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¿España deja atrás a sus jóvenes? Cómo han pasado a ser el grupo de edad con más pobres

El 32% de la población de entre 20 y 29 años está en riesgo de pobreza o exclusión social, frente el 16% de los mayores de 65 años. Entre las causas está el mercado de trabajo, precario desde hace décadas; entre sus consecuencias, que dos de cada tres jóvenes viva con sus padres

Riesgo pobreza de jóvenes y mayores
Riesgo pobreza de jóvenes y mayores

España es un país mejor hoy que hace 30 o 40 años. Los jóvenes viven en una sociedad más rica que la de sus padres o sus abuelos, más sana, más cosmopolita y mucho más libre. Pero ese progreso no impide señalar lo que no funciona: la juventud española enfrenta problemas que se arrastran desde hace décadas, como el desempleo o el abandono escolar, y otros que se han agravado últimamente, como tener que vivir con los padres. A continuación repasamos los datos.

1. Los jóvenes son ahora un colectivo en riesgo de pobreza. Es la prueba de cómo ha cambiado el reparto de las rentas entre generaciones: el grupo de edad con más personas vulnerables económicamente ya no son los mayores o los jubilados, sino los jóvenes de 20 a 29 años.

El cambio se produjo en la crisis de 2010. Desde entonces el porcentaje de personas en edad de jubilarse que viven con rentas relativamente bajas o en riesgo de exclusión se ha reducido a la mitad, pasando del 31% al 16%. Pero con los jóvenes ha pasado justo lo contrario, que han empeorado: hoy uno de cada tres adultos de entre 20 y 29 años vive en situación vulnerable.

Además hay subgrupos en peor situación, como subraya Pablo Simón, editor del informe Juventud en España: “Los jóvenes no son un todo homogéneo, no todos son igual de vulnerables”. El riesgo de pobreza o exclusión es el triple para la gente que no acabó el instituto que para los universitarios; igual que es más probable que tengas un buen trabajo si tus padres también lo tuvieron. Otro caso extremo son los jóvenes de origen inmigrante, porque casi la mitad está en riesgo de pobreza (un 45%, frente al 20% de los nacidos en España).

Esta métrica de riesgo mide en parte la desigualdad. Los miembros de un hogar se encuentran en riesgo si sus ingresos están por debajo del 60% de la mediana del país, después de ajustar por el número de personas. También si tienen privaciones severas o si viven en hogares donde falta trabajo con intensidad. Es decir, que un tercio de los jóvenes son pobres en alguno de estos sentidos, y eso tiene consecuencias, como veremos, pero también una causa antigua: un mercado de trabajo disfuncional.

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2. La constante: España sufre un desempleo anormal en Europa. Es un asunto recurrente, pero eso no lo hace menos importante. Nuestro país tiene una de las peores cifras de paro y temporalidad del continente. También para los jóvenes: casi un 30% está desempleado (la cuarta peor cifra de Europa, solo detrás de Montenegro, Grecia y Macedonia) y la mitad de los que trabajan lo hacen con contratos temporales en lugar de indefinidos (más que nadie excepto Montenegro).

España lleva varias décadas exhibiendo unas cifras de paro y temporalidad pésimas, sin encontrar nunca fórmulas para resolverlo. En la Unión Europea solo tres países han pasado del 20% de paro alguna vez desde los ochenta: Polonia en 2002, Grecia entre 2013 y 2017, y España en 1985 y 1986, en 1993, 1994, 1995 y desde 2011 a 2015.

También hay diferencias regionales, como muestra el mapa del desempleo en Europa. El sur del continente tiene las tasas de desempleo más alto, en España, Italia, Grecia o Turquía. España tiene 5 regiones entre las 16 con más paro juvenil de Europa: Ceuta y Melilla, que son las peores, seguidas de Andalucía, Extremadura y Canarias.

3. Los jóvenes viven con sus padres cada vez más tiempo. España vuelve a destacar (para mal) en sus cifras de emancipación. Hace 15 años la mitad de los jóvenes de 25-29 años vivía con sus padres, una cifra alta pero que desde entonces ha aumentado al 64%. Es decir, que dos de cada tres jóvenes viven con sus padres. En Europa solo tienen cifras peores Italia, Grecia y algunos países balcánicos como Montenegro. Quedan lejísimos los países nórdicos, donde apenas el 5% de los jóvenes sigue en el hogar familiar, pero también países próximos como Francia (17%), Reino Unido (25%) o Alemania (30%).

Un motivo para este retraso es el dinero. Lo dicen los propios jóvenes: el 75% confirma que si no se ha marchado de casa es por falta de estabilidad económica, según la encuesta de Injuve de 2019. Y sabemos por estadísticas oficiales que muchos de los que se logran emancipar lo hacen con ingresos bajos: el 32% de los jóvenes que se han independizado están en riesgo de pobreza, frente al 18% de los que siguen con sus padres.

Los que sí se han marchado, cuando se les pregunta, explican que lo hicieron porque tenían medios o porque se marchaban a estudiar fuera. Es un dato evidente, pero que de nuevo nos recuerda que dentro de los jóvenes también hay clases.

4. Los hogares jóvenes se han empobrecido. Otra señal de sus dificultades la encontramos fijándonos en los que sí han salido de casa. En España hay un 4% de hogares donde el sueldo principal lo aporta un hombre o una mujer de 20 a 29 años. Esos hogares eran los más ricos en 1990 y ahora se han convertido en los que tienen menos presupuesto.

5. Jóvenes lastrados en un país que es mejor. El gráfico anterior resumía una aparente paradoja: muchos hogares jóvenes se han empobrecido en comparación con los de sus padres ahora, pero al mismo tiempo es cierto que muchos españoles son más ricos que hace tres décadas.

Nuestro país está lejos de ser perfecto, pero es difícil negar su progreso desde los años ochenta y noventa, cuando eran jóvenes los padres de los jóvenes de hoy. Como muestran los datos de la última tabla, España es más sana (vivimos nueve años más), más rica (la renta media se elevó un 50%) y más libre (casi nadie dice ya que le parece mal el divorcio ni la homosexualidad).

Quizás el reto está en repensar el reparto generacional. Si imaginamos un joven privilegiado de 27 años, quizás un opositor que querría ser otra cosa, es fácil sentir que nuestra sociedad lo trató mejor como el hijo de sus padres que como el padre de sus futuros hijos. Y si pensamos en alguien desfavorecido, quizás una joven que tuvo que trabajar nada más llegar de otro país, tenemos que comprender que estará entre los más vulnerables de nuestro país. Sus problemas los sufren sobre todo ellos, pero la reflexión puede ir más allá porque las oportunidades que les faltan las pagarán sus hijos y quizás muchos de nosotros.


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