Una web con horario comercial: trabajar sí, pero dentro de un orden
Olloqui Studio, una agencia creativa española que trabaja para entidades financieras internacionales, carece de sede física y apuesta por la humanización y la flexibilidad en el trabajo.


Que hoy se percibe la vida en términos de rendimiento y se entiende la inactividad como un déficit es algo que cualquiera puede percibir. Filósofos como Byung-Chul Han alertan en libros como La sociedad del cansancio, No-cosas o Vida contemplativa de que el problema no es la actividad, sino cuando ésta degenera en hiperactividad y en colapso. Una sociedad basada en los logros, atravesada de proclamas como “Yes we can” o “Si quieres, puedes” tiene sus riesgos.
Hay quien piensa que el “tú puedes” debería tener un límite. Olloqui Studio, un estudio creativo que trabaja para entidades financieras en varios países de Europa, es un ejemplo. Están especializados en campañas gamificadas de formación y ventas y en diseño de producto, entre otras muchas cosas. Su fundador y responsable, David Olloqui (Corella, Navarra, 1978), ha apostado desde 2008 por una estructura líquida y descentralizada (no hay sede física), los colaboradores están repartidos y cada cual trabaja donde quiere. Al no disponer de una sede física, ha creado una virtual donde los miembros principales aparecen ilustrados con un estilo realista. Es irónico, claro, porque están compartiendo un espacio que en la realidad no existe.
Cuando un potencial cliente les deja un mensaje, quedan para tomar un café, hablar y escuchar. No muestran ningún trabajo en la web, las imágenes no valen más que mil palabras ni pueden contar todo lo que hay detrás. Pero lo más interesante de esta sede, olloquistudio.com, es que tiene horario comercial. Nadie puede acceder ni sábados ni domingos ni festivos, ni siquiera de lunes a viernes si no es de 9.00 a 14.00 o de 16.00 a 19.00. Y cuando está cerrado no es posible hacer nada, ni dejar un correo electrónico ni ver trabajos, nada de nada. ¿Por qué? Porque está cerrado.
La web que cierra es lo contrario de la web original, pensada para que se pueda comprar cualquier cosa y conectarse a cualquier hora y desde cualquier parte del mundo. ¿Se imagina alguien que la web de una compañía de viajes cerrara para dar descanso a sus trabajadores y solo se atendiera a los clientes en los horarios de una agencia de viajes? ¿Se imagina alguien una web que llevara la contraria a la inmediatez? Explica Olloqui: “En el mundo de la publicidad, los ritmos que imponen las grandes empresas están muy deshumanizados, por eso este gesto está pensado para humanizar esta época de frivolidad y de trabajo compulsivo. Es una declaración de principios. El objetivo principal es dar visibilidad a la importancia de la salud laboral, no ser esclavo ni siquiera del cliente, demostrar que no pasa nada por perderse algo y que se puede esperar. Es lo que tratamos de hacer en cada proyecto, educar al cliente en el respeto por la calidad del trabajo y el tiempo que requiere”.
Asustado de ver cómo en su gremio numerosas personas activas ruedan como piedras conforme al dictado de la mecánica, ha decidido dar un tiempo libre no solo a los miembros de su equipo, sino también a los clientes. En un mundo regido por la velocidad, Olloqui apuesta por la calma. “La existencia humana está absorbida por la actividad y precisamente por ello puede ser fácilmente explotada. El tiempo libre hoy carece de intensidad vital y de contemplación”, dice Byung-Chul Han. Para Olloqui, el juego es la esencia de la belleza, quizás por eso cuando se entra en su web entre las 14.00 y las 16.00 solo se puede leer una advertencia: “Hemos parado para comer. Y tú, ¿has comido?”. Y si se hace a las 19.01, otra advertencia dice aquello de “Vuelva usted mañana”. “La pausa es lo que da sentido a la acción”, dice Olloqui, “¿lo entiendes?
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