26 años esperando en Cedillo un puente que conecte España y Portugal
Un municipio cacereño está incomunicado desde 1995 con el país vecino. El Gobierno portugués financiará con fondos europeos la construcción que unirá ambos países en 2022
El municipio de Cedillo (Cáceres, 428 habitantes) lleva 26 años esperando un puente que conecte España con Portugal. “Somos pueblos hermanos separados absurdamente, esto torpedea relaciones comerciales y personales”, resume el alcalde socialista Antonio González Riscao, que lleva gobernando desde 1987, en referencia a su municipio y el de Montalvão, a solo 13 kilómetros de distancia, aunque a 120 kilómetros de distancia en coche. Los ha recorrido Carlos Rebelo, de 52 años y originario de la localidad portuguesa, asumiendo así esos “kilometriños” para recibir la vacuna y ver a sus amigos españoles. Otra opción es subirse a “la barca patera”, conducida por Juan Manuel Rodrigues, un portugués de 61 años que se mudó a Cedillo al casarse con la cacereña Isabel Piris, de 62, con la que tiene una hija. Ambos lamentan la pérdida de contacto con la familia de él y depositan la esperanza en el 2022: el pasado abril, el Gobierno portugués confirmó que financiará con fondos europeos la construcción, que unirá ambos países el próximo año.
En un impresionante entorno montañoso, donde varios afluentes se unen, está el embalse de Cedillo, un colosal puente de hormigón gestionado por la empresa Iberdrola que actúa como tapón entre ambos países. La separación se acentuó en 1995 y coincidió con la entrada en vigor del acuerdo de Schengen, que permite el libre tránsito de personas y mercancías dentro de la Unión Europea. En ese año, Iberdrola decidió por cuestiones de seguridad que ya no podrían cruzar los 300 metros de vía que recorren la central hidroeléctrica y unen ambos lados. La empresa recuerda que se trata de una vía privada y, por tanto, no está diseñada como vía pública debido a la peligrosa maquinaria. “Cuando todo se abría, aquí se cerraba...”, suspira resignado el alcalde del pueblo.
Cedillo comparte historia, tradiciones, cultura e incluso parentescos y matrimonios con pueblos y gentes del otro lado de los ríos Tajo y Sever. Marina Sánchez y Benvinto Carapeto, extremeña y portugués, de 32 años ambos, se casan en junio: “Nos conocimos porque él es de Castelo de Vide (Portugal) y trabaja en Dehesa (Cáceres), así que descansaba en Cedillo”. Los dos llevan escuchando hablar del puente desde pequeños, ya que sus padres sufrían la separación. La pareja tiene dos hijas en común y cuenta con tristeza que les afecta la “inevitable” distancia con la familia portuguesa. “Mi madre sólo puede ver a las niñas los fines de semana”, lamenta Benvinto.
Sánchez recuerda a su abuela María de Grassa, portuguesa, que recorría “a pata” los kilómetros necesarios. “Nunca hemos tenido puente, pero antes de la presa, por lo menos se podía sortear el río Sever”, explica la joven. Con la inauguración del embalse por el régimen del dictador Franco, en 1974, esa vía de comunicación quedó cortada al elevar artificialmente el cauce del agua. Actualmente, la presa solo se abre los sábados y domingos, de 10 a 22 horas, cuando un vigilante de seguridad contratado por el Ayuntamiento de Cedillo abre las verjas y permite el paso de vehículos.
“No tiene sentido que una empresa privada gestione una infraestructura pública“, apunta el alcalde. “Es un parche, no soluciona la raíz del problema”, añade el charcutero Quike Piris, de 38 años, que lleva toda la vida en Cedillo y hace “malabares, como todos” para sacar adelante su negocio. “Podría haber más clientes con la frontera abierta entre semana”, critica mientras despacha a clientas como la sexagenaria Angelica Rodrigues, portuguesa que lleva más de cuarenta años en Cedillo y no se pierde un miércoles de mercadillo.
La necesidad de impulsar el comercio y el turismo
En el lado portugués el puente también es objeto de deseo desde hace años. El municipio de Montalvão (442 habitantes) está en una región deprimida que necesita desarrollar el turismo y el comercio para crecer, como señala José Leandro, el vicepresidente de la Cámara de Nisa. Él supervisará la construcción del puente que financia el Gobierno Portugués. “Esperamos concluirlo en 2026, nos urge a todos”, asegura Leandro.
Paulo Monsarto, un comerciante de 50 años que regenta una tienda de alimentación, señala la importancia de las relaciones comerciales para potenciar el desarrollo de la localidad: “No solo hablamos de dinero, también del crecimiento de dos regiones hermanas”. El panadero Sergio Pereira, de 50 años, viaja a menudo a España para vender su género en ambos lados e incide en que “el mercado es más que un negocio, también es un modo de vida y tiene que ver con una cultura local”.
Blanca González, trabajadora de 19 años en una frutería de Cedillo, pide oportunidades para los jóvenes: “La conexión entre ambos países ayudaría mucho”. Y añade: “Estamos hartos de batallas políticas, nos interesan las soluciones reales”.
La batalla política con el proyecto
El diputado del PSOE y portavoz de Transportes y Movilidad en el Congreso, César Ramos, ha defendido el proyecto del puente junto con Luis Moreira Testa, diputado portugués, y asegura que el PP lo ha “bloqueado”. El conflicto político se remonta al año 2011, cuando el Partido Popular obtuvo la presidencia de la Diputación de Cáceres y renunció a utilizar unos fondos europeos que había conseguido el gobierno socialista para construir el puente entre España y Portugal que permitiera comunicar a los vecinos de los dos lados de la Raya. “Los fondos no se podían recuperar y se perdieron”, lamenta Ramos. Laureano León (PP) rebate su versión y explica que rechazaron el proyecto porque no veían compromiso por parte del Gobierno portugués y lo veían insuficiente: “En un contexto de crisis, la unión de dos poblaciones de apenas 500 habitantes no nos parecía un asunto prioritario”.
En los corrillos del PP llamaban al proyecto “El puente de Morales”. El aludido, Miguel Ángel Morales, vicepresidente de la Diputación de Cáceres entre 2003 y 2011 y natural de Cedillo, es tajante: “El PP sabía que el Gobierno portugués estaba dispuesto a cubrir todo el presupuesto”. Y añade: “Siempre defendí que con la construcción del puente conectábamos pueblos, pero fundamentalmente uníamos a personas y dábamos un impulso económico”. El PSOE regresó a la diputación en 2015 y volvió a solicitar la misma subvención para el período 2014-2020, pero Europa la denegó. “Esto sucede en Extremadura, si fuera en Cataluña o en el País Vasco no pasaría”, desliza Morales.
El reto de conectar e impulsar zonas deprimidas
Los más mayores, como Zelia Carrillo, de 67 años, miran al futuro con escepticismo. “La presa terminó con muchas relaciones, hemos perdido lazos culturales, comerciales y sociales”, resume Carrillo. “Ojalá nuestros nietos no sufran el aislamiento actual”. En el bar que regenta en Montalvão desde hace 50 años, El Café Paraíso, se mezclan españoles y portugueses que beben y comparten juntos como si fueran familia. La taberna, con una barra de metal y de decoración austera, evidencia la cercanía entre España y Portugal. De los ocho presentes, todos tienen familia o amigos en ambos lados de la Raya. “Emocionalmente ya estamos conectados, solo falta que nos pongan las cosas más fáciles”, resume Zelia mientras mezcla portugués y español. “Hablamos portuñol como hablábamos hace 50 años, hay cosas que no cambian”, asegura mientras despacha a tres españoles que le responden en su lengua natal.
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