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Gauthier Borsarello, diseñador parisiense: “No hay nada menos francés que ‘Emily en París”

El director creativo de Fursac no quiere ropa nueva en su armario. Sostiene que hay que liberarse de la presión de la novedad y que solo entonces podrá alcanzarse eso que algunos llaman estilo y otros ‘je ne sais quoi’. “¿Sabes lo que es muy francés? Usar siempre lo mismo y ver cómo las cosas envejecen contigo. Ser un poco tacaño”, asegura el creador.

Gauthier Borsarello, en su estudio de París entre dos altavoces vintage de madera diseñados por su abuelo.
Gauthier Borsarello, en su estudio de París entre dos altavoces vintage de madera diseñados por su abuelo.Léa Crespi
Karelia Vázquez

A Gauthier Borsarello (París, 36 años) le gusta el pasado. Lo nuevo le parece confuso y desprovisto de vida. Para él es importante cómo las cosas, las personas y las ideas resisten el paso del tiempo. Con similar argumento sostiene que tampoco le interesa la moda y que nunca le ha interesado, a pesar de lo cual aceptó en enero de 2022 el puesto de director creativo de Fursac, una marca prêt-á-porter del grupo SMCP (Sandro-Maje-Claudie Pierlot-Fursac) con un ADN que podríamos describir como tailoring parisiense. Es significativo que la puerta del despacho donde hacemos esta entrevista se mantenga abierta gracias a los varios kilos de un contundente zueco de piel y madera de alguna colección de Dior Homme. Sin culpa ni pudor, Borsarello ajusta la puerta con el complemento de lujo. “Es un regalo”, informa. El zapato en cuestión es perfecto para atrancar una puerta, pero probablemente produzca lesiones dolorosas en el metatarso a quien ose usarlo con frecuencia. Borsarello ni confirma ni desmiente.

En su estudio del número 112 de la calle Richelieu conviven prendas de todas las épocas del siglo XX. Y en su indumentaria de hoy, también. Veamos: una chaqueta que ha sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial, circa 1930, conjuntada con pantalones franceses, zapatos americanos y un abrigo negro de paño de los años cincuenta. Los calcetines y la ropa interior son nuevos, de Fursac. Todo el conjunto suma más años de los que ha cumplido nuestro entrevistado, nacido en una familia de seis hermanos de las afueras de París. Desde los 13 años empezó a coleccionar ropa militar vintage y atesora un conocimiento sólido sobre indumentaria masculina. No solo es capaz de defender su estilismo, sino que puede teorizar acerca de él durante 10 minutos seguidos sentado en un taburete entre dos enormes altavoces de madera que construyó con su hermano, también dueño de una vasta colección de viejas revistas National Geographic que ocupan toda una estantería.

Si no le interesa la moda, ¿por qué aceptó el puesto de director creativo de Fursac?

Por el desafío. Pensé: esto es una marca de trajes para ir a trabajar. No es muy sexy, así que tengo que convertirla en algo más interesante. Para mí ha sido realmente emocionante estar en el desarrollo de todo: la imagen, el marketing, los productos, el merchandising, y empezar desde cero a construir una historia global. Estamos en ello. Vivo obsesionado con la idea de crear una marca de estilo de vida francesa pero muy global. Creo que es importante ser superfrancés en esto. No quiero parecer americano ni asiático, tampoco español o británico. Así que estudio mucho el cine francés, ojeando libros y muchas fotos para intentar definir el estilo de los hombres franceses, que es algo muy confuso. Mi objetivo final es que cuando la gente vea una imagen, incluso una silla o un coche, piense: “¡Eso es tan Fursac!”.

Pues todo el mundo cree que sabe lo que es el estilo francés… Mire Emily in Paris.

Es terrible. En cualquier caso, es más fácil describir el estilo femenino francés que el masculino. En Francia tuvimos un rey que decidía las tendencias de moda, ahora rojo, luego rosa, ahora tacones altos, luego pelucas. Cuando cortamos su cabeza en el siglo XVIII, los hombres se volvieron muy radicales, y se vestían simplemente para su trabajo: el panadero, el carnicero, el funcionario, etcétera. Ir más elegante de la cuenta se consideraba una postura política favorable a la corona, y así fue hasta la Segunda Guerra Mundial cuando los americanos trajeron los vaqueros, las camisetas blancas y la Coca-Cola e importaron el concepto de lo cool. Lo que me divierte es combinar la indumentaria clásica de los franceses con una chaqueta de rock and roll, o mezclar un esmoquin a medida con unos jeans muy gastados. Sería la definición más cercana de lo francés, y lo que vemos en Godard y en las películas francesas de los años sesenta y setenta. Es la mejor época de Francia y lo que yo quiero traer a Fursac.

Chaqueta de piel de la colección de Fursac, con la etiqueta roja que marca la era de Borsarello en la casa.
Chaqueta de piel de la colección de Fursac, con la etiqueta roja que marca la era de Borsarello en la casa.Léa Crespi

¿Y cómo cree que se percibe lo francés fuera de París?

Pretencioso. Las chicas estadounidenses vienen a París y se disfrazan con una boina, un traje de chaqueta impecable y una melena marcada. Exactamente como Emily in Paris. Y no hay nada menos francés que eso. ¿Sabes lo que es muy francés? Usar siempre lo mismo y ver cómo las cosas envejecen contigo. Ser un poco tacaño. Comprarte un buen bolso, un Hermès, y usarlo cada día de tu vida hasta que esté viejo y te irrite seguir usándolo, o llevar el pelo medio sucio y algo despeinado y que no te importe demasiado.

Usted dice que no es “un tipo de la moda”, ¿cómo le gustaría definirse?

Yo hago ropa. Y la diferencia es importante, porque primero desarrollo una pieza y luego le pongo el estilo, yo no diseño siluetas. Hago una chaqueta, la mejor posible, y luego la mezclo con otras cosas. Por eso me veo más como un editor y creador de prendas que como un diseñador de moda. Y toda la gente que me interesa en el mundo de la moda, Massimo Osti, Martin Margiela o Jil Sander, trabaja así. No me gustan los que persiguen el hype y los likes de Instagram. Los que me inspiran no tratan de ser cools todo el tiempo.

¿Cómo diría que ha evolucionado la elegancia masculina?

Me gustaría que hubiera evolucionado más. Mi idea de la elegancia es comprar la mejor ropa según tu estilo de vida, tu trabajo y tu poder adquisitivo. Prendas que expresen con coherencia quién eres, y entonces usarlas el mayor tiempo posible. Porque no vas a tener ningún estilo hasta que no te olvides de lo que llevas puesto, hasta que te acostumbres y dejes de darle importancia.

Entonces, ¿estilo es indiferencia y desdén?

Si compras ropa nueva todo el tiempo, nunca vas a tener personalidad, porque el estilo surge de tener ropa buena que envejece contigo, lo hemos visto en Steve McQueen, Robert Redford o Serge Gainsbourg. Todos mis iconos llevaban ropa vieja. La idea es comprar nuevo, de buena calidad, y usarlo durante 15 o 20 años, porque en algún momento te olvidarás de la ropa y empezarás a vivir en ella. Si uno va tenso porque la chaqueta es nueva y las zapatillas son blancas, ahí no hay estilo y no lo habrá hasta que las zapatillas se ensucien y la chaqueta tenga un hombro medio roído. No hay nada más sexy que alguien en una fiesta con un esmoquin desgastado, inmediatamente piensas: quiero hacerme amigo de esta persona que ha ido a tantas fiestas. Para mí es la elegancia definitiva.

Gracias a su formación como músico clásico —­hace 10 años Borsarello tocaba el contrabajo en una orquesta sinfónica de Toulouse—, usted es un hombre de férreas rutinas. ¿Cómo es un día normal de trabajo en su estudio?

Creo que hay varios tipos de creatividad y la mía necesita un marco. Mi cerebro es un caos. Estoy siempre pensando, mirando a la gente, analizando y sacando conclusiones. Es agotador. Entonces necesito que todo lo demás esté muy estructurado. Por las mañanas llevo a los niños al colegio, cojo el metro, tomo un café en el Starbucks. Llego el primero a la oficina porque me despierto muy pronto por los chicos, y como lo mismo cada día en los mismos restaurantes. Veo muchas películas y muchos libros, no los leo del todo, solo miro las imágenes. Y para nutrirme la calle es mi mejor amiga. Me encanta ver cómo se visten los tipos normales, no los de Le Marais o los que van a los restaurantes caros. Amo a mis primos de los suburbios de París, quiero vestirlos bien a ellos.

La chaqueta bordada a mano es un símbolo de la presencia de Estados Unidos en la Europa de la posguerra.
La chaqueta bordada a mano es un símbolo de la presencia de Estados Unidos en la Europa de la posguerra.Léa Crespi

Usted es un gran coleccionista. ¿A partir de cuántas décadas se puede empezar a hablar de vintage?

Se necesitan al menos 20 años para saber qué es lo mejor de una era. Yo veo ahora una pieza de la década de 2000 y puedo saber con total seguridad, por cómo ha envejecido el tejido, si es historia o un hype. La calidad del tejido, el hilo y las cremalleras nunca engañan.

¿Cuánto tiempo ha estado coleccionando?

Empecé con 13 años a coleccionar ropa militar, luego prendas deportivas, ropa de trabajo e indumentaria punk. Nunca me interesaron los diseños de las grandes casas de moda. Mi padre coleccionaba muebles del siglo XVIII y XIX. De niño solía acompañarlo a los mercadillos. Él me enseñó a mirar, pero odia la ropa, así que yo le enseñé a leer los detalles de las cremalleras y costuras.

¿Cómo gestiona su pasión por lo vintage dentro de una marca como Fursac?

Miro al pasado para estudiar qué tejidos, hilos y cremalleras han envejecido bien y con esa información trato de hacer una prenda que después de 30 o 40 años de uso siga estando perfecta. No me gusta el falso vintage, así que nunca me verás falsear manchas o pátinas, lo que hago se llama deadstock, que es cuando trabajas con tejidos antiguos, por ejemplo de 1913, que nunca han sido usados y han envejecido muy bien. Con esos materiales se hacen piezas perfectas. Yo soy la cobaya de esas prendas, estudio y pruebo cada una antes de hacer algo para Fursac.

Detalles de la colección de chaquetas del diseñador en el estudio de Fursac.
Detalles de la colección de chaquetas del diseñador en el estudio de Fursac.Léa Crespi

¿Es cierto que ha estado obsesionado con los ­Levi’s 501? ¿Cuántos tiene en su colección?

Son piezas muy agradecidas para un coleccionista porque tienen 150 años de vida, y en cada década han sufrido un cambio más o menos radical. Estuve muy obsesionado, pero ya no los uso porque quiero vestirme como un francés, aunque debo tener entre 30 y 35 en la colección. Hubo una época en la que todos los muebles y armarios de la casa estaban tomados por los Levi’s 501, incluso había pilas debajo de los sillones. Igual me he divorciado por eso, porque mi ex estaba muy enfadada. Diría que los iconos de un armario masculino son los vaqueros Levi’s 501, las camisetas blancas de algodón, las core jackets francesas, los mocasines y, espero, las chaquetas de Fursac.

¿Qué tipo de coleccionista es?

Uno totalmente emocional.

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Sobre la firma

Karelia Vázquez
Escribe desde 2002 en El País Semanal, el suplemento Ideas y la secciones de Tecnología y Salud. Ganadora de una beca internacional J.S. Knigt de la Universidad de Stanford para investigar los nexos entre tecnología y filosofía y los cambios sociales que genera internet. Autora del ensayo 'Aquí sí hay brotes verdes: Españoles en Palo Alto'.
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