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Berlín, la ciudad contra todas las barreras

La capital alemana ha hecho del “libre de barreras” su lema oficioso. El transporte, las aceras y espacios como museos o bibliotecas son ejemplos de accesibilidad

Berlin silla de ruedas accesibilidad
Nikita, estudiante de 21 años en silla de ruedas, posa en la explanada de Potsdamer Platz.Manuel Vázquez
Elena G. Sevillano

Anas Alhakim se mueve por Berlín con una ligereza pasmosa. Cuando circula con su silla de ruedas por la acera o cruza una calle, tira de brazos para impulsarse y alcanzar velocidades que hacen difícil seguirle el ritmo. Él mismo lo advierte con una sonrisa: “Os aviso, voy rápido, no os quedéis atrás”. Si de lo que se trata es de tomar un autobús o un metro, este ingeniero de software de 31 años se conoce la localización de las paradas, dónde están los ascensores, cómo cambiar de línea. Su advertencia acaba resultando muy útil cuando EL PAÍS le acompaña en un trayecto entre la estación de Zoologischer Garten, al oeste de la capital alemana, y Alexanderplatz, en el este. “Vamos”, dice, y se lanza raudo hacia el ascensor que le llevará al andén del S-Bahn, el ferrocarril de cercanías.

“Generalmente tengo que planificar mi ruta, cómo llegar del punto A al punto B”, explica ya en el tren. “Valoro mucho mi tiempo y no quiero perderlo dando vueltas”. Alhakim, sirio emigrado a Alemania hace una década, siempre tiene a mano en su teléfono dos páginas web. Una, Wheelmap, le permite encontrar los lugares accesibles para las sillas de ruedas —”es como Google para nosotros”, explica—; la otra, BrokenLifts (ascensores estropeados, en inglés), es una guía de todos los ascensores del transporte público de Berlín y alrededores y, como su nombre indica, alerta de cuáles no funcionan. Con esas dos herramientas, Alhakim, que acude a la cita con una sudadera en la que se lee “Caminar está sobrevalorado”, se desplaza casi sin complicaciones. “Sí, Berlín es una ciudad muy accesible”, confirma. “Aunque, mira, ahora mismo hay 27 ascensores estropeados”, dice, y señala con dedo acusador la pantalla de su móvil.

Una usuaria del metro de Berlín, que cuenta con ascensores en la gran mayoría de las estaciones.
Una usuaria del metro de Berlín, que cuenta con ascensores en la gran mayoría de las estaciones. Manuel Vázquez

La capital alemana ha hecho del “libre de barreras” su lema oficioso. La ciudad-Estado de 3,8 millones de habitantes ha aprobado las leyes más avanzadas del país para favorecer la accesibilidad. Sobre todo en el sector público: transporte, aceras o edificios como escuelas, guarderías, museos y bibliotecas son accesibles para usuarios de sillas de ruedas, personas mayores que usan andador o familias con carritos de bebé. Ya es una rareza que una estación de metro, por ejemplo, no tenga ascensor. Si ocurre, como es el caso de la céntrica Deutsche Oper, es porque a escasos 200 metros hay otra de la misma línea que sí cuenta con uno. Diez años después de haber ganado el premio de la Unión Europea a la ciudad accesible (Access City Awards), la capital alemana “ha mejorado aún más”, reconoce Stefan Carsten, geógrafo especializado en movilidad urbana.

Carsten llega a la cita subido a su bicicleta portátil Brompton. Sugiere el encuentro en Hackescher Markt, una zona comercial muy céntrica, porque combina ejemplos de buenas prácticas, pero también otro —una parada de tranvía demasiado corta— poco accesible. “Berlín está redefiniendo el espacio público para reducir la tasa de motorización”, explica. Se suprimen aparcamientos o carriles para dejar más espacio a las bicicletas, las sillas de ruedas y los peatones, y “eso supone un enorme alivio para la ciudad”. Este experto, que ha asesorado al Gobierno de Berlín, destaca especialmente la ley de movilidad de la ciudad-Estado, “la primera en el mundo”, porque establece prioridades claras del uso del suelo: peatones, ciclistas y transporte público, primero, y solo en segundo lugar, el coche.

Llave de acceso a los lavabos para discapacitados en toda Europa. La entrega el Gobierno.
Llave de acceso a los lavabos para discapacitados en toda Europa. La entrega el Gobierno.Manuel Vázquez

Cuando el arquitecto Enrique Rovira-Beleta viajó a Berlín hace 20 años quedó impresionado con lo fácil que le resultaba moverse con su silla de ruedas. Recuerda especialmente la visita al Reichstag, el icónico edificio del Parlamento alemán, reformado por Norman Foster, y su rampa circular para subir hasta la azotea. Su falta de barreras arquitectónicas le pareció muy simbólica, recuerda. El director del Postgrado en Accesibilidad: Especialista en Diseño Universal en la Universidad Internacional de Cataluña (UIC) ha escrito mucho sobre cómo la arquitectura de las ciudades deberá adaptarse cada vez más a las necesidades de las personas mayores. Berlín, opina, va en la buena dirección. Ya en 2003 visitó allí un proyecto para mayores que no se ajustaba a lo que tradicionalmente se entiende como residencia de ancianos: eran una serie de apartamentos independientes, con servicios comunes y atendidos por personal especializado.

Una mujer con carrito atraviesa Alexanderplatz.
Una mujer con carrito atraviesa Alexanderplatz.Manuel Vázquez

El grueso de los edificios públicos son accesibles, en muchos casos también para personas con discapacidad visual. El punto flaco es el sector privado, y especialmente las viviendas, muchas situadas en edificios de principios del siglo XX en las que no hay ascensor ni posibilidad material de instalarlo. A Alhakim le costó ocho meses y enviar muchas solicitudes —400; solo le llamaron de 5 ofreciéndole una visita— para encontrar el piso adaptado en el que vive ahora, cerca de Kurfürstendamm, la célebre calle comercial del antiguo Berlín Oeste.

La solución a ese desafío va, necesariamente, más lenta, pero avanza, defiende Maike Pischke, coordinadora de accesibilidad en el Departamento de Desarrollo Urbano, Construcción y Vivienda de Berlín. Las leyes de edificación han evolucionado “enormemente” desde que la capital alemana ganó el premio a la ciudad accesible, asegura. El énfasis se pone en los edificios nuevos, ya que en los antiguos muchas veces no es técnicamente viable instalar ascensor o salvaescaleras, o resulta demasiado caro para los propietarios pese a las ayudas públicas.

Un punto de información para discapacitados visuales en el metro de Berlín.
Un punto de información para discapacitados visuales en el metro de Berlín. Manuel Vázquez

La ciudad exige ahora el 50% de los apartamentos accesibles en edificios de más de dos viviendas, además de un ascensor. “Berlín está, como toda Europa, inmersa en plena crisis inmobiliaria”, apunta Pischke. Por eso hay que mantener un equilibrio entre los requisitos que se piden a los constructores y la moderación de los precios de la construcción. En los desarrollos de vivienda social, los apartamentos accesibles reciben una subvención de 15.000 euros por piso.

Como ocurre con los apartamentos de nueva construcción, la normativa exige que los nuevos colegios, guarderías, museos o bibliotecas sean totalmente accesibles. La gran reforma que va a acometer a partir de este otoño el Museo de Pérgamo, una de las joyas turísticas de la capital alemana, pretende también adecuar el edificio, construido en los años treinta del siglo pasado y muy dañado durante la II Guerra Mundial, a todo tipo de visitantes.

Además de aprobar leyes, el Senado (el Gobierno de Berlín) ha puesto en marcha otras acciones voluntarias como una guía que enseña cómo aplicar el concepto del “diseño para todos” o “diseño universal”. Desde 2021 existe, además, un servicio de asesoramiento para arquitectos. Los interesados pueden reservar una reunión de una hora con un experto en accesibilidad al que paga el Departamento de Desarrollo Urbano.

Un martes a media mañana, Holger Ulbricht y su mujer, Klara, se disponen a subirse a un autobús de la línea 200. Van a hacer un trayecto corto, desde Fischerinsel, donde viven de alquiler en un edificio relativamente moderno de 12 plantas, hasta Alexanderplatz. Holger, de 83 años, se ayuda de un andador y le cuesta subir por sí mismo el escalón, así que ambos se colocan bien visibles en la acera y hacen gestos para alertar al conductor. Al llegar, el chófer se baja, se dirige a la primera puerta y levanta una trampilla de la que extrae la rampa. A pasitos, Holger supera el obstáculo. El conductor vuelve a guardar la rampa y se sienta al volante. Hará lo mismo al llegar a la parada en la que se baja la pareja. “No uso el transporte tanto como solía, pero siento que tengo libertad para hacerlo, que no es complicado”, asegura el jubilado.

Nikita.
Nikita.Manuel Vázquez

Salvo los muchos lugares donde hay obras en marcha, caminar por la ciudad, cruzar una calle, es sencillo. Hay desniveles, pero casi todas las aceras están rebajadas cada pocos metros para facilitar el paso de sillas de ruedas, carritos o, como en el caso de Holger, un andador. “No me atrevo a comparar con otras ciudades; si le soy sincero, no me fijaba demasiado en eso cuando viajaba, pero creo que Berlín ha hecho un buen trabajo en materia de accesibilidad”, se despide.

Reiner Delgado, de la Asociación de Personas Ciegas y con Discapacidad Visual, destaca lo mucho que ha mejorado la movilidad para las personas ciegas en la ciudad, con señales táctiles en el suelo en la mayoría de las estaciones, semáforos con sonido y vibración para saber cuándo se ponen en verde e incluso un servicio, que se reserva por teléfono, de acompañamiento puerta a puerta usando el transporte público. Pero la movilidad no lo es todo. También florecen las iniciativas culturales, como las recientes exposiciones inclusivas en la Berlinische Galerie, el Museo Histórico Alemán o el PalaisPopulaire. O las deportivas, como la construcción de un campo de fútbol especial para ciegos. “Como persona ciega se pueden hacer muchas cosas para divertirse y participar en la vida social y cultural de la ciudad”, asegura.

Vista de Potsdamer Platz desde la terraza de la Torre Kollhoff, a 100 metros de altura.
Vista de Potsdamer Platz desde la terraza de la Torre Kollhoff, a 100 metros de altura.Manuel Vázquez

El gran problema para las personas con problemas de visión son los patinetes eléctricos, que se amontonan a decenas en las aceras de Berlín, incluso en las calles más céntricas, sin que nadie haga nada para evitarlo. “Con el bastón a veces no te das cuenta de que hay uno, porque pasa por encima, y es fácil caerse. Yo llevo tres o cuatro caídas”, lamenta Delgado. Por suerte, sin mayores consecuencias, pero su organización conoce casos de fracturas de huesos. La ciudad es muy laxa con estos vehículos. Berlín aprobó una normativa según la cual las compañías de alquiler —hay al menos cinco, con un mínimo de 30.000 e-scooters— deben tener un teléfono de contacto y retirar el patinete en menos de cuatro horas si se denuncia que molesta. Delgado se ríe escéptico: “Tendría que ver de qué empresa es y poder apuntar el número, y aún me volvería a encontrar el mismo obstáculo al pasar por allí tres horas después”.

Nikita accede a que El País Semanal le fotografíe en Potsdamer Platz, centro neurálgico del transporte del centro de la ciudad, donde se juntan metro, cercanías, trenes regionales y varios autobuses, además de miles de turistas que visitan el Museo del Cine o el recientemente inaugurado centro comercial The Playce. Por toda la zona se mueve sin dificultad en su silla de ruedas este estudiante de Economía y Políticas, de 21 años, que prefiere que no aparezca su apellido. Nikita se dice satisfecho en general, pero, como Alhakim, recuerda que a veces los ascensores están estropeados y eso para ellos es un obstáculo insalvable.

“Y también está el factor humano”, dice, y relata un episodio reciente en el que un conductor de autobús no le dejó subir porque el vehículo iba lleno. En realidad, explica, tendría que haber pedido a los pasajeros que despejaran la zona reservada para que él pudiera subir. “A veces dependemos de otras personas; algunas son amables, otras no”, se encoge de hombros.

Usuarios del transporte público en Alexanderplatz.
Usuarios del transporte público en Alexanderplatz. Manuel Vázquez

La celebración de la competición Special Olympics (del 17 al 25 de junio) está poniendo a prueba las mejoras de Berlín en accesibilidad con miles de atletas con discapacidades intelectuales compitiendo en 26 disciplinas y alojándose por toda la ciudad. “Creemos que este evento puede ser un catalizador para dar visibilidad al esfuerzo de Berlín de convertirse en ciudad sin barreras”, explicaba unos días antes de la inauguración Carlo Carbone, uno de los portavoces de la empresa turística pública de la ciudad, Visit Berlin.

Hace años que el sector turístico berlinés trabaja para ser más inclusivo, explica mientras muestra uno de los últimos hitos culturales de la ciudad, el Foro Humboldt, junto a la Isla de los Museos. Inaugurado entre 2021 y 2022, el edificio es completamente accesible, incluso su espectacular terraza, donde una persona en silla de ruedas puede recorrer todo el perímetro gracias a unas rampas que salvan los desniveles. Museos como el Neues —renovado en 2009 por el arquitecto David Chipperfield— han incorporado a la exhibición piezas como una copia del célebre busto de Nefertiti pensada para que personas con discapacidad visual puedan descubrirla con las yemas de sus dedos.

Visit Berlin dedica parte de sus esfuerzos a promocionar el turismo inclusivo. Para garantizar que las personas con alguna discapacidad puedan disfrutar de exposiciones, conciertos o restaurantes, trabaja con la organización Reisen für Alle (viajes para todos), que evalúa periódicamente todo tipo de infraestructuras: museos, oficinas turísticas, hoteles… Si comprueban que cuenta con accesos sin barreras, entran en una especie de guía de consulta para viajar por toda Alemania. El Ministerio Federal de Economía financia ese trabajo de evaluación, que hasta ahora lleva 3.000 lugares certificados como accesibles en toda Alemania.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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