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Blogs / El Viajero
El blog de viajes
Por Paco Nadal
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Gestión del agua
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Cuánta agua consume un turista?

La pregunta deberíamos hacérnosla todos, porque al final todos somos turistas. ¿Gastamos la misma cantidad de agua cuando estamos de vacaciones que en nuestra casa? ¿Es sostenible ese consumo en la situación de estrés hídrico en el que en general se encuentran los destinos de sol y playa de medio mundo?

Una turista contempla el mar desde la piscina infinita de un hotel.
Una turista contempla el mar desde la piscina infinita de un hotel.Tom Merton (Getty Images)
Paco Nadal

“No gastamos lo mismo. Gastamos mucho más. Concretamente, el cálculo más ponderado con el que trabajan los expertos dice que un turista en una zona de resorts playeros gasta 300 litros de agua al día”, asegura Gonzálo Delacámara, director del Centro de Agua y Adaptación al Clima de la Universidad del Instituto de Empresa y asesor internacional para la Comisión Europea, Naciones Unidas, OCDE y Banco Mundial. “Una cantidad tres veces superior a la media, por ejemplo, que los ciudadanos de Madrid o Barcelona, que son ciudades bastante eficientes en el uso del agua. Pero mucho menos que la que gastan en países como Qatar, Dubái u Omán, que se dispara a 500 litros por persona y día. Una cantidad similar a la que consumen por ejemplo familias adineradas del barrio de San Isidro, en Lima, frente a los 50 o 60 litros que usan los habitantes de las barriadas pobres del extrarradio de la capital peruana”.

Obviamente, ningún turista se ducha tanto ni tira tanto de la cisterna como para fundir esos 300 litros. En el cálculo se computa el agua de las piscinas, del riego de jardines, de las lavanderías de los hoteles, de las cocinas, etcétera. Y se hace una media. Pero la cifra da una idea de que en el impacto del turismo en el calentamiento global y en la depredación de recursos naturales hay que poner en lugar muy destacado el elemento agua. “De todos los recursos naturales, el agua es el más estratégico, porque está interrelacionado con todos los demás. Cuando te duchas, no solo estás consumiendo agua, también la electricidad que se emplea para subirla hasta el décimo piso. Cuando comes, no solo consumes alimentos, también agua necesaria para procesarlos. El agua es el recurso clave y decir que en el futuro habrá guerras por el agua es absurdo. ¡Ya hay guerras por el agua! La de Israel y Palestina es solo un ejemplo”, contaba Delacámara el pasado martes en Lanzarote, durante la segunda edición de Conversa, un foro sobre turismo y cambio climático, organizado en este caso por la Cadena Ser de Lanzarote y el Cabildo de la isla en el que participaron una decena de expertos.

El cambio climático no es una previsión de futuro. Ya está aquí.
El cambio climático no es una previsión de futuro. Ya está aquí.S.Piyaset (Getty Images/iStockphoto)

La certeza que presidía todas las ponencias y mesas de debate era que el cambio climático no era una previsión de futuro. Ya está aquí. Y que el calentamiento de la Tierra será global, pero no simétrico. Va a afectar diferente en diferentes partes del mundo.

“Necesitamos mejorar la comunicación, nuevas metáforas para que la gente entienda lo que está pasando, lo que es ya un clamor científico: tenemos una atmósfera que atrapa mucho más calor y que ese calor lo que va a producir es un clima exacerbado, un clima que se extrema”, apuntaba Matías González, investigador del Instituto Universitario de Turismo Sostenible (TIDES) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. “Vivimos en el Holoceno y durante miles de años hemos estado acostumbrados a un clima previsible, con estaciones cíclicas y rutinarias en las que sabíamos cuando había que plantar, porque las lluvias llegarían después. Pero, ¿qué pasa si las lluvias llegan antes o mucho después de que plantemos y no podamos cultivar? Aplicado al turismo: sabemos que en el Holoceno en el hemisferio norte nieva en enero y febrero y las estaciones de esquí hacen sus previsiones y contratan personal con esa predictibilidad. Pero ya estamos viendo que cada vez nieva menos en invierno y luego caen nevadas tremendas en abril o mayo, cuando las estaciones de esquí ya están a punto de cerrar, el contrato de su personal a punto de extinguirse y los clientes pensando ya en las vacaciones de verano. Tenemos ya la misma concentración de gases en la atmósfera que hace tres millones de años. Si en un momento dado el clima se acompasa a esas concentraciones, adiós, bye bye al Holoceno. Y adiós, bye bye a todo lo que hemos conocido como un clima predecible con el que podemos organizar la vida”.

“Es difícil que el turista en sí consuma menos agua”, apostilla Delacámara, “pero los hoteles pueden llevar a cabo acciones que lo mitiguen: lavadoras más eficientes, toallas que no se laven siempre o uso de agua reciclada para el riego”.

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Una planta desalinizadora para la obtención de agua potable del mar.
Una planta desalinizadora para la obtención de agua potable del mar. Irina Belousa (Getty Images/iStockphoto)

Casualmente, en esta isla canaria de Lanzarote sigue funcionando la primera desalinizadora que se instaló en Europa. Fue en 1964 y no solo sigue en marcha, sino que genera el 100% del agua que se consume en la isla. En Lanzarote no hay agua en superficie ni apenas en los acuíferos. De las poco más de 900 plantas desalinizadoras instaladas en España ―al parecer, somos una potencia en esta tecnología― la tercera parte está en Canarias. Y han sido claves para el tremendo desarrollo urbanístico de las islas, donde el turismo representa una tercera parte del PIB.

Lo que está claro es que no se puede seguir creciendo ni construyendo a este ritmo, aunque en Canarias, como en cualquier otro destino de turismo masivo, la palabra decrecimiento o cupos que limiten el número de visitantes son tabú y no hay político que se atreve a plantearlo en serio (Lanzarote, con 155.000 residentes censados, recibe al año más de tres millones de turistas). “Pero sí se puede repensar lo ya hecho y hacer lo nuevo de otra manera”, opina Arsenio Pérez Amaral, otro de los expertos participantes en Conversa, arquitecto del grupo Abama y alguien muy comprometido con el uso en la construcción de materiales y técnicas autóctonas. “Nosotros estamos construyendo unas villas en las que la piedra que usamos para levantarlas es la misma que extrajimos para hacer los cimentos. El empleo de ventilación cruzada, de muros más gruesos y, por tanto, más aislantes, era algo que ya hacían nuestros antepasados. Yo vivo en una casa desde hace 20 años que no tiene ni necesita aire acondicionado, solo con aislamiento y ventilación cruzada mantiene la temperatura”.

¿Nos salvará de esta la tecnología? “Yo creo que hay algo falaz en la manera de plantearnos este tema”, opina Delacámara, “Si me preguntas si vamos a tener tecnologías disponibles susceptibles de resolvernos buena parte de nuestros desafíos, yo soy optimista, diría que sí. Si me preguntas si esas tecnologías van a resolvernos el problema, yo creo que no, al menos no solas, porque necesitamos que las tecnologías se conecten a la resolución del problema”. Y pone un ejemplo:

“Las modernas desalinizadoras, tecnología demonizada porque consumía mucha energía y generaba salmueras contaminantes, no tienen nada que ver ya con aquellas de 1964, como la de Lanzarote, que consumía cuando empezó 22 kilovatios/hora por metro cúbico de agua desalada. Las modernas del Golfo Pérsico funcionan con energías renovables y no necesitan más de 2 kilovatios/hora por metro cúbico de agua tratada. Además, son ya eficientes y han resuelto los problemas de costo de fabricación y mantenimiento, las membranas que usan ya no son de látex sino de almidón biodegradable y la salmuera, lejos de ser un subproducto contaminante, se ha revelado como una fuente de litio y otros elementos claves para la fabricación de móviles, baterías para coches y otras nuevas tecnologías. Las modernas desalinizadoras serán fábricas de litio que como subproducto den agua potable”

“Pero”, prosigue, “seguimos malgastando agua, tirando por ejemplo agua potable por las cisternas del baño, que es una aberración. ¿Tenemos agua para seguir dándoles a 87 millones de turistas que llegan a España y que además va a las regiones con más estrés hídrico? Tampoco está resuelto el reciclaje de aguas residuales. Ibiza tiene una planta de aguas residuales diseñada para 150.000 personas, pero en agosto soporta un millón de visitantes. España tiene siete de las diez cuencas con mayor estrés hídrico de Europa; la primera es Canarias; la segunda, Madeira; y la tercera, la cuenca del río Segura. ¿Es suficiente la tecnología para salvarnos? No, necesitamos política, toma de decisiones, cambio de hábitos. Hay una permanente infantilización de la política, le contamos a los ciudadanos, oigan miren esto que vamos a hacer es maravilloso y la justificación narrativa es la lucha contra el cambio climático. Pero no, lo que hay que decirle a la gente es: ‘mira, esto es maravilloso’, pero puede que en el camino tengamos que hacer algún tipo de esfuerzo y de sacrificio”.

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