Járkov: la reconstrucción de una ciudad mártir, según Norman Foster
El arquitecto británico, junto con las Naciones Unidas, el MIT y la alcaldía de la ciudad, trabaja en un masterplan para modernizar la ciudad ucrania de Járkov, víctima de los ataques rusos
Saludos desde la heroica ciudad de Járkov!—, exclama su alcalde, Ihor Terekhov, en un vídeo proporcionado por la Fundación Norman Foster de Madrid. Al fondo, una ciudad, la segunda mayor de Ucrania, intacta, donde ni se intuye el sufrimiento. Pero otras imágenes muestran un rostro de edificios, hogares y calles devastadas.
La gran capacidad de una ciudad es su resiliencia. Berlín y Dresde lo demostraron bajo los cientos de bombas aliadas en la II Guerra Mundial. “En abril del año pasado”, cuenta en el vídeo Norman Foster, quizá el arquitecto más influyente del último medio siglo, “el alcalde de Járkov me pidió ayuda. Había pensado en un masterplan [un trazado global de urbanismo] que fuera más allá de reconstruir los edificios. Veía la oportunidad de mejorar la ciudad”.
Foster aceptó —de forma gratuita— crear el plan maestro. La ingeniería Arup de Berlín, la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa (CEPE), un grupo de 10 arquitectos locales, historiadores, varias oenegés e incluso el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) trabajan ya en una nueva urbe que pertenece a una tierra que ignora, aún, si ganará la guerra. Entre abril y octubre se preguntó a los habitantes qué ciudad soñaban. Hubo 16.000 cuestionarios, 800 personas comprometidas y 80 sesiones de trabajo. La participación fue enorme.
La forma de este plan maestro tiene cinco bisectrices que se cruzan: patrimonio, ríos, industria, residencial y un barrio tecnológico. Volver a construir, respetando su historia, sus edificios, y humanizar los lugares públicos. Transformar los seis kilómetros de corriente fluvial que une Járkov y Nemyshlya en un entorno ecológico donde conectar bicicletas eléctricas, pasear y que impulse una red de movilidad en la urbe. Reconvertir una planta de carbón en un centro de energías limpias y espacio gastronómico. Aunque tal vez el punto de encuentro sea crear un barrio de la ciencia que atraiga talento y empresas emergentes.
Ihor Terekhov le ha pedido a Foster que lidere su diseño. El arquitecto de los jerséis de cuello alto negro y los lápices Pentel ya ha presentado un boceto. Dibuja constantemente. En el coche, en el avión, en casa, en el estudio. Sorprende por su sencillez. Con flechas amarillas de doble sentido sitúa dónde se ubica el metro, el mercado, la reserva natural o la universidad sobre una ciudad levantada con lápiz fino. Se lee con facilidad insólita. Science Neighborhood. El ágora frente a la barbarie. “La Universidad de Járkov es un símbolo de razón, conocimiento, esperanza y humanidad”, resume Edward Glaeser, profesor de Economía en la Universidad de Harvard, durante la presentación del proyecto en el MIT.
En un país como Ucrania, en el que resulta imposible extraer poemas de las noticias, la posibilidad de imaginar otra ciudad, otro futuro, es un milagro dorado. “Mientras esta pesadilla que vivimos en Ucrania no termina, resulta muy muy importante para sus habitantes este apoyo de la Fundación Foster”, reconoce Olga Demianenko, miembro del Ayuntamiento de la ciudad, en su participación en el MIT. Sin tregua, los misiles rusos siguen detonando sobre Járkov. La guerra nunca fue el principio ni el final de nada. Quizá solo el horror absoluto de la expresión humana. Norman Foster sabe que, hasta que no cese la destrucción, construir resulta todavía un sueño de papel y tecnología.
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