Buck Meek: de músico callejero a estrella ‘indie’
Buck Meek, guitarra de la banda de folk-rock estadounidense Big Thief, publica su tercer álbum en solitario, ‘Haunted Mountain’, escrito en plena naturaleza y en el que reflexiona sobre la plenitud del amor
Buck Meek (Wimberley, Texas, 36 años) señala el río con el dedo. Es media mañana y acompaña el tiempo para sentarse en el césped a la orilla del Manzanares a las afueras de la sala de conciertos La Riviera. Esta noche tiene concierto en Madrid y se encuentra en la prueba de sonido de su banda, Big Thief, cuando sale a saludar al periodista. Busca un lugar para charlar sobre su nuevo disco, Haunted Mountain (4AD / Everlasting), una obra en la que, con folk-rock de buen calado emocional, reflexiona sobre la plenitud del amor. “¡Qué bien se está aquí!”, exclama mientras juguetea con la hierba. Parece un tipo feliz.
Haunted Mountain es la constatación de esta felicidad y su tercer trabajo fuera de Big Thief, una de las últimas sensaciones del indie rock norteamericano gracias a canciones dulcemente luminosas y de una belleza que se convierte en narcótica. Desde que debutó en solitario en 2018 con un álbum que llevaba su nombre, Buck Meek siempre ha intentado encontrar su camino y estilo propio. “Es algo que siempre me ha preocupado y, sinceramente, creo que lo he conseguido”, señala. En 2021, marcado por la ruptura con su anterior pareja, publicó Two Saviors y ya todos se lo empezaron a tomar en serio como un músico capaz de tener su voz.
“Creo que Two Saviors era un proceso de cicatrización de la pérdida y, de alguna forma, estaba dejando entrar las semillas de un nuevo amor. Este disco es la celebración de ese amor que llega”. Se trata de su actual esposa, una “inspiración constante” con la que ha vuelto a sentir la plenitud. Y pone un ejemplo: la composición Paradise. “Llega un momento en el que miras a la otra persona y en sus ojos encuentras una especie de paraíso. Es tremendo, pero te preguntas si el amor es una forma de magia”.
Meek creció en un pueblo de Texas rodeado de blues y folk. Eso le llevó también a amar la ficción, tanto en las canciones como en la literatura. “Mi abuelo era un devoto de Faulkner y mi abuela era una erudita shakesperiana y de la literatura griega clásica”, explica. “Sumé a eso que me encantaban las historias de las canciones de los proscritos del blues y el folk. Iba con mi familia a rodeos y allí no paraba de conocer estas historias”.
Después de estudiar en Berklee College of Music —la Universidad privada de música más grande del mundo—, en Boston, se fue a Nueva York con el fin de hallar su propio lugar. Durante ocho años fue músico callejero, un habitual en la estación de metro de Union Square. “Tocaba para pagar el alquiler del piso”, dice con una sonrisa. “Nueva York es una ciudad donde la energía te aporta siempre algo de lo que aprender”. Y, entre su búsqueda personal y Nueva York, llegó también Big Thief, banda formada por antiguos alumnos de su Universidad.
Cuando un par de patos pasan cerca de la orilla del Manzanares, Meek no duda en señalarlos y relacionarlos con su nuevo disco. “Cualquier cosa de la naturaleza es una gran inspiración para mí. Desde el mismo título del disco, intento desprender la idea de que el paisaje puede hacernos regalos”, explica. Cuenta que la mayoría de las canciones fueron escritas en las montañas y enumera los parajes importantes: la sierra de la Estrella en Portugal, los volcanes de la isla de Milo en las Cícladas griegas, los Alpes suizos —”donde se captó la foto de la portada”— o la cordillera de Santa Mónica, el lugar de Los Ángeles que llama “casa”, en el que vive con su esposa. “Porque el amor es la creación del hogar”, sentencia.
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