La agricultura, ese gran invento de la humanidad
Frente a las teorías que ven la actividad agrícola como un error en la historia del hombre, otras señalan que es uno de sus mayores aciertos

El lema de los ingenieros agrónomos es Nihil sine agricultura, “nada sin agricultura”. Pocas veces tres palabras han contenido tanta verdad. Cualquier persona necesita de vez en cuando a un médico, a un farmacéutico, a una abogada, a un profesor o a una fontanera. Pero a un agricultor o agricultora lo necesitamos tres veces al día, cada día. Sin agricultura, la sociedad que conocemos no existiría.
En los últimos años hay una corriente de pensamiento que sostiene que la invención de la agricultura fue el principal error de la historia de la humanidad. Esta idea se inicia en 1954 con la publicación del libro de Marshall Sahlins Economía de la Edad de Piedra, en el que sostiene que una sociedad de cazadores recolectores puede cubrir todas sus necesidades de sustento en unas pocas horas y dedicar el resto de su tiempo al ocio. Por el contrario, una sociedad agrícola tiene que dedicar muchas más horas al día para conseguir los recursos necesarios. Autores más recientes como Jared Diamond y Yuval Noah Harari, entre otros, han recogido esta argumentación. Apoyan esta afirmación en la evidencia arqueológica. Las huellas de los primeros asentamientos neolíticos de sociedades agrícolas han dejado unos restos donde se aprecia la aparición de enfermedades y una esperanza de vida menor, si las comparamos con rastros contemporáneos de sociedades cazadoras recolectoras, donde las señales parecen indicar una mejor condición física. Otro argumento es que el paso de cazadores a agricultores supuso un cambio radical en la dieta, disminuyendo el consumo de proteínas y aumentando el de carbohidratos, lo que provocó un incremento de la obesidad y la aparición de enfermedades como la caries. El hecho de que los asentamientos humanos fueran más grandes también propició la propagación de enfermedades infecciosas. Al margen de que la creación de clases sociales y la división del trabajo entre géneros son propias de sociedades urbanas basadas en la agricultura y son la base de muchas injusticias sociales. Por lo tanto, la humanidad arrastró su gran error hasta que con la revolución industrial y el desarrollo tecnológico pudimos compensar todos los males que nos ha traído la agricultura. Parece una argumentación sólida, pero no lo es.
Pensar que la agricultura fue un error de la humanidad no soporta una mera reducción al absurdo. Si fuera cierto, la especie humana sería la especie más estúpida de la evolución. Si la agricultura es un error, tropezó varias veces con la misma piedra. No fue un invento único y puntual, sino que se creó en diferentes lugares del planeta sin relación entre ellos en un periodo que abarca casi 2.000 años. Tampoco se dio en un corto periodo de tiempo: muchas sociedades compaginaron caza y recolección con actividad agrícola en determinados periodos. Y tenemos ejemplos de sociedades agrícolas que volvieron a ser cazadoras recolectoras, como algunas tribus de nativos americanos cuando consiguieron rifles europeos y dejaron de cultivar para convertirse en cazadores de búfalos. Los kungs del Kalahari pasaron de ser cazadores recolectores a ser pastores en los años setenta del siglo XX.
Otro aspecto que no tienen en cuenta los detractores de la agricultura es que las sociedades agrícolas engloban más individuos y son sedentarias, por lo que suelen dejar más restos arqueológicos que las sociedades nómadas de cazadores recolectores. Cuando nos referimos a los restos arqueológicos, probablemente estamos comparando las sociedades de recolectores más exitosas con las sociedades sedentarias medias, y no estamos viendo la imagen completa. Y otro argumento definitivo es el idioma. Los idiomas ancestrales de los que proceden las principales lenguas se originaron muy cerca de las zonas donde se domesticaron los principales cultivos. Una sociedad agrícola que era capaz de domesticar una planta como el trigo, el arroz o el maíz era una sociedad que tenía más alimento a su disposición, que aumentaba su población, que tenía una ventaja sobre las sociedades rivales y que acababa extendiendo su cultura y su idioma. Así se impusieron las sociedades agrícolas a las cazadoras recolectoras. Por último, olvidan que asegurar la producción de alimentos permitió la especialización del trabajo. Gracias a la agricultura, parte de la sociedad abandonó el sector primario y se dedicó a construir edificios y a desarrollar la ciencia y el arte. Lo tengo claro: la agricultura fue el gran acierto de la historia de la humanidad.
Si saben dónde está el paraíso, ¡vayan!
— Pese a que el hombre ha llegado a la cima de la pirámide trófica y ha sido capaz de quitarse de en medio a los molestos depredadores de humanos que teníamos en la Edad de Piedra, sigue habiendo autores que demonizan la invención de la agricultura. ¿Están adoptando una postura consecuente? Hoy siguen existiendo sociedades de cazadores recolectores, como los hadzas de Tanzania, los inuits del Ártico o las tribus no contactadas de la Amazonia. Los invito a mudarse a vivir entre ellos y dejar las comodidades de una sociedad agrícola como la nuestra. Si saben dónde está el paraíso, ¿por qué no van a su encuentro?
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