El mejor vino irlandés lo hace un matrimonio español
Una pareja madrileña que lleva 20 años viviendo en la isla posee el viñedo más grande de Irlanda. Sus caldos, favorecidos por el cambio climático, se abren hueco en un país eminentemente cervecero
El condado irlandés de Wexford es el que tiene más horas de sol de toda la isla esmeralda y una de las playas más hermosas del mundo, Curracloe, donde se rodaron las películas Salvar al soldado Ryan y Brooklyn, basada en la memorable novela de Colm Tóibín. Hasta Enniscorthy (ciudad natal del escritor y donde transcurre el inicio de Brooklyn y su secuela, Long Island) peregrinan fans para hacer la ruta por las escenografías de aquel rodaje. Todos acaban en el Bar Stamps, tan parecido al pub que regenta en la ficción el personaje de Jim Farrell, con una guinness en la mano. Una imagen que puede tener las horas contadas porque ya no está tan claro que en Irlanda no pueda beberse otra cosa.
Brisa marina, sol, suelo fértil, cuidados expertos, nuevas técnicas y cambio climático han dado pie a que una pareja de españoles haya creado el primer vino irlandés a escala comercial bajo la marca The Old Roots, con variedades como riesling, chardonnay, pinot blanc, cabernet, pinot noir… y una producción de hasta 10.000 botellas al año.
Ubicado junto al pueblo de Wellingtonbridge, este viñedo de cuatro hectáreas es el más grande de Irlanda. Pertenece a Esperanza Hernández y Jesús Lázaro y tiene una disposición estratégica que maximiza la exposición al sol, factor determinante en un clima históricamente húmedo y nublado. “Está claro que Irlanda no es un territorio vitivinícola, pero eso no quiere decir que no sea posible hacer buen vino”, explica Hernández. “Plantamos el viñedo en 2015 y produjimos el primer vino en 2019. Nuestra relación con Irlanda viene de lejos, hace más de 20 años que tenemos aquí una empresa audiovisual”.
Esperanza y Jesús trabajaron varios años en el mundo de la comunicación, pero, como los personajes de las novelas de Colm Tóibín, buscaron en Wexford un giro vital, aventurándose en un sector distinto y antioxidante. “Hacer vino era recuperar las viejas raíces (The Old Roots). Después de vender nuestros vinos en los mejores hoteles de Irlanda y restaurantes con estrella Michelin, nuestro objetivo es exportar y situarlos en otros mercados, como el estadounidense y el asiático”.
Uno prueba este vino irlandés con carácter atlántico y de estructura, complejidad y sabor sorprendentes, con su gama de notas florales e intensos matices frutales, y está muy de acuerdo con los restaurantes y hoteles que lo compran, pero al mismo tiempo se pregunta cómo se puede fomentar la cultura del vino en un país cervecero. “Cada vez se consume más vino en Irlanda y el consumidor está más formado”, cuenta Hernández. Y ¿qué papel juega en este vino el paisaje irlandés, las particularidades de este mar y de este viento salado? “Nuestros campos estuvieron cubiertos en su día por glaciares y eso se percibe en los sedimentos que dotan al terreno de una personalidad especial. Además, la cercanía al mar da un carácter único a las uvas y el viento nos ayuda a controlar plagas y hongos con un uso muy bajo de fitosanitarios”.
En la creación de este vino han sido capitales tanto el saber hacer de un enólogo como Santiago Jordi (“ha sido una figura fundamental, aportando toda su experiencia y ayudándonos a poner en marcha ideas radicales”) como el cambio climático (y su exceso de calor), algo que, como advierte Esperanza Hernández, puede cambiar las reglas de juego del sector: “Las condiciones en las zonas vitícolas tradicionales están provocando un desequilibrio en la maduración de la uva, y por eso ya hay productores comprando terrenos en lugares como Gran Bretaña”.
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