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La autodeterminación, el muro con el que siempre se choca ERC en todas las reuniones con el PSOE

Los socialistas son tajantes: jamás aceptarán un referéndum que la Constitución impide

Pedro Sánchez recibe a Pere Aragonès en julio en La Moncloa.Foto: ANDREA COMAS | Vídeo: EFE
Carlos E. Cué

El PSOE y ERC llevan decenas de horas de negociaciones detrás. Desde diciembre de 2019, cuando empezaron a hablar para pactar la investidura de Pedro Sánchez —entonces solo se buscaba una abstención de ERC, ni siquiera un voto afirmativo— distintos interlocutores de los dos partidos se han visto en múltiples formatos. Negociadores de la investidura, gestiones de Gobierno a Govern, charlas discretas, viajes furtivos a Madrid, encuentros en La Moncloa, en hoteles, en la Generalitat, en el Congreso. Mesas de diálogo oficiales, convocadas con periodistas esperando. Otras mucho más secretas. Reuniones largas y cortas. Discusiones muy concretas sobre leyes y otras mucho más generales sobre el futuro de Cataluña. Una y otra vez, ERC siempre se ha encontrado con el mismo muro: el PSOE, un partido fundador del pacto constitucional, que sigue reivindicando como un elemento básico de sus fundamentos políticos, y que apoyó la aplicación del artículo 155 de la Constitución con Pedro Sánchez ya de secretario general, nunca aceptará un referéndum de autodeterminación que va contra la esencia de la Constitución: su artículo 2 (“La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”).

Por más vueltas que le da, y le ha dado muchísimas, ERC solo ha logrado que los socialistas admitan su derecho a plantear la autodeterminación en las reuniones de las mesas de diálogo, algo que se pactó desde el principio de la legislatura, pero dejando claro que ese es un camino sin salida, porque no hay posibilidad de avanzar ninguna negociación por ahí. Cada vez que los representantes de los republicanos ponen eso encima de la mesa en las reuniones, y lo hacen siempre, los socialistas les contestan lo mismo: “por ahí no podemos avanzar, conocéis nuestra posición y nunca va a cambiar. Ningún representante del PSOE va a aceptar jamás un referéndum de autodeterminación”. No es lo que piensan los representantes de Unidas Podemos, que también se han sentado en esas mesas —antes Pablo Iglesias y ahora Yolanda Díaz— y sí apoyan la posibilidad de un referéndum. Pero en las reuniones hay una posición unánime del Gobierno de coalición, y esa es la de rechazo frontal al referéndum.

ERC lo sabe, por eso en el Gobierno interpretan los últimos movimientos de los republicanos, colocando el referéndum de nuevo en el primer plano y fijando condiciones de participación y resultados, como un movimiento interno para el mundo independentista. En parte, este mira con recelo la negociación de la reforma de la sedición y la malversación, porque aunque se reduzcan mucho las penas, algo que ayuda a los líderes del procés, por otro lado también se ve que ERC está asumiendo unos cambios legales que indirectamente implican que lo que se hizo en el desafío soberanista fue delictivo. Esto lo sigue negando a diario el propio Oriol Junqueras.

Durante estos tres años de legislatura, en los que ERC ha sido decisiva y la mesa de diálogo ha sobrevolado siempre sobre la política española, se ha hablado muchas veces de este asunto. Pero todas las discusiones llegan siempre al punto de partida: el texto que se firmó para la investidura entre el PSOE y ERC en enero de 2020. Ahí estaba todo, los avances, los límites y las posibles salidas, incluida la que plantea Salvador Illa, esto es, la de una consulta democrática después de un acuerdo, como sucedió cuando se cambió el Estatut en 2006, y no un referéndum de autodeterminación, en el que no se votaría un pacto sino una discrepancia insalvable: independencia sí o no. Es la posición del PSC desde 2013, y es la vía que siempre defendió el PSOE desde la época de Alfredo Pérez Rubalcaba: votar un acuerdo, como se hizo con la Constitución o el Estatut, y no una división.

En este texto fundacional de enero de 2020 firmado por PSOE y ERC está todo. “Partimos del reconocimiento de que existe un conflicto de naturaleza política en relación al futuro político de Cataluña. Como cualquier conflicto de esta naturaleza, solo puede resolverse a través de cauces democráticos, mediante el diálogo, la negociación y el acuerdo, superando la judicialización del mismo”, señalaban entonces. Y ahí es donde el PSOE estaba dispuesto a avanzar, y lo ha hecho finalmente mucho tiempo después: por “desjudicialización”, los republicanos entendían amnistía, los socialistas cambio en la posición de la abogacía del Estado, indultos y reducciones de penas, que es lo que finalmente han hecho, pero no impunidad.

“Por ello, adoptamos el compromiso de crear una mesa de diálogo, negociación y acuerdo entre Gobiernos, que partirá del reconocimiento y legitimidad de todas las partes y propuestas y que actuará sin más límites que el respeto a los instrumentos y a los principios que rigen el ordenamiento jurídico democrático”, continuaba el texto. Ahí hubo una cesión importante del PSOE para avanzar: no se usa la palabra Constitución, el gran límite al referéndum, pero los socialistas lo aceptaron porque entendían que con la fórmula “los principios que rigen el ordenamiento jurídico democrático” estaban en el fondo diciendo lo mismo: que no se puede ir más allá de la ley, que impide el referéndum.

“Con Pedro Sánchez no”

Como sigue habiendo dudas, y ERC aprovecha que el Gobierno ha cedido en sedición y malversación para alentar la posibilidad de que también acepten el referéndum, las palabras de Illa en El Confidencial sobre una consulta para votar un acuerdo generaron confusión, y el propio primer secretario del PSC tuvo que salir tajante a matizar: “Le pido a ERC tenga el coraje de decirle a los ciudadanos de Cataluña que no habrá referéndum de autodeterminación”. Uno tras otro, los ministros consultados en los pasillos en el Congreso repetían la misma idea: “Ya le digo yo que con un Gobierno de Pedro Sánchez no habrá un referéndum de autodeterminación en Cataluña”, remató María Jesús Montero, ministra de Hacienda.

Entonces, ¿cuál es la salida política que propone el PSOE? La vía Rubalcaba, la de siempre, la misma que en 2006: negociar entre los partidos catalanes un acuerdo, ya sea político, fiscal, de mayor autonomía, el que sea, cuyo vehículo jurídico natural sería una reforma estatutaria, algo que ERC rechaza de plano por insuficiente. Y después someterlo a votación. De nuevo, todo está en ese documento inicial del pacto de investidura: “En este espacio deberán buscarse acuerdos que cuenten con un apoyo amplio de la sociedad catalana. En este sentido, ambas partes se comprometen a impulsar la efectividad de los acuerdos que se adopten a través de los procedimientos oportunos. Las medidas en que se materialicen los acuerdos serán sometidas en su caso a validación democrática a través de consulta a la ciudadanía de Cataluña de acuerdo con los mecanismos previstos o que puedan preverse en el marco del sistema jurídico-político”. Otra vez, palabras ambiguas para contentar a todos y poder avanzar, pero con un muro insalvable encima de la mesa: el referéndum de autodeterminación es inviable y el PSOE, partido clave del pacto constitucional, nunca lo aceptará. Es casi lo único en lo que Sánchez y los suyos no se han movido una línea y aseguran que no lo harán nunca.

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