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Un diálogo sobre ciencia y cultura a la sombra del acelerador de partículas del CERN

En un viaje apasionante de Einstein a Aristóteles y de la física de partículas a las viejas humanidades, la directora del CERN de Ginebra, Fabiola Gianotti, y el escritor Nuccio Ordine esgrimen en este diálogo su defensa de una investigación científica y una creación cultural lejos de la dictadura utilitarista y cortoplacista

Julio de 2021 - Conversación entre Fabiola Gianotti y Nuccio Ordine en el Cern - ©Jordi Adrià
Julio de 2021 - Conversación entre Fabiola Gianotti y Nuccio Ordine en el Cern - ©Jordi Adrià@jordiadria.com
Borja Hermoso

Si el CERN (Organización Europea para la Investigación Nuclear) fuera tan solo el mayor centro de investigación mundial sobre física de partículas, si solo fuera el nicho que alberga el mayor túnel acelerador de partículas del planeta (Large Hadron Collider, LHC, 27 kilómetros de anillo alrededor de Ginebra) y el mayor sistema de desaceleración de antiprotones; si su legión de científicos de 110 nacionalidades —incluido un buen puñado de premios Nobel en activo— solo estuviera obsesionada por la materia, la antimateria y la materia oscura; y si solo fuera el lugar donde fueron descubiertos viejos sueños de sabios locos como la World Wide Web / WWW, que alumbró la era de internet, o el bosón de Higgs, que nos contó en qué consistía eso del universo…, estaríamos hablando solo del gran templo mundial de la investigación en física, informática e ingeniería, lo que ciertamente es. Pero además aquí, en Meyrin, a 20 minutos en coche desde el centro de Ginebra, se fragua día a día la defensa numantina de lo que importa… o debería importar: lo que comúnmente se denomina investigación científica básica o fundamental, esa que se desarrolla en el largo plazo con paciencia, cabezonería, medios humanos y materiales y el compromiso político imprescindible para que todo eso sea posible, siga abriendo la puerta a los mayores hallazgos y permita al género humano seguir confiando en que, vaya, no todo está perdido. Una investigación despegada del cortoplacismo y los retornos económicos y fundamentada en procesos intelectuales, imaginativos y creativos: una forma de ver las cosas que permite colocar la ciencia y la cultura en el mismo plano: el de la curiositas, tan amenazada en tiempos de saberes únicamente “útiles”. El País Semanal ha conversado en las instalaciones del CERN con dos de los más enérgicos defensores de esa raíz común entre las artes y las ciencias: Fabiola Gianotti (Roma, 1960), directora general del organismo (la primera mujer al frente desde su fundación en 1954) y doctora en Física de Partículas por la Universidad de Milán, y el escritor, pensador y profesor Nuccio Ordine (Diamante, 1958), autor del fenómeno editorial La utilidad de lo inútil (Acantilado). Los dos son italianos. Dante, Leonardo y Enrico Fermi se sentirían como en casa si estuvieran aquí.

Estamos en uno de los templos mundiales de la investigación científica. ¿Diría usted que estamos también, en sentido amplio, en un templo de la cultura?

Fabiola Gianotti. Por supuesto, el CERN es un lugar de cultura, de cultura científica en primer lugar, pero también en un sentido general del término. Un centro que atrae a 18.000 científicos de todo el mundo, y esto quiere decir que aquí se cruzan numerosas tradiciones, culturas y lenguas diferentes. Eso le confiere una atmósfera multicultural muy importante. Pero además aquí tratamos de promover, mediante acciones puntuales, las relaciones entre la ciencia y las artes. Tenemos un programa titulado Arts at CERN que consiste en invitar a artistas a que vengan una temporada aquí para inspirarse y para que su trabajo inspire también a nuestros científicos. Pensamos que las creaciones culturales y la actividad científica son manifestaciones de una misma cosa: la creatividad y la curiosidad de la humanidad.

Esa curiosidad es claramente la raíz común de la creación cultural y de la investigación científica, ¿no?

F. G. Absolutamente. Si hablo de mí misma, tengo que decir que en mi educación superior estudié literatura, griego y latín y, de forma paralela, estudié piano en el conservatorio, y luego decidí emprender una actividad profesional en el ámbito científico. Yo no veo barrera alguna que separe esos ámbitos, al contrario, creo que el humanismo, las artes y las ciencias no son sino tres expresiones de la misma fuente: la fuente de la creatividad y del genio humano. Incluso si contemplamos todo esto desde el punto de vista de la física fundamental y de las leyes fundamentales de la naturaleza, si miramos la física cuántica y por otro lado las leyes de la relatividad general de Einstein, podemos ver que esas leyes naturales derivan directamente de principios de simetría, así pues de principios casi estéticos.

Nuccio Ordine. Para mí, el CERN ha sido siempre un mito. Lo veo como un paraíso en medio de la dificultad cotidiana que tenemos en hacer comprender la importancia de la música, de la filosofía o de la literatura… En nuestra sociedad existe un límite que consiste en considerar solo útiles los saberes que aportan de forma inmediata resultados y beneficios económicos. Entonces, ¿por qué un lugar de ciencia como el CERN es tan importante para nosotros los humanistas? Pues para hacer comprender al mundo el placer del conocimiento. El premio Nobel de Física Richard Feynman decía que no trabajaba como físico por las aplicaciones prácticas inmediatas, sino por la emoción del descubrimiento. Esa emoción está en la base de la búsqueda del saber. Tenemos esa idea tan bella de Platón que luego retomó y modificó Aristóteles acerca de cómo lo que nos empuja a conocer y a saber es el asombro. Esto es clave. Habría que hacer comprender que la investigación de base y disciplinas como la música, la literatura, la filosofía o el arte son útiles a la hora de ese amor por el saber y por la curiositas sin estar presionados por un objetivo o un hallazgo concreto.

¿Coincide usted, señora Gianotti, con esa apreciación de que la serenidad y concentración que requiere la investigación básica se ve amenazada en cierta forma por esa “urgencia” o “dictadura” de lo práctico y del corto plazo?

F. G. Sí. Es verdad que en la sociedad moderna, donde se nos plantean auténticos retos relativos a cuestiones como la salud, el medio ambiente o las desigualdades sociales, tendemos a poner todos los medios al servicio de esa ciencia y ese desarrollo tecnológico. Y yo entiendo que es humano querer ver los resultados de una inversión económica importante. De hecho, es primordial contar con inversiones en ciencias aplicadas que nos permitan obtener resultados en el corto plazo. Pero es esencial que, a la vez, sigamos invirtiendo en el largo plazo, porque la historia demuestra que los grandes cambios casi siempre proceden de la investigación fundamental, que no tiene obligaciones ni restricciones, ni tiene como objetivo un producto específico en un plazo reducido.

¿Algún ejemplo concreto?

F. G. Los ejemplos que ponemos siempre en este ámbito son los de la mecánica cuántica y la relatividad general. Cuando empezaron a ser desarrollados, a principios del siglo pasado, fueron considerados saberes inútiles, pues sus leyes estaban muy lejos de nuestro mundo. Sin embargo, no solo permitieron a la humanidad dar pasos enormes en nuestra comprensión del universo, sino que también tuvieron aplicaciones prácticas capitales, por ejemplo en la electrónica moderna, y sin ello todos estos componentes (Fabiola Gianotti coge su smartphone) sencillamente no existirían. Y tampoco el GPS podría resultar preciso sin las investigaciones sobre la relatividad. Pero lo más importante es que los padres de la mecánica cuántica y de la relatividad —Einstein, Planck, Heisenberg…— no buscaban unas aplicaciones prácticas, sino intentar entender cómo funcionaba el universo. Los resultados prácticos vinieron luego. Esto por sí solo demuestra lo importante que es que los gobiernos sigan apoyando con inversiones proyectos concretos en el corto plazo, sí, pero que no se olviden nunca del largo.

N. O. ¿Saben cuánto costó el último portaviones nuclear fabricado por Estados Unidos? 13.000 millones de dólares [unos 11.000 millones de euros]. ¿Cuál es el presupuesto anual del CERN?

F. G. 1.000 millones de euros.

Gianotti y Ordine posan en la gran caverna del LHCb, situada a 100 metros bajo tierra junto a la frontera entre Suiza y Francia.
Gianotti y Ordine posan en la gran caverna del LHCb, situada a 100 metros bajo tierra junto a la frontera entre Suiza y Francia.Jordi Adriá

Parece claro que, sin el largo plazo, el corto no podría existir. Por ejemplo, sin la investigación fundamental desarrollada en el tiempo, durante largos años, los laboratorios que han comercializado las distintas vacunas contra la covid no podrían haber corrido tanto, ¿no?

F. G. Exacto. ¡Sin una base científica y una investigación de años jamás se habrían desarrollado vacunas en tan poco tiempo! Y algo muy importante a explicar es que si las ciencias aplicadas y los resultados en el corto plazo son muy a menudo financiados por el sector privado, son los gobiernos los que deben sufragar con dinero público la investigación básica. Los políticos tienen que entender eso.

La dicotomía entre largo y corto plazo ¿no afecta por igual al trabajo del artista, el escritor o el pensador que al del científico…, incluso al del político?

N. O. Por supuesto. Hoy el corto plazo lo domina todo. Lo más importante es la rapidez. Cuanto más rápido, mejor parece el resultado. Y eso opera igual en la educación que en la investigación. Nietzsche explicó perfectamente el elogio de la lentitud. Si quieres grandes resultados, es imprescindible la paciencia. Y le doy un ejemplo: Osamu Shimomura, premio Nobel de Química en 2008, vio un día una medusa y se dio cuenta de que era fluorescente. Se preguntó por qué. Y se pasó 20 años de su vida investigando eso. Al final pudo aislar una proteína verde que hoy es el principal marcador de las intervenciones y pruebas que se hacen y que fue toda una revolución en medicina. ¡Pero nadie le habría dado dinero para que pudiera responder a la pregunta de por qué aquella medusa era fluorescente!

Ayer me comentaba que esta amenaza de lo urgente también está afectando al ámbito de las revistas científicas… ¿Cómo?

N. O. Esa presión está siendo desastrosa. Ya en julio de 2018, el diario Le Monde publicó un reportaje titulado ‘Alerta mundial contra la falsa ciencia’. Decía que en 2004 se habían retirado de publicación 1.894 artículos de revistas científicas en todo el mundo, pero que en 2015 fueron 60.000. Y es la presión de la prisa por publicar la que tiene gran parte de culpa. Pero hay otro problema. Estamos acabando con la serendipia. La serendipia quiere decir, en la investigación científica, que yo puedo estar buscando una cosa y descubro otra. Pero en la locura de algunos proyectos de investigación europeos actuales, por ejemplo Horizon 2020, al científico le preguntan: “¿Qué has descubierto el primer año, el segundo, el tercero…? ¿Y ahora cómo piensas aplicar esos hallazgos al mundo de la empresa? ¡Pero si lo sabemos todo en todo momento, eso ya no es una investigación!

Túnel de uno de los aceleradores de partículas del CERN, el Colisionador Circular del Futuro (FCC).

Fotografía de CERN
Túnel de uno de los aceleradores de partículas del CERN, el Colisionador Circular del Futuro (FCC). Fotografía de CERN

El CERN es, además de un lugar de investigación, un inmenso centro de formación de jóvenes científicos. ¿Cree que esa amenaza utilitarista se está dando también en el mundo educativo? ¿Cree que los alumnos están dejando de serlo para convertirse en meros clientes en busca de buenos trabajos?

F. G. Es una pregunta compleja que toca muchos puntos muy interesantes. Antes quería hacer una mención a la necesidad de comunicar correctamente las investigaciones. Los científicos tienen no solo que comunicar mucho, sino comunicar bien. Lo que hacemos no nos pertenece a nosotros, sino a la humanidad. Cuando descubrimos el bosón de Higgs no fue un gran paso para el CERN, sino un paso gigantesco para la humanidad a la hora de entender mejor el universo y su evolución. Durante la pandemia, por ejemplo, no siempre ha sido así, no siempre se comunicó bien, la confusión reinaba entre los ciudadanos, no hacían más que escuchar versiones diferentes de las cosas. Hacer ciencia no es solo descubrir, se descubre una vez cada mucho tiempo. La ciencia es mucha paciencia, mucha determinación, mucha cabezonería. Se trabaja siempre en los límites de la tecnología, y eso provoca todo el tiempo que se dé un paso hacia adelante y dos hacia atrás. En lo que tiene que ver con lo que me pregunta sobre los jóvenes y la formación: creo que la sociedad no está preparando la fuerza de trabajo del futuro. Hoy, en un mundo cada vez más guiado por una tecnología que cambia sin cesar, lo que se les pide a los jóvenes es una formación más técnica y, por lo tanto, estrecha. Tienen que ser más expertos en ámbitos más pequeños con vistas a ser contratados por las empresas. Pero, repito, como la tecnología cambia a toda velocidad, los técnicos prevén que en 30 años más del 50% de los trabajos de hoy habrán desaparecido porque estarán desempeñados por máquinas. Las mejores herramientas que podemos dar a nuestros jóvenes son de tipo intelectual: una mente abierta, aptitud de flexibilidad, capacidad analítica y de síntesis, disposición lógica y una educación global.

¿Cuáles son las prioridades en la formación de investigadores aquí, en el CERN?

F. G. Por supuesto formamos científicos, ingenieros, técnicos… en un espectro muy ancho que abarca los imanes superconductores, la electrónica, las técnicas del vacío, etcétera, y tratamos de atraer a los jóvenes a las disciplinas STEM [del inglés, Science, Technology, Engineering, Mathematics; en español, Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Matemáticas]. El número de puestos de trabajo en el ámbito STEM aumenta tres veces más rápidamente que en cualquier otro sector laboral. Y sin embargo, en Europa no hay más que un 20% de los jóvenes que terminan sus estudios superiores que eligen estudiar disciplinas STEM. Así que, en resumen: no estamos preparando bien la fuerza de trabajo del mañana. En el CERN formamos y educamos a las jóvenes generaciones mediante un gran número de iniciativas. Por ejemplo, en la actualidad estamos construyendo nuestro nuevo Centro de Aprendizaje Científico, el Portal de la Ciencia, mediante el cual queremos atraer entre 300.000 y 1.000.000 de visitantes al año, y que incluirá laboratorios para experiencias con niños a partir de cinco años. Se trata de que entiendan qué es un científico, cómo afrontar un reto, resolver una duda, y de darles herramientas intelectuales para que un día puedan ser científicos, sí, pero también abogados o pianistas. Para nosotros es más importante el método que el resultado.

O dicho de otro modo: la verdadera meta es el camino…

F. G. Exacto. La verdadera meta es el camino.

Fabiola Gianotti, la responsable del CERN, mira el enorme conducto utilizado para descender componentes pesados del Gran Acelerador de Hadrones.
Fabiola Gianotti, la responsable del CERN, mira el enorme conducto utilizado para descender componentes pesados del Gran Acelerador de Hadrones.Jordi Adriá

El pensador alemán Jürgen Habermas nos dijo en una entrevista que el mundo había perdido su capacidad holística, y que hasta la filosofía era ya filosofía aplicada: especialización extrema sobre ámbitos concretos, pero no sobre la totalidad… ¿Coincide con él?

F. G. Por supuesto. Él se estaba refiriendo a esa visión de las cosas demasiado estrecha, a la pérdida de una cultura holística…

N. O. Hay otro asunto importante. Pienso que el CERN cumple también un papel diplomático muy importante. Aquí hay proyectos en los que colaboran israelíes con palestinos, gente que está en guerra pero que aquí se sientan en la misma mesa. O sea, que la ciencia puede unir, como lo hace la música, miren el proyecto de Barenboim y su orquesta con palestinos e israelíes. Y lo mismo ocurre con el patrimonio de la belleza y el arte. Fabiola Gianotti ha dicho que el resultado de una investigación científica hecha en el CERN no pertenece al CERN, sino a la humanidad. Y los monumentos de Palmira no pertenecen a Palmira, ni el Coliseo nos pertenece a los italianos. Los bienes de la humanidad son un legado que hemos recibido. Pero no solo un legado material, también moral. Así que ver los monumentos como una simple máquina de hacer dinero es un error, y lo mismo ocurre con un hallazgo científico. Y el mismo discurso sirve para hablar de la educación, y ahí tengo un punto de vista diferente al de Fabiola. Si enfocamos la elección de los estudios solo desde el prisma de las oportunidades laborales, eso provocará un día el cierre total de las disciplinas humanistas. ¿Por qué enseñar el sánscrito si no es rentable? ¡Pues no, debemos defender el sánscrito, porque, si no, mañana desaparecerán los estudios de sánscrito, y luego los de griego, y luego los de latín, y al final solo estudiaremos lo que resulte rentable, y entonces la humanidad perderá sus lazos con la memoria. Nuestra relación con el pasado y con la memoria es esencial. Así que no se debe estudiar para trabajar, sino para conocer, porque de otro modo la creatividad muere. Einstein lo vio claro: “No especializar al estudiante”, dijo, “sino impulsar su curiosidad, que aprenda, que lea, que viaje…, la especialización ya vendrá”.

¿No habría además que inculcar a los estudiantes el valor del error, que tan mala prensa tiene?

N. O. Se exige a los científicos que posean una verdad objetiva de forma instantánea. ¡No! El error forma parte de la investigación, el objetivo del investigador no ha de ser tan solo la verdad última, sino el camino mismo que lleva a ella. Lo dice Kavafis en un bellísimo poema: “Nuestra Ítaca no es llegar a Ítaca…, sino el viaje que hacemos para llegar a ella”. O Machado: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”.

Querría finalizar preguntando cuáles son en este momento los principales retos para el CERN y con qué noticias nos pueden sorprender a medio plazo.

F. G. Nuestra apuesta prioritaria consiste en tratar de responder a cierto número de misterios que nos acompañan ya desde hace décadas. Con el descubrimiento del bosón de Higgs completamos lo que llamamos el modelo estándar de la física de las partículas elementales [Fabiola Gianotti luce con orgullo ese modelo estándar en la camiseta que viste hoy]. El problema es que este modelo estándar de partículas no puede dar respuestas a todo. La obsesión actual de los científicos del mundo entero es poder entender lo que llamamos el universo oscuro. Cuando miramos al cielo y vemos los planetas, las estrellas, las galaxias…, eso es únicamente el 5% del universo, solo un 5% está compuesto de las partículas elementales de las que estamos compuestos todos. Y en el 95% del universo oscuro hay un 25% de materia oscura, y el resto es energía oscura. Y ahí, todo es interrogante y misterio. No tenemos las claves, aunque sí modelos teóricos, ideas… Intentar entender la partícula responsable de esa materia oscura es una prioridad científica objetiva, también para el CERN, desde diferentes perspectivas experimentales, por ejemplo podemos imaginar que las partículas de la materia oscura se producen en colisiones de protones, pero también hay otras posibilidades. En el CERN, una de las prioridades es la mejora y puesta al día de nuestro Gran Colisionador de Hadrones (Large Hadron Collider, LHC) de 27 kilómetros, con el fin de poder operar en los próximos años con haces de protones mucho más intensos que los que tenemos hoy. Pero además ya estamos pensando en la construcción de un nuevo acelerador y, aunque aún no hay ningún proyecto aprobado, la comunidad científica europea ha recomendado un estudio de viabilidad de cinco años para un acelerador circular de 100 kilómetros de longitud, es decir, tres veces más grande que el actual. Será un proyecto que exigirá nuevos retos en lo relativo a la tecnología de imanes superconductores, la técnica del vacío, la criogenia, etcétera.

Una curiosidad: que solo conozcamos bien el 5% de la materia de la que está hecho el universo…, ¿no le pone nerviosa?

F. G. ¡Al contrario, es excitante pensar en todo lo que nos queda por saber!

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Borja Hermoso
Es redactor jefe de EL PAÍS desde 2007 y dirigió el área de Cultura entre 2007 y 2016. En 2018 se incorporó a El País Semanal, donde compagina reportajes y entrevistas con labores de edición. Anteriormente trabajó en Radiocadena Española, Diario-16 y El Mundo. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra.

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