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Creado para el águila
Contenido patrocinado por una marca

Cómo darle la vuelta al placer de la cerveza

Recuperando un proceso artesanal de fabricación, El Águila Sin Filtrar consigue un sabor tradicional y moderno.

El Águila
@JORCHALON // JORGE ALONSO

Ser al mismo tiempo clásico y contemporáneo es posible. El Águila, que nació en Madrid en 1900, tomó su pasado como inspiración para conseguirlo. “Recuperamos el sistema tradicional de elaboración sin filtración y, cuando lo probamos, nos sorprendió”, recuerda Francisco Ruiz, maestro cervecero de la marca. “Es como si estuviéramos sirviendo la cerveza tal y como sale de los tanques de guarda de nuestra fábrica. Lo que podía parecer una locura se convirtió en un gran descubrimiento”.

El resultado fue El Águila Sin Filtrar, a la vez tradicional y moderna. “En el proceso se utiliza malta caramelizada y una combinación de lúpulos aromáticos”, detalla Ruiz. “Por eso tiene un amargo suave, con un ligero toque dulzón en boca y con un fresco aroma cítrico”.

Ese sabor característico hace que, además, se abra una puerta a distintas combinaciones. “Su frescor y amargo suave hace que combine muy bien con los platos típicos ligado al tapeo como las croquetas o una buena tortilla de patatas”, apunta Ruiz. “No obstante, al tener además levadura en suspensión que va limpiando de sabores el paladar, la hace ideal para comidas más intensas, como un ceviche o un buen planto de setas. Además, es una gran apuesta para recetas picantes, como pueden ser las indias o mexicanas”. La tradición traída al presente para demostrar que hay nuevas maneras de disfrutar la cerveza.

Movimiento clave

Al servir El Águila Sin Filtrar tenemos que tener en cuenta un sencillo gesto que mejora la experiencia. “Antes de abrirla es muy importante darle la vuelta a la botella”, explica Ruiz. “De esa forma, las levaduras que están en el fondo vuelven a ponerse en suspensión, recuperando la turbidez necesaria para degustar esta cerveza en su totalidad”. Pero, ¿qué sucede si nos olvidamos? “En esos casos hay un pequeño truco: agitar lo que queda en la botella antes de volver a rellenar la copa. De esta forma podremos recuperar la turbidez original. ¡Siempre y cuando quede cerveza en la botella, claro!”.

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