el Acuerdo de Viernes Santo”.

Salvar la situación

Gómez Benítez, como jefe de la delegación, fue el encargado de trasladar la posición del Gobierno a Thierry durante los encuentros del 30 y 31 de marzo y del 1 de mayo de 2007: “Mis primeras palabras fueron que con el atentado habían roto la negociación. Les dije que no estábamos en proceso de paz ni tenían protección como negociadores; que asistía al contacto solo para exigirles un comunicado que demostrara que en ETA se había impuesto la negociación sin violencia”.

“ETA respondió —relata Gómez Benítez— que la única forma de salvar la situación era una estrategia política común y un acuerdo de no agresión por parte del Gobierno. Yo sabía que no agresión era no detener, etc... No entré en ese debate. No acepté nada y les emplacé a emitir un comunicado que demostrara que en ETA se había impuesto la vía no violenta”.

La banda terrorista publicó el comunicado en mayo comprometiéndose a negociar sin violencia. “Su publicación, pese a sus matices preocupantes, y cinco meses sin atentados ni contrapartidas por nuestra parte decidieron al Gobierno a aceptar la propuesta del Centro Henri Dunant para celebrar otra ronda de conversaciones en mayo de 2007 en Ginebra”, relata Gómez Benítez.

Las reuniones se celebraron entre el 14 y 16 de mayo con dos mesas simultáneas: una política entre Batasuna y PSE, y otra técnica del Gobierno y ETA, con observadores internacionales: Jonathan Powell, jefe de Gabinete de Tony Blair; representantes del Sinn Féin, del Gobierno noruego y del Centro Henri Dunant. Gómez Benítez reconoce que la situación era muy complicada porque el acuerdo con ETA era prácticamente imposible y tenía, a su vez, supeditada a Batasuna. Su objetivo en las reuniones era demostrar a Batasuna la imposibilidad de acordar con ETA ante los observadores internacionales. Por ello, cree que fue un error que el Gobierno y ETA no intervinieran en la mesa política del PSE y Batasuna. Confiesa que Jonathan Powell, que tenía mucha experiencia negociadora en Irlanda del Norte, se lo reconoció tras la primera sesión y vaticinó que acabarían rompiendo.

Tras conversar con Powell, se reunió informalmente con representantes de Batasuna para evitar que esta ruptura se produjera. “Entonces decidí empezar las reuniones entre el Gobierno y ETA para demostrar a Batasuna que sin un avance con ETA en temas ajenos al acuerdo político este, en caso de ser posible, sería inútil. Fueron las reuniones más tensas que mantuve. Thierry no estaba interesado en los presos sino en forzar el acuerdo político”.

La siguiente reunión entre el PSE y Batasuna terminó sin acuerdo y se rompió la negociación. Gómez Benítez señala: “ETA ya había anunciado que si los partidos no llegaban en esa reunión al acuerdo político que pretendía imponer, la negociación quedaría rota”. ETA insistía en la unión de Navarra con Euskadi por un referendo a plazo fijo y con el PSE comprometido.

Gómez Benítez revela que hizo un último esfuerzo para salvar la negociación. Convocó a la mañana siguiente a los mediadores internacionales y al PSE. “Me salté las instrucciones de Rubalcaba de no implicar al Gobierno en la negociación política. Había que intentarlo. Los mediadores y observadores trasladaron la propuesta a ETA y a Batasuna. Luego nos dijeron que [el líder de Batasuna Arnaldo] Otegi mantuvo que había que seguir, pero Thierry dijo que se había acabado. El posicionamiento de Otegi frente a ETA demostró que el esfuerzo había merecido la pena”.

Gómez Benítez defiende la utilidad del proceso negociador: “Sirvió para conocer mejor a ETA, debilitarla y separarla de Batasuna. Allí empezó el final de ETA”. En línea con José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba precisa que “con el atentado de la T-4 comenzó el enfrentamiento de Batasuna y ETA. Para ello fue importante también el proceso negociador con ETA de 2006 y 2007, como mostró la posición de Otegi favorable a la negociación y en contra de la ruptura impuesta por ETA”.

En 2009, las bases de Batasuna, a propuesta de Otegi, votaron el rechazo a la violencia y en 2011 fue legalizada porque sus nuevos estatutos la rechazaban. “El final del terrorismo en 2011 sin ninguna contrapartida del Gobierno de Zapatero y la disolución de ETA en 2018 no me sorprendieron. Era cuestión de tiempo. ETA había salido muy tocada policial y políticamente de la negociación de 2006 y 2007 al perder el apoyo de Batasuna”.

José Manuel Gómez Benítez fotografiado donde murieron las dos víctimas en el atentado de ETA de la T4 en 2006.
José Manuel Gómez Benítez fotografiado donde murieron las dos víctimas en el atentado de ETA de la T4 en 2006.Claudio Álvarez

Gómez Benítez comprendía que “la mayoría de las víctimas no aceptaban el mero hecho de la negociación con ETA”. “Respetaba su sufrimiento, pero asumí su incomprensión porque lo que me movió fue evitar más víctimas”. Y se muestra muy crítico con la derecha político-mediática. “Su campaña contra la negociación fue furibunda sin saber aún de qué hablábamos. Tuve la sensación de que prefería que ETA siguiera matando antes de aceptar que el PSOE conseguía acabar de forma negociada con el terrorismo cuando Aznar lo había intentado con el apoyo del PSOE”.

Revela que debido a los ataques personales que recibió desde ese ámbito, Pérez Rubalcaba le reforzó la escolta. “Mi seguridad no solo peligraba por ETA; también por la extrema derecha. Sufrí una campaña de desprestigio personal, incluidas informaciones falsas sobre mis intervenciones. Me calificaron de vendepatrias y me pusieron una querella por cooperación con banda armada que el Tribunal Supremo desestimó”.

Gómez Benítez concluye: “El encanallamiento de la vida política, la polarización en vez del debate racional, la desatención al legado a transmitir a los jóvenes, la ausencia de sentido de Estado y de la historia, y su sustitución por la pugna entre intereses puramente partidistas han provocado que la derecha no quiera reconocer que fueron otros, no ellos, quienes acabaron con ETA”.

“Para ellos, matar solo era un medio para conseguir un fin”

“La impresión que me causaron desde el principio fue que su fuerza consistía, sobre todo, en su convicción sin fisuras y en la ausencia de límites a su voluntad. Para ellos matar no era más que un medio para conseguir un fin”. Así desgrana el negociador Gómez Benítez su impresión sobre los dirigentes de ETA con los que compartió muchas horas entre septiembre de 2006 y mayo de 2007. “Para entenderlos —continúa— era imprescindible dejarlos hablar mucho tiempo. Su vida en clandestinidad provocaba que sus discursos fueran confusos, reiterativos. No estaban acostumbrados a exponerlos más que ante ellos y con muchas limitaciones. Solían repetir mensajes simples, propagandísticos”.

El negociador comprobó que consideraban su actividad como “una mezcla de milicia, trabajo y actividad mercantil”. Por ejemplo, cuando les reprochó el incumplimiento del compromiso de no cobrar el “impuesto revolucionario”, contestaron que lo exigían a quienes no lo habían pagado antes de la tregua. “Lo decían con la lógica de quienes son acreedores legítimos de una deuda”.

Gómez Benítez distingue entre Josu Ternera y Thierry. Confiesa que “Ternera tenía capacidad política y confiaba en la negociación como vía”. De Thierry dice que “además de nada dotado para negociar era extremadamente violento”. Cuenta cómo un atardecer, tras muchas horas de reuniones, los negociadores gubernamentales se sentaron a charlar al aire libre. “A los pocos minutos oímos unos gritos. Thierry gritaba ‘¡evacuación, evacuación!’ mientras corría hacia nosotros y detrás de él un mediador. Zarandeó a uno de los nuestros y hubo que contenerlo. Su reacción fue consecuencia de una broma intrascendente de un mediador que entendió como una amenaza a su seguridad”.

El negociador recuerda que una de las frases favoritas del jefe etarra era “si esto no avanza, ya sabéis... pum, pum, patas arriba”, mientras simulaba una pistola con su mano. “Su tendencia a poner muertos y amenazas de muerte sobre la mesa era patológica hasta que un día, al decir que habían tenido en el punto de mira a un juez de la Audiencia Nacional, me harté y le dije que si volvía a hacerlo no volvían a vernos. Lo dejó sin palabra. No volvió a hacerlo”. Y recuerda: “Poco antes de la ruptura me dijo que las armas del Gobierno eran la detención y la prisión, y las de ellos, las pistolas y que si a él le detenían, ya sabía qué me pasaría a mí”.

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