Delphine Jelk, la perfumista que crea fragancias a medida que cuestan más de 125.000 euros
En este aboratorio se elaboran perfumes personalizados que pueden costar más de un cuarto de millón de euros. Su última creación, Néroli Plein Sud, rinde homenaje a Antoine de Saint-Exupéry
El despacho de Delphine Jelk (Friburgo, Suiza, 46 años), nariz de Guerlain, está ubicado en la penúltima planta de un edificio histórico junto a los grandes almacenes La Samaritaine. Un piso más arriba tiene su laboratorio, un espacio acristalado con vistas a los cuatro puntos cardinales de París: la catedral de Notre Dame, el Sacré Coeur… Curiosamente, el taller donde se crean las fragancias de la maison Guerlain no huele a nada. “Mi equipo y yo no usamos perfumes cuando trabajamos porque pueden interferir en nuestro proceso creativo. Es mejor que no haya ningún olor externo”, explica Jelk, una de las grandes perfumistas de Francia, condecorada en 2021 por el Ministerio de Cultura de ese país con la Orden de las Artes y las Letras por “sus extraordinarios conocimientos olfativos”.
Aquí está prohibido usar perfumes, pero Jelk hace una excepción para dejarnos probar Néroli Plein Sud, su última creación para L’Art et La Matière, la colección de alta perfumería de Guerlain. Una vibrante ráfaga de neroli, la esencia de la flor de azahar, recorre el laboratorio en un instante. El aroma fresco de la naranja se ve sacudido por el calor especiado de la canela, la cúrcuma y el jengibre. La estela aterriza en las notas potentes y amaderadas del vetiver. “Es como viajar al Sáhara. Esa es la magia de un perfume”, apunta Jelk, que siempre soñó con ser alquimista. “Cuando era niña, fantaseaba con crear pociones mágicas”, recuerda.
Al terminar el bachillerato en Friburgo, se planteó estudiar Farmacia, pero finalmente se decantó por diseño de moda en la Escuela Superior de Artes y Técnicas de la Moda de París, la misma donde se formaron diseñadores como Olivier Rousteing y Simon Porte Jacquemus. Pero Jelk nunca perdió la curiosidad por el mundo de las fragancias. Su colección de final de carrera fue una línea de ready-to-wear masculina basada en el cachemir y el lino. Creó un espectáculo multisensorial en el que cada prenda estaba asociada a un aroma. Su propuesta no pasó inadvertida. Después de graduarse, recibió dos ofertas de trabajo: una para diseñar ropa en el taller de Martin Margiela, y otra para ser investigadora de tendencias olfativas en Firmenich, el gigante suizo que domina el negocio de los perfumes y los sabores. “Acepté la segunda. Cada mañana un perfumista sénior me hacía oler materiales en bruto. Un día me dio un frasco de triplal, un aroma herbáceo, de hojas verdes, muy parecido al del pino o al del césped recién cortado. Me transportó… no sé adónde, pero me transportó. Fue ahí cuando me dije a mí misma: ‘Quiero dedicarme a esto, a crear fragancias que hagan viajar a la gente”.
Pasó un año formándose en el Instituto de Perfumería de Grasse, donde solo aceptan a siete alumnos por curso, rodeada de maestros perfumistas y campos de lavanda. Philippe Romano, una de las eminencias del sector, la apadrinó y, unos años después, empezó a colaborar con Guerlain. Su primera creación para la casa fue La Petite Robe Noire. Se convirtió en un superventas y el pase de oro de Jelk para entrar en la maison.
Desde entonces, la perfumista trabaja con Thierry Wasser en la creación de nuevas fragancias capaces de unir el legado y tradición de la casa parisiense con la modernidad. Jelk considera que su misión es reinterpretar el estilo de la firma, fundada en 1828. “Siempre estoy buscando inspiración en los archivos. Pero tengo mucha libertad”, aclara. También recurre al arte y la literatura. La idea de su nuevo perfume, Néroli Plein Sud, surgió tras leer Correo del sur, la novela de Antoine de Saint-Exupéry de 1929 en la que el aviador y escritor narra sus épicas primeras entregas de correo aéreo al hemisferio sur pasando por España, Marruecos y Mauritania. “Quería recrear la experiencia de un vuelo de Saint-Exupéry, sobrevolando los campos de naranjos marroquíes y el desierto. Me parecía un bonito homenaje a Vol de Nuit, el perfume que creó Jacques Guerlain hace 90 años, también inspirado en los vuelos de Saint-Exupéry”, explica.
Jelk tardó ocho meses en crear Néroli Plein Sud. Su viaje creativo empezó con un ejemplar de Correo del sur y siguió en Khemisset, en Marruecos, donde recorrió los campos de naranjos que Saint-Exupéry sobrevoló en su día. Allí se cultiva una flor de azahar singularmente poderosa, rebosante de sol y azotada por los vientos del Atlas. Cultivada de forma ecológica y recolectada a mano, destila un vapor con el que se obtiene una esencia de neroli muy valiosa. La perfumista guarda en su despacho su cuaderno de viaje. Está lleno de garabatos, notas e inspiraciones. En una página está apuntada la fórmula de su nuevo perfume. “No puedo enseñarla. Es secreta”, se excusa.
El Néroli Plein Sud es una edición limitada. Solo hay 1.000 piezas disponibles en todo el mundo. Cada una cuesta 475 euros. La Fundación Antoine de Saint-Exupéry para la Juventud, presidida por Olivier d’Agay, sobrino nieto del aviador, ha participado en el proceso creativo. Cada frasco ha sido concebido como un diario de vuelo. El estuche está decorado con bocetos originales de Saint-Exupéry extraídos de documentos personales y manuscritos y la botella lleva una placa de coleccionista. Pero esta no es la creación más exclusiva en la que ha participado Jelk. En su laboratorio también se diseñan perfumes a medida que se venden a partir de 125.000 euros. “Cada vez más gente quiere tener su propia firma olfativa personal, solo para ellos”, reconoce.
Cada creación a medida se entrega en un baúl personalizado hecho por la casa maletera Moynat. El “cofre del tesoro” contiene una botella de un litro decorada con el icónico panal de abejas, logo de Guerlain, pintado a mano con oro fino. Este legendario frasco, fabricado desde hace 170 años por la cristalería Pochet du Courval, fue ideado en 1853 para realzar el Agua de Colonia Impériale creado para la emperatriz Eugenia. Seis botellas de spray de 100 mililitros y cuatro botellas de spray de viaje de 30 mililitros, todas recargables, completan el lujoso set.
Cada pedido es un nuevo desafío para Delphine Jelk y Thierry Wasser. Hace unos años, una rica clienta les encargó una fragancia hecha a medida que no solo le gustara a ella, sino también a sus seis hijas. “Quería que, tras su muerte, todas sus hijas llevaran la misma fragancia”, recuerda la perfumer. Para ella, esa es la esencia de su oficio. “Un perfume, a diferencia de una prenda de ropa, no es para una sola temporada. Idealmente es para toda la vida”.
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