Cómo quitar las tonterías
Observen la carita de felicidad del personaje del segundo plano que sujeta una carpeta de Vox, partido al que pertenece. Hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por 99 justos que no necesitan hacerlo. Eso parece estar diciéndose al observar el amor con el que María Guardiola, afamada tragasables extremeña, abraza a Ángel Pelayo Gordillo, número uno de la formación ultraderechista en la región. ¿Da o no da gusto verlos? Ahora bien, si observamos con lupa la expresión del mirón, nos parece advertir también en ella no solo una corriente de indulgencia evangélica, sino, y sobre todo, un gesto de ironía un poco cruel, como el que dice: “Mírala, qué gilipollas, hasta le pasa la mano por el lomo después de haberle negado más veces que Judas a Jesús”.
Y es cierto. Guardiola, por respeto a sí misma y a los electores, no debería haber exagerado su actitud de contento, a menos, claro, que formase parte de lo pactado. Se rubrican contratos con cláusulas muy humillantes. Fueron días, en fin, de ruido y furia. Tiene uno para sí que la actual presidenta de la comunidad extremeña tuvo una idea que le pareció feliz, pero que no le salió bien: la de convertirse en una Isabel Ayuso al revés. Si la presidenta de Madrid limitaba geográficamente con Vox, ella lo haría con el PSOE, para equilibrar fuerzas y alcanzar la fama por el otro extremo. Pero para eso habría necesitado un partido que contuviera ambos polos, una formación menos escorada a la derecha. Se equivocó, pobre, y le hicieron una autocrítica soviética que le quitó las tonterías.
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