Las dificultades del centauro


Parecería que el objeto de esta macrourbanización china sería el de señalar a sus usuarios que son tan intercambiables como las viviendas que habitan. El hormiguero mata la personalidad, y por ahí va la cosa. El drama de los seres humanos es el de haber evolucionado como individuos por un lado y como seres sociales por el otro, aunque sin haber dado con la fórmula capaz de articular ambas peculiaridades. Ante ese problema de costura, hay sociedades que eligen el individualismo feroz o la masificación total.
Comparen este monstruoso complejo inmobiliario, pongamos por caso, con la bella Manhattan, donde cada edificio conserva su singularidad, su individualidad, podríamos decir, su idiosincrasia. Pero es el peso de esa singularidad lo que, según hemos leído hace poco, la está literalmente hundiendo en la tierra como Venecia se hunde en el agua. Lejos de calcular en su día las toneladas de acero y hormigón que el suelo de la isla neoyorquina podría soportar, cada constructor fue a lo suyo, que suele ser lo de nadie, y el resultado final es su naufragio.
La inmobiliaria china que puso en pie la animalada de la foto también se ha hundido, económicamente en este caso, víctima de sus contradicciones financieras. Significa que no tenemos remedio ni solos ni acompañados. La mezcla deseable de aislamiento egoísta y congregación solidaria está resultando más difícil de lo esperado, en el supuesto de que alguien espere algo de esta pobre humanidad. Somos capaces de imaginar un centauro, pero inhábiles para diseñar una sociedad lo suficientemente mixta como para vivir en paz.
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