El Pequeño Nicolás vuelve al banquillo: “Yo no soy el más malo del mundo”
Gómez Iglesias, que coquetea ahora con el mundo de las criptomonedas, conversa con EL PAÍS sobre sus dos juicios pendientes. Uno de ellos empieza mañana martes
A Francisco Nicolás Gómez Iglesias, más conocido como El Pequeño Nicolás, siempre le ha gustado la vida virtual. En los últimos meses, se deja ver en eventos multitudinarios de criptomonedas y asegura que sus proyectos de futuro pasan por el “metaverso”; pero antes ya construyó su propio mundo. Un universo irreal plagado de mentiras e identidades falsas, que vuelve a toparse con la realidad. Y con la justicia. Desde mañana martes, la Audiencia de Madrid prevé acoger la cuarta vista oral contra él. Con 28 años, una absolución y dos condenas ya de cárcel, el otrora joven “con carita de bueno” —Esperanza Aguirre dixit— se enfrenta ahora a otra petición de la Fiscalía de seis años de prisión por hacerse pasar por agente del CNI y asesor del Gobierno para estafar a un empresario medio millón de euros. “Yo no soy el más malo del mundo”, se defiende él.
—Tiene ya experiencia. Pero, ¿cómo afronta este nuevo juicio? —le pregunta EL PAÍS durante una conversación telefónica.
—Cada juicio es como un partido de fútbol. Lo tienes que jugar de diferente manera, con diferentes estrategias...
En este caso, el ministerio público mantiene que El Pequeño Nicolás contactó en octubre de 2014 con el empresario Francisco Javier Martínez de la Hidalga, ante el que se “hizo pasar por miembro del equipo de trabajo” de la entonces vicepresidenta del Ejecutivo, Soraya Sáenz de Santamaría (PP), y por agente del CNI. Tras mantener varias reuniones, primero “le persuadió del interés del Gobierno de España en ayudarle” a vender una finca que tenía en Toledo: “Incluso, llegó a mencionar como posible comprador a una autoridad de Guinea Ecuatorial. Le pidió 300.000 euros en concepto de intermediación”. Pero después, según la acusación, sus intenciones fueron mucho más allá.
El fiscal asegura que Gómez Iglesias, con el objetivo de “obtener un ilícito beneficio económico”, ideó “un plan para apoderarse de los activos financieros” del empresario, “que ascendían a más de 500.000 euros”. Según expone en su escrito de acusación, como el joven sabía que Martínez de la Hidalga estaba preocupado por un expediente que la Agencia Tributaria le había abierto por importe de cinco millones de euros, lo engañó diciéndole que Hacienda “ya había decretado el embargo” de sus cuentas; pero que, si colaboraba en una investigación contra un funcionario, evitaría que se ejecutase. Eso sí, además, lo convenció para acudir a una oficina de su banco para sacar todo el dinero —aunque apenas logró 25.000 euros, debido a las sospechas e impedimentos que puso el director de la sucursal—. Era el 10 de octubre de 2014. Solo faltaban cuatro días para su arresto.
Pese a las imputaciones, el veinteañero confía en salir victorioso: “Se va a juzgar una presunta estafa donde no hay denunciante”, afirma, en referencia a que el empresario no lo acusa: “Él y su esposa han dicho que nunca se sintieron estafados, ni engañados”. Su letrado, Juan Carlos Navarro, también cree que esta baza jugará a su favor, aunque tendrá por delante la tarea de tirar abajo otros dos delitos que le atribuyen: usurpación de funciones y falsedad documental. “Elaboró varios documentos oficiales mendaces, utilizando los escudos y emblemas de la Presidencia del Gobierno, Casa Real y CNI”, mantiene Podemos, personado como acusación popular y representado por la abogada Marta Flor, que explica cómo El Pequeño Nicolás acudía a la copistería Workcenter para confeccionar sus falsificaciones.
La amenaza de entrar en prisión
La defensa del Pequeño Nicolás intentará así que su mochila de antecedentes no engorde. Gómez Iglesias acumula dos condenas de cárcel dictadas en 2021 por la Audiencia de Madrid, que se encuentran recurridas al Tribunal Supremo. Le impusieron un año y nueve meses por falsificar el DNI en 2012 para que un amigo se presentase a la Selectividad en su nombre; y otros tres años por hacerse pasar en 2014 por emisario del rey Felipe VI y de Soraya Sáenz de Santamaría durante un viaje a Ribadeo (Lugo), donde almorzó con el presidente de la compañía de transporte Alsa, Jorge Cosmen. Además, en febrero de 2023, tiene otro juicio por crear una red criminal para obtener información confidencial de las bases de datos policiales, en el que la Fiscalía le pide otros nueve años y nueve meses de prisión.
¿Teme acabar entrando en la cárcel? “Todas las posibilidades están sobre la mesa. Unas con más probabilidades que otras”, afirma escueto Gómez Iglesias, que se muestra convencido de que el Supremo anulará su pena por el caso Ribadeo : “Se me condena por un delito de usurpación. Pero en los hechos probados se dice que me hice pasar por un cargo inexistente. ¿Si tú te haces pasar por un cargo que no existe, donde está la usurpación? ¿Y cómo se puede condenar a alguien por un delito de cohecho por una cantidad que no puede precisar?”. “Al final, ¿por qué estoy condenado? Por hacer un viaje a Ribadeo y por no hacer el examen de Selectividad. Y qué más juicios hay: por mirar unas matrículas y por un empresario que no ha denunciado”.
“Yo no soy el más malo del mundo”, subraya El Pequeño Nicolás, que insiste en que su caso se ha sobredimensionado: “El 14 de octubre se cumplieron ocho años de la detención. ¿Qué quieres, tener a alguien preocupado toda la vida por un tema?”.
Su defensa también esgrimirá en la vista del martes, al igual que en las otras causas pendientes, el atenuante de alteración psíquica que le reconoció el tribunal que le juzgó por el caso Ribadeo. Los magistrados concluyeron que “padece un trastorno de la personalidad con características narcisistas y de rasgos inmaduros, así como un trastorno adaptativo con sintomatología ansioso depresiva, situación que le condicionaba la percepción de la realidad, limitando levemente sus facultades cognitivas”. Además, según añadieron los jueces, aunque no pueden concluir por qué, el joven se encontraba movido por “la decidida finalidad de hacerse pasar por una persona importante”.
¿Está de acuerdo? “Evidentemente”, remacha el acusado: “Y lo sigo padeciendo”. “Por una razón, si a los 15 años, que es cuando te empiezas a formar en la edad adulta, te mueves en un círculo de altos cargos que no te corresponde con tu realidad y te hacen creer que tienes un poder que no ostentas, no es que estés loco, pero tienes alterada la percepción de la realidad. No es normal que una persona con 15 años vaya en coche oficial al colegio, o haga un acto con el expresidente del Gobierno”. “Estoy en tratamiento psiquiátrico desde hace bastante”, remachó en uno de sus juicios de 2021. Aun así, no ha evitado la exposición pública en estos años —participó en Gran Hermano VIP—.
—¿Y ahora en qué estás metido? —le preguntó un youtuber hace unos meses.
—No lo voy a decir —respondió tajante Gómez Iglesias.
—En algo, porque la última vez que te pregunté me dijiste algo parecido a...
—Vale, vale... Hablo: metaverso, criptos, NFT...
—¡Noooo...! Me dijiste: ‘Estoy ayudando a tal país a meterse en la Unión Europea y tengo minas en Tanzania’.
—¡Pero que no puedes decir esas cosas, cabrón!
El camino que lleva a Villarejo
No todos los caminos llevan al comisario José Manuel Villarejo, pero muchos sí. También, el trazado por El Pequeño Nicolás, en torno al que gira una tercera vista oral prevista para noviembre. En esta ocasión, no se sentará en el banquillo, pero su figura estará muy presente en el juicio que celebrará la Audiencia de Madrid contra el agente jubilado. La Fiscalía acusa a Villarejo de participar en la grabación y difusión ilegal de una reunión que mantuvo la Policía y el CNI sobre Gómez Iglesias.
La cita se produjo el 20 de octubre de 2014, cuando ya se había detenido al Pequeño Nicolás y habían trascendido sus andanzas. Según el ministerio público, Villarejo aprovechó su condición de comisario adscrito a la Dirección Adjunta Operativa de la Policía —la cúpula del Cuerpo— para averiguar que se iba a producir el encuentro y, entonces, "planeó" grabarlo gracias a la ayuda de su mujer, Gemma Alcalá, y de un periodista, Carlos Mier, que trabajaba en Información Sensible, web propiedad de la trama.
"Quería obstaculizar, entorpecer o bloquear la investigación en curso [sobre el Pequeño Nicolás]", afirma contundente la Fiscalía, que pide cuatro años de prisión para Villarejo por estos hechos. Los investigadores describen el enrevesado plan tejido para conseguir sus propósitos. Tras saber cuándo se produciría la reunión, Mier llamó a uno de los presentes y, sin que este lo supiera, “activó algún tipo de aplicación informática o software que permitió captar el sonido ambiente sin que pudiera ser advertido”. La grabación fue utilizada dos días después para realizar informaciones publicadas en Información Sensible.
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