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Siete amenazas, quince balas y cinco autores

La investigación apunta a que las cartas intimidatorias recibidas en los últimos días por políticos son obra de personas distintas sin relación entre sí

Óscar López-Fonseca
Imagen del sobre enviado al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, que contenía un texto amenazante y dos proyectiles.
Imagen del sobre enviado al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, que contenía un texto amenazante y dos proyectiles.

El 22 de abril, el exvicepresidente del Gobierno y candidato de Unidas Podemos a las elecciones del 4 de mayo, Pablo Iglesias, informaba a través de su cuenta de Twitter de que en el Ministerio del Interior se había recibido una carta “con amenazas de muerte” a él y su familia. Iglesias mostraba una foto del sobre, la nota y lo que él describía como “4 balas de Cetme [antiguo fusil de asalto del Ejército español]”. En otro tuit, el líder de Podemos revelaba que no había sido la única misiva de estas características, y que el ministro Fernando Grande-Marlaska y la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, también habían recibido envíos postales con munición: la de Grande-Marlaska, con dos proyectiles. La de Gámez, con uno. Las siete balas eran del mismo calibre: el 7,62.

En los días siguientes se interceptaron otras cuatro cartas similares: una remitida a la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto; una segunda dirigida a Iglesias, aunque enviada a la Guardia Civil; una más que tenía como destinataria la candidata del PP al 4-M, Isabel Díaz Ayuso, y, finalmente, un mensaje con insultos al expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. Salvo la dirigida a Maroto, que contenía una navaja aparentemente manchada de sangre, el resto también incluía balas.

En total, 15 proyectiles de cuatro calibres diferentes —ocho del 7,62, dos de 9 milímetros, tres del calibre 22 y dos más del 38—, acompañados, además, de textos muy distintos y elaborados también de maneras diversas. Estos y otros detalles, como el tipo de sobres o los lugares donde fueron depositados en Correos, han convencido a los responsables de la investigación de que detrás de las siete cartas no hay una única persona. La principal hipótesis policial es que puede haber hasta cinco sin ninguna relación directa entre sí. “Las tres primeras son de un único autor. El resto, salvo en el caso del envío a la ministra de Industria, son imitadores de este”, detallan fuentes policiales. “Las amenazas a cargos públicos y políticos no son raras, lo preocupante de estos casos es que iban acompañadas de balas”, destacan estas fuentes, que aseguran que, al menos, en los tres últimos años, no se había conocido un incidente de estas características: “España no es EE UU, y conseguir munición no está al alcance de cualquiera”.

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La amenaza más desconcertante, pero también la que ha sido más fácil de resolver, fue la que recibió el lunes la ministra Maroto. La misiva incluía una navaja dentro de una funda de terciopelo, además de hojas que reproducían una conversación de Whatsapp y anotaciones sin sentido, así como un disco con una carátula de When strangers marry, una película de 1944 protagonizada por el actor Robert Mitchum. El presunto autor del envío, un hombre diagnosticado de esquizofrenia, fue identificado y localizado ese mismo día. Había puesto su nombre y dirección reales en el remitente. Durante el interrogatorio, el hombre aseguró ser “agente secreto”.

Los que aún no ha sido identificados son los autores de los otros seis envíos. En el caso de las tres primeras cartas, un error humano cometido cuando fueron procesadas, el 19 de abril, en el Centro de Tratamiento Automatizado (CAT) que Correos tiene en el barrio de Vallecas (Madrid) ha impedido, hasta ahora, conocer un dato clave: el buzón donde fueron depositadas. En el CAT, todos los envíos que superan los 100 gramos de peso pasan por un escáner de rayos X para analizar su contenido y detectar objetos prohibidos. En ese caso, se identifica la saca en la que llegó y, con ello, el buzón. Sin embargo, y pese a que estos sobres también pasaron por el escáner y este mostró la existencia de siete balas, nadie se percató y llegaron a su destino.

La información del buzón permitiría a los agentes rastrear los vídeos grabados por las cámaras de seguridad instaladas en la vía pública, comercios, sucursales bancarias y estaciones de Metro cercanas para buscar una imagen de la persona que las depositó. También recabar datos de las compañías de telefonía sobre los móviles que estuvieron activos en la zona en aquella jornada.

Mejor suerte ha habido con las pruebas de criminalísticas practicadas a los tres sobres y su contenido. Según detalló el viernes el secretario de Estado de Seguridad, Rafael Pérez, los investigadores han obtenido huellas dactilares y resto de ADN que serán cruzadas con los datos que obran en el Sistema Automático de Identificación Dactilar (SAID) y la base policial de perfiles genéticos en busca de coincidencias que ponga nombre al autor. También se ha identificado la empresa donde se hicieron los proyectiles, que datan de los años 80, y la firma fabricante de los sobres, así como la compañía que los distribuye en España. Lo que no ha arrojado luz es el análisis de la letra que figura en los sobres y las notas amenazantes. Su autor usó una regla de moldes de letra para hacer inútil un estudio grafológico.

Diferente munición

La munición de las otras tres cartas —la segunda que iba dirigida a Iglesias, y las remitidas a nombre de Díaz Ayuso y José Luis Rodríguez Zapatero— era muy diferente y, en opinión de los investigadores, un indicio más de que sus autores son otros. La última misiva, la del expresidente del Gobierno, fue interceptada el miércoles por Correos en Madrid. En su interior aparecieron dos balas del calibre 38 junto a una nota manuscrita con letra temblorosa en rojo con alusiones al político socialista. El sobre no contenía ni remitente ni destinatario (los investigadores concluyeron que era Rodríguez Zapatero por las alusiones de la nota interior). Al haber sido interceptada en las oficinas de Correos, el buzón de Madrid donde se depositó fue rápidamente localizado.

También se conoce dónde fueron echadas al correo las de Ayuso y la segunda de Iglesias. La dirigida a la presidenta madrileña, que tenía como destino la sede del PP en la calle Génova de Madrid, fue depositada en un buzón de la calle Balmes, de Sant Cugat (Barcelona). En su interior apareció, junto a dos balas de 9 milímetros, un texto con amenazas e insultos a la candidata del PP madrileño al 4-M. La carta al líder de Podemos, lo fue desde un buzón de Madrid. En esta última, su autor utilizó, como hizo el de las tres primeras misivas, una regla con molde de letras para escribir la dirección, aunque los investigadores han constatado que se trata de modelos diferentes. Además, el sobre era de otro tipo y tres de las cuatro balas eran del calibre 22. La cuarta era del 7,62.

“Iglesias, ¿a qué estás jugando?”

Uno de los indicios que manejan los investigadores para concluir que todas las cartas no han sido elaboradas por la misma persona son las características de la segunda misiva dirigida a Pablo Iglesias, y que fue enviada a la Dirección General de la Guardia Civil. “Pablo Iglesias Turrión, ¿a qué estás jugando?”, es el arranque de un texto escrito a ordenador —a diferencia de las otras misivas— en el que se hace referencia a la misiva recibida días antes por Reyes Maroto. Según detallan fuentes policiales, el autor intenta con su escrito implicar de manera burda al líder de Podemos en aquel suceso haciendo referencia a supuestos pagos recibidos de él. Estas mismas fuentes se muestran convencidos que el objetivo último del autor era que se difundiera el contenido de la carta y se creará confusión en la opinión pública.

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Sobre la firma

Óscar López-Fonseca
Redactor especializado en temas del Ministerio del Interior y Tribunales. En sus ratos libres escribe en El Viajero y en Gastro. Llegó a EL PAÍS en marzo de 2017 tras una trayectoria profesional de más de 30 años en Ya, OTR/Press, Época, El Confidencial, Público y Vozpópuli. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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