Sabores locales de Nueva York: un popurrí gastronómico en las calles de Manhattan, Brooklyn y Queens
Moldeada por la inmigración desde hace siglos, la ciudad estadounidense sigue recibiendo influencias culinarias de todo el planeta. Restaurantes sofisticados, nuevas propuestas sin pretensiones, puestos callejeros y mercados inundan sus calles
En Nueva York se puede dar la vuelta al mundo, al menos en sabores, porque los neoyorquinos son de cualquier lugar del planeta y lo que comen, también. La emigración ha creado a lo largo de los siglos una ciudad única que hoy presume de su amplísimo panorama culinario, que abarca desde restaurantes con estrellas Michelin y establecimientos especializados en cocinas de todo el mundo hasta cafeterías abiertas 24 horas y locales informales.
Todo depende de gustos, de bolsillos y también de tener una mínima curiosidad por conocer la diversidad cultural de una ciudad hecha como un puzle de muchas tradiciones. Aquí, los periodistas gastronómicos cubren trivialidades como la competencia entre vendedores callejeros y las inauguraciones impulsadas por chefs de renombre con la misma seriedad que la política internacional. Como viajeros, encontraremos comida de todos los continentes para todos los bolsillos en cada manzana junto a elegantes templos de la alta cocina. Y no hay que desdeñar la periferia, donde a menudo se sacia el apetito pagando mucho menos.
En las calles se forman largas colas para probar postres y bollos recién inventados (como pasó con el cronut, acrónimo de cruasán y dónut) y gozar sin prisas de un brunch con café y mimosa el fin de semana está tan de moda como pedir una empanada para llevar después de medianoche. Y para los que prefieran el street food, en lugar de parar ante los carritos de bagels y hot dogs o las gastronetas, la nueva tendencia es acudir a las zonas de restauración o mercados dirigidos por chefs de prestigio, que se multiplican por la ciudad y forman ya parte de su identidad culinaria. El mercado de Chelsea, uno de los primeros espacios de este tipo, inspiró en parte a otros como Eataly, que a su vez dio lugar al mercado Little Spain del chef José Andrés, al Urban Hawker y otros muchos.
¿Clásico desayuno neoyorquino o ‘brunch’?
Desayunar bien para empezar el día con fuerza es uno de los mandamientos básicos del buen viajero. Y en Nueva York es casi obligado. Una de las mejores formas de comenzar la jornada es tomando un bagel con lox (salmón ahumado) y queso crema (o schmear) en una típica tienda de delicatesen judía; quedan pocas (como Barney Greengrass, en Upper West Side, y Russ & Daughters, con cuatro sedes), pero muchos delis, bodegas y tiendas gourmet como Zabar’s, en Upper West Side, sirven bagels al estilo neoyorquino (hervidos y luego horneados). La crujiente corteza del panecillo, la delicada textura del salmón y el suave sabor del queso crean una combinación perfecta.
Más información en la nueva guía de Nueva York de Lonely Planet y en la página web lonelyplanet.es.
Otro sitio estupendo para desayunar a lo grande en la Gran Manzana es el Pershing Square, frente a la Estación Central. Está abierto casi todo el día y siempre lleno de gente. Genuinamente neoyorquino, va variando la carta en función de la hora, pero es famoso sobre todo por sus desayunos. Las tortitas son estupendas, pero también tiene fama su tarta de queso.
Una propuesta para los que prefieran un desayuno ligero y sano: en casi todos los supermercados venden fruta fresca troceada y envasada, perfecta para cuando hay prisa o solo se quiere algo ligero para ir picando. Y por toda la ciudad no faltan los lugares de cadena (Maman, Starbucks, Le pain quotidien, Dunkin’Donuts…) donde los acelerados neoyorkinos cogen su desayuno y salen pitando.
Pero los fines de semana, lo genuinamente neoyorquino es tomar un brunch, esa combinación del desayuno y la comida. Los sábados y los domingos es habitual ver colas a la entrada de muchos restaurantes de Nueva York, de gente dispuesta a tomar una mezcla de dulce y salado, con un ingrediente impepinable: el huevo, preparado de muchas formas. Entre los clásicos están los Sarabeth’s (hay muchos por toda la ciudad) o el elegantísimo The Palm Court, en el icónico hotel Plaza (es caro, pero vale la pena para darse un homenaje). Otro clásico es el Café Mogador, un restaurante marroquí pionero en la ciudad, abierto hace ya 50 años. Y si vamos a una misa de góspel en Harlem, es parada obligatoria el Sylvia’s, donde espera su típico y contundente pollo frito con gofres, el plato estrella.
En el Distrito Financiero
El panorama culinario del Distrito Financiero (FiDi) se está reinventando gracias a las propuestas de Brookfield Place y la zona de restauración de Tin Building, dirigida por Jean-Georges Vongerichten, y a locales peculiares como El Luchador, en South Street Seaport.
Tin Building es la propuesta del momento, un mercado único y selecto en South Street con 5.000 metros cuadrados de mostradores elegidos con esmero, restaurantes, bodegas selectas y un puñado de bares. Este flamante palacio gourmet en el muelle 17 no tiene nada que ver con su anterior versión como mercado mayorista de pescado y marisco, en activo de 1907 a 2005, salvo un mostrador de pescado en la entrada a modo de homenaje. Los precios son caros (mejor dejar la compra para otro momento), pero es el mejor sitio de la zona donde darse un capricho.
En el Distrito financiero hay muchísimas propuestas, pero podemos ir a lo grande y darnos un festín con el menú degustación del Manhatta, que además tiene unas vistas geniales desde un piso 60. En Le Gratin, el rey de los fogones Daniel Boulud acerca Lyon al Bajo Manhattan con su restaurante francés del hotel The Beekman, mientras en Schilling el protagonismo lo tienen los clásicos austríacos (schnitzel, spätzle) con acento mediterráneo, en un restaurante rústico de un chef con estrella Michelin, Eduard Frauneder.
Y ya en plan más sencillo, en Leo’s Bagels encontraremos deliciosos bagels hechos a mano y servidos con salmón, huevos o queso de untar. Y en Pearl Diner, un sencillo local de toda la vida, sirven desde la década de los sesenta unas tortitas esponjosas y queso a la parrilla.
Cocinas del mundo en East Village y Lower East Side
En estos barrios de moda del corazón de Nueva York se han mezclado las sucesivas oleadas de migrantes, cada una con su propia cultura y cocina. El resultado es de lo más ecléctico y sus estrechas calles siguen siendo las más creativas y modernas de Manhattan. Cada semana abren nuevos bares y restaurantes, pero aún quedan locales con décadas de historia. Aquí aguardan toda clase de tentaciones, como platos italianos de trattoria, hot pot de Sichuan, sándwiches originales, sushi, ramen, pizza y falafel.
La variedad de cocinas en East Village es impresionante y, para tratarse de Manhattan, los precios son bastante razonables. Nowon está de moda para degustar comida coreano-estadounidense (se recomienda la hamburguesa con queso, pepinillos y salsa kimchi denominada Legendary Burger). Hay quien dice que el pho al estilo del norte de Hanoi House es mejor que el servido en Vietnam. Se podrán catar excepcionales especialidades indias en Veeray da Dhaba, sopa de fideos con carne de vacuno en el popular 886 o en el minúsculo Ho Foods y refinados platos chinos en el relajante Che Li.
Tampoco faltan excelentes restaurantes italianos como Supper, Fiaschetteria Pistoia o Il Posto Accanto. A quien le guste la comida tailandesa picante le interesará ir a Soothr o a Somtum Der. En Smør sirven exquisiteces nórdicas y en el diminuto Little Myanmar ensalada de hojas de té y otras recetas birmanas. Kafana se centra en la carne serbia, mientras que el modesto restaurante albanés Dua Kafe propone estofados y byrek (pastel de masa filo). Takahachi es un templo del sushi y los fideos japoneses desde 1991; Awash sirve guisos e injera (pan plano) etíopes desde 1994; Lucien está a la altura de un bistró francés desde 1998; y Casa Adela se especializa en arroz con habichuelas y pollo asado, típicos de Puerto Rico, desde 1973.
Quien quiera picar algo rápido y barato puede probar en Crif Dogs sus innovadores perritos calientes y tater tots (fritura de patatas), hacer cola en 7th Street Burger para pedir una hamburguesa para llevar o acercarse a Punjabi Deli para descubrir sus deliciosas propuestas vegetarianas. Y de postre, hay numerosas opciones, pero ChikaLicious Dessert Bar destaca por su menú degustación de dulces.
Es también en estas calles donde está uno de los locales más famosos de la ciudad y del cine: el del Katz’s Delicatessen. Pedir aquí un sándwich de pan de centeno con pastrami se ha convertido en una de las experiencias más típicas de Nueva York. En realidad, es solo una tienda de delicatesen kosher con letreros de neón, mesas, un personal algo malhumorado y una larga cola en la puerta.
Y entre las nuevas referencias, el Essex Market, un mercado histórico modernizado. Los vendedores callejeros se reúnen aquí desde 1818. Aunque ha ido cambiando de emplazamiento, la versión más reciente representa la gran diversidad del barrio con puestos que venden quesos, especias, comida dominicana, ceviche, bolas de arroz y más. Shopsin’s, legendaria cafetería abierta a la hora del almuerzo, sirve sus variados y originales platos en un espacio minúsculo. En la planta baja, la zona de restauración Market Line abarca sucursales de instituciones locales como Veselka y establecimientos especializados en pizza, ramen, pho, sushi y otros tipos de comida.
SoHo, Chinatown y Little Italy: tradiciones contrastadas y miles de sitios para escoger
SoHo (sur de Houston Street), Nolita (norte de Little Italy), Chinatown y Little Italy juntos forman una parte de Manhattan que está muy de moda, contradictoria y con mucha cultura. Cada uno de estos subbarrios tiene personalidad propia, pese a estar tan cerca entre sí, y esto también se observa en el aspecto culinario. En Chinatown muchos sitios sirven grandes porciones por pocos dólares. Al lado, el SoHo evoluciona constantemente con restaurantes de culto, futuras estrellas de la cocina y una oferta cada vez más exclusiva. Y en Little Italy sobreviven algunos locales italianos auténticos entre otros muchos turísticos.
En Chinatown hay toda clase de exquisiteces regionales asiáticas, pero la especialidad más famosa y sabrosa son los dim sum y las empanadillas chinas. Los hay por todas partes y cada cual cree que su restaurante es el mejor, así que lo más acertado es probar un poco de aquí y un poco de allá. Super Taste es conocido por sus empanadillas de carne de cerdo y cebollino por menos de cinco dólares. También son muy populares en este barrio los restaurantes de hot pot y uno de los mejores para gozar de esta experiencia en la que se elige un caldo, un tipo de carne y verduras, y se cocina todo, es 99 Favor Taste (hay otros locales en la ciudad). Lo mejor es visitarlo en grupo, ya que el hot pot siempre es mejor si se comparte entre amigos. Nom Wah Tea Parlor es otro de los clásicos populares del barrio que parece un diner estadounidense, pero que sirve té con dim sums: desde cerdo asado hasta xiaolongbaos de Shanghái para chuparse los dedos. Uno de los mejores lugares para comer dim sum es el Royal Seafood, que tiene el sabor auténtico de una casa del té cantonesa: desde la forma de poner la mesa hasta la señora que empuja los carritos y la cajera, todo lo que hay en este local es pura tradición. Ping’s tiene un ambiente más reducido e íntimo, pero la comida que sirve resulta sorprendente y los precios son muy razonables.
Pasando al SoHo podemos hacer una primera parada en Dominique Ansel Bakery para darnos un capricho dulce: destaca entre las muchas panaderías que hay en el SoHo y saltó a la fama en 2013 con su cronut, que se puso de moda y generó colas de gente que esperaba horas para pedir uno. También elabora mucha bollería francesa creativa, por si alguien quiere probar algo más allá del cronut, pero se recomienda encarecidamente probarlo.
Entre las calles Canal y Broome, Mulberry acoge una de las comunidades italianas más antiguas de la ciudad. Hoy, esta calle atrae a muchos turistas dispuestos a disfrutar de un plato de pasta en sus míticos restaurantes, seguido de un canoli, y puede que también de un helado, si todavía queda hueco en el estómago. La mayoría de los restaurantes tienen siempre un gancho en la puerta, quien carta en ristre trata de atraer clientela. Aquí hay de todo: desde embutidos hasta la típica pizza napolitana, igual que si nos paseásemos por las calles de la mismísima Roma. La experiencia puede completarse con los famosos canoli o con un helado casero de postre en Ferrara Bakery. Destacan restaurantes veteranos, como Puglia, que han vivido la transformación del barrio a lo largo de las décadas.
Union Square, el tirón del mercado agrícola
Union Square acoge todo el año uno de los mejores mercados agrícolas, que para los visitantes es una de las mejores formas de sumergirse en la cultura del barrio. Este microcosmos de productos frescos está activo desde 1976 (cuando solo había siete puestos). Abre todo el año los lunes, miércoles, viernes y sábados de 8.00 a 18.00 en los extremos norte y oeste de la plaza, con 140 puestos que cumplen unas normas estrictas. Todos los productores deben cultivar, criar, cazar o elaborar todos los productos que venden y hacerlo dentro de un radio determinado de la ciudad: 400 kilómetros al norte, 193 al sur y 274 al este y al oeste. El resultado es una colección de puestos de vendedores apasionados, deseosos de hacer llegar sus productos a los consumidores; pero además forma parte de la comunidad de Manhattan. Entre puesto y puesto, es fácil escuchar a gente que pregunta por una variedad de tomates que compraron allí hace años, ver trabajadores que en su pausa para comer comentan sabores con un fabricante de salsas antes de comprarle una caja u observar a corredores que saludan a los tenderos que reconocen al pasar.
Los días más concurridos pasan por este mercado unas 60.000 personas, pero el ambiente se mantiene sencillo, incluso para quien lo visita por primera vez. Los turistas pueden comprar mermeladas, vinos y sidras para llevar directamente a sus productores, además de panes, bollería y quesos.
Hay otro sitio emblemático en esta zona: el Shake Shack. En 2001, un carrito de perritos calientes apareció en Madison Square Park. Su objetivo era apoyar la primera instalación artística del parque. Más de dos décadas después, es un quiosco fijo y, lo más importante, el primer Shake Shack del mundo. Creada por Danny Meyer para captar el sabor de las parrillas de carretera estadounidenses, las raíces urbanas de esta cadena global encarnan el espíritu del restaurador que abrió su primer restaurante, Union Square Café, en 1985, con 27 años. Pese a que este clásico de la ciudad se trasladó en 2016 a la esquina de la calle 19 con el parque, su inspiración sigue siendo muy local gracias al Union Square Greenmarket. Hay restaurantes de Meyer por toda la ciudad, pero esta zona sigue siendo su epicentro: aquí están Gramercy Tavern, famosa por sus cartas de temporada, y la primera de sus panaderías y cafeterías, Daily Provisions.
West Village y Chelsea: reconversión gastronómica
West Village, quizá el barrio más filmado de Nueva York, es tan bonito como en las películas, repleto de árboles, calles adoquinadas y casas brownstone. Continúa teniendo un espíritu bohemio, como hace décadas, y es perfecto para pasear y descubrir sitios. El barrio también es célebre por los restaurantes sofisticados, acogedores e íntimos de Greenwich Ave, Hudson St y Bleecker St. En general, la oferta gastronómica, influida por las últimas tendencias del anejo Meatpacking District, es más ostentosa y cara.
En West Village está probablemente la manzana gastronómica más sabrosa de la ciudad. Este barrio es hoy uno de los más lujosos y deseables de Manhattan, pero los vestigios de su pasado obrero e inmigrante perviven, y el mejor tramo para saborear, literalmente, su historia quizá sea Bleecker St, entre las avenidas 6ª y 7ª. Hay que hacer cola para pedir mesa en John’s of Bleecker St, con reservados a la antigua rodeados de fotos y recuerdos. En activo desde 1929, sirve pizzas exquisitas cocidas en un gigantesco horno de ladrillo, además de pasta y otros platos con salsas coloradas. Hay que ir con hambre: lo de dejar el plato bien limpio es algo que se toman muy en serio. Otro festín italiano espera en Ottomanelli & Sons, cuyos expertos carniceros asesoran a la hora de escoger el filete, la costilla o el ave perfectos. Al otro lado de la calle está Faicco’s Italian Specialities, una tienda gourmet inaugurada en 1900: su impresionante sándwich de pollo lo dice todo.
Los intolerantes a la lactosa deberían evitar Murray’s Cheese Bar, pero a los amantes del queso les encantará su selección. La ruta puede terminar con una nota dulce en la Pasticceria Rocco, repleta de galletas arcoíris, canoli y sfogliatella, y el expreso más intenso que se puede tomar fuera de Milán.
Chelsea representa un término medio, con propuestas audaces entre Seventh Ave y Nine Ave, y otras más al oeste en Tenth Ave. Su icono gastronómico es el Chelsea Market, un bazar urbano inaugurado en 1997 al que le han salido muchos imitadores, pero este lugar sigue siendo único. Ocupa un enorme edificio que abarca toda una manzana donde Nabisco antaño fabricaba galletas en cantidades industriales. Hoy es un sitio para ver y comprar exquisiteces de pequeños productores, comestibles o no. La arquitectura recuerda el pasado del edificio. Las enormes tuberías de forja se han reutilizado como apliques. Bloques serrados de granito se han convertido en elementos decorativos. Y eventos como la música en directo o las clases de yoga grupales animan los pasajes públicos.
Pero lo que da vida al lugar son los vendedores. En la planta baja venden hortalizas frescas, quesos, carnes y productos asiáticos en la galería Chelsea Local. En la de arriba, los productos de consumo dominan la zona del lado de la Décima Avenida, desde los obsequios creativos y las novedades editoriales de Posman Books hasta la selección de objetos curiosos de los fabricantes locales de Artists & Fleas. Para darse un capricho dulce conviene visitar dos clásicos neoyorquinos como Amy’s Bread y Li-lac Chocolates y, si apetece una comida más sustanciosa, se puede ir a Miznon (comida callejera israelí), Los Mariscos (riquísimo ceviche), Lobster Place (rollitos de langosta irresistibles) y muchos otros lugares apetitosos. Las mesas cubiertas de la acera, un añadido de la pandemia, se han quedado y son ideales para sentarse a saborearlo todo.
Midtown: de Hell’s Kitchen a Koreatown pasando por nuevos mercados ‘gastro’
En el corazón de Nueva York, en el distrito de Midtown abundan los restaurantes con estrellas Michelin, pero también hay cadenas mediocres y trampas para turistas, sobre todo en torno a Times Square. Sin embargo, no se trata de un desierto alimentario: el viajero puede acceder a la Restaurant Row del Theater District, a la diversidad global de Hell’s Kitchen o a la floreciente oferta de Koreatown.
Inmortalizado por el musical West Side Story, el barrio de Hell’s Kitchen (que se extiende por las avenidas Novena y Décima entre las calles 37 y 55) conserva algo de su fuerza de antaño. Hoy tiene fama como zona de bares y locales gais, pero la gentrificación, en forma de rascacielos de viviendas, no es nueva y la identidad de Hell’s Kitchen vive a la sombra del consumismo de Times Square, que se expande por la Octava Avenida, y los colosales rascacielos de Hudson Yards, que se alzan por el sur. Pero esa gentrificación no ha ensombrecido su ecléctico panorama culinario, y son pocas las cocinas del mundo que no están aquí presentes.
En El Mil Sabores sirven auténtica comida mexicana a precios razonables. Hay pocas mesas, y una pequeña tienda que vende ingredientes para elaborar platos mexicanos. En Tradisyon preparan especialidades filipinas como sisig, sinigang y varios adobos, y el sabroso Tasty Hand Pulled Noodles combina fideos con empanadillas, sopa y carne. También destaca el diminuto Zoralie, que ofrece platos preparados dominicanos para llevar muy baratos.
Antes de tomar el metro en Columbus Circle, es posible comprar un tentempié o cortarse el pelo en las barberías del Turnstyle Underground Market, un mercado que hay antes de pasar los torniquetes y entre las entradas de las calles 57 y 58 de la Octava Avenida.
En Midtown hay varios mercados para comer: Urban Hawker, con puestos de comida callejera de Singapur; el Mercado Little Spain, la flamante y colorida respuesta española de José Andrés; o el mercado del sótano de la Estación Grand Central, con tentempiés y mercado con productos europeos gourmet.
Upper West Side habla y come en alemán
Este vecindario principalmente residencial está flanqueado por dos de los mayores y mejores parques de la ciudad; de hecho, la atmósfera bucólica del famoso Central Park y de Riverside Park (menos conocido) encaja con su refinado estilo de vida. Aunque no sea un destino culinario, este amplio sector de Manhattan ofrece de todo, desde bagels tradicionales hasta cassoulets francesas, pasando por lo último de la nueva cocina americana.
Hay pocos barrios que cuenten con un mercado de alimentos que defina su espíritu, como Upper West Side, gracias a Zabar’s. Fundado por un inmigrante judío en 1934 como appetizing store (diferente del deli) especializada en pescado ahumado, queso crema y otros productos para untar elaborados sin carne, el establecimiento ha ido creciendo hasta convertirse en toda una institución. Aunque el pescado blanco y el lox siguen siendo excelentes, ahora también venden comida gourmet, exquisitos platos preparados y, contrariamente a la tradición, carne. Los miembros del diverso personal están tan contentos de charlar un rato como de cortar finas porciones de corned beef (ternera en conserva).
Es en esta zona de Manhattan donde encontramos Yorkville, con su pasado alemán. A finales del siglo XIX, Nueva York tenía la tercera comunidad germanohablante más numerosa del mundo después de Berlín y Viena. Yorkville, zona encajonada entre East 79th St, 96th St, Third Ave y el río East, era conocida como Germantown, y East 86th St recibía el apodo de “Sauerkraut Boulevard”. Con el paso de las décadas, muchos alemanes se marcharon, con lo que la zona perdió lustre, pero aun así, quedan vestigios de su presencia: en la Segunda Avenida, entre 85th St y 86th St, hay un puñado de establecimientos en manos de familias alemanas desde hace casi un siglo.
La experiencia puede empezar en Heidelberg, el restaurante alemán más antiguo del barrio que sirve clásicos como schweinshaxe (codillo de cerdo) desde 1936 e invita a brindar con jarras de cerveza bávara en forma de bota. Se recomienda entrar luego en Schaller & Weber, charcutería abierta en 1937, para comprar salchichas; al lado, en Schaller’s Stube Sausage Bar sirven perritos calientes con toques internacionales (incluidos algunos para veganos). Jeremy Schaller, su dueño de tercera generación, también gestiona la contigua coctelería Jeremy’s, en cuya barra se puede pedir el combinado a base de ginebra Carl Schurz que homenajea al primer senador electo de EE UU de ascendencia alemana.
Y fuera de este universo germano, en el barrio se puede comer también el JG Melon, modesto pub donde preparan una de las mejores hamburguesas de Nueva York bajo un techo de hojalata desde 1972; degustarla junto con un bloody mary se considera un rito. Otra opción es parar en el Pastrami Queen, en activo desde 1956. Este establecimiento kosher tiene sus orígenes en Williamsburg (Brooklyn), donde se llamaba Pastrami King; aunque ha cambiado de género, su sándwich homónimo rebosante de carne es digno de la realeza.
Para lo dulce, nada mejor que probar en William Greenberg Desserts, popular desde 1946; el rugelach es exquisito, pero lo que le da fama son sus galletas blancas y negras de tamaño grande y pequeño. Hay que terminar en Lexington Candy Shop, la cafetería familiar de estilo luncheonette más antigua de Nueva York (1925); sirve la típica bebida egg cream.
La influyente y cambiante comunidad judía lleva más de un siglo definiendo la cultura de Upper West Side tras haberse establecido aquí debido a supuestas políticas discriminatorias en las viviendas ubicadas al este de Central Park. Al oeste del parque se yerguen numerosas sinagogas. El templo neorrománico de la congregación Rodeph Sholom otorga majestuosidad y elegancia a W 83rd St. El lugar de culto beaux arts de la congregación Shearith Israel —que se reúne en Nueva York desde 1654 y es la más antigua de EE UU— no tiene nada que envidiar a los otros monumentos de Central Park West. Pero quizás la sinagoga más bonita del barrio sea B’nai Jeshurun, maravilla de estilo neoárabe con coloridas ornamentaciones, vitrales y recubrimientos dorados. Se aconseja visitar el Jewish Community Center, que siempre ofrece proyecciones, conferencias y otros eventos de interés.
Otro aliciente es la gastronomía: se pueden probar hamburguesas y más cortes de carne glatt kosher en Talia’s Steakhouse and Bar, refinado restaurante de Amsterdam Ave que acoge cenas de sabbat semanalmente y frecuentes eventos para personas solteras de fe judía. Al lado, Izzy’s Smokehouse sirve carne kosher a la parrilla para llevar. Barney Greengrass merece una mención por su inigualable pescado ahumado; preparan bandejas de bagels rebosantes de salmón, pescado blanco, bacalao negro y esturión.
Brooklyn y sus barrios
Llegar al distrito de Brooklyn desde Manhattan es como una escapada, una excursión a un mundo muy diferente. Hacen falta semanas y meses para verlo a fondo, pero si lo que vamos es a comer hay algunos sitios a tener en cuenta.
Brooklyn Greenmarkets que es el paraíso de los productos frescos. Con 15 ubicaciones desde Bensonhurst hasta Greenpoint, pone al alcance del comprador urbano las delicias de la región y le permite conectar con los agricultores locales.
Otro hito es Smorgasburg, el mayor encuentro gastronómico donde catar la diversidad culinaria de Brooklyn —desde la más tradicional (paella, yakitori, pizza al horno de leña) hasta la más moderna (empanadillas de pollo jerk, buñuelos, salchichas filipinas en panecillos). Esta sucursal del Brooklyn Flea tiene dos ubicaciones: para probar sus productos conviene conseguir una mesa en el Marsha P. Johnson Park de Williamsburg los sábados o llevar una manta a Breeze Hill, en Prospect Park, los domingos. Tanto si se opta por los coloridos baos como por la barbacoa vegana, los pinchitos de fruta o las rosquillas de mango y lassi, lo mejor es pedir a través de la app Chow Now y evitar colas.
Un punto exótico lo podemos encontrar en Little Caribbean, que no es el típico destino turístico, sino un barrio donde la gente vive y trabaja. Una manzana al norte en Nostrand Ave está lo que la fundadora de I am caribBeing, Shelley Worrell, denomina “the lit block” de Little Caribbean. Allí se pueden comer versiones vegetarianas de platos típicos caribeños como bake and saltfish, pero con palmitos en lugar de bacalao, en Aunts et Uncles; dulces haitianos en Immaculee Bakery; y helado casero en Mr P’s, una heladería trinitense con sabores como guanábana y acedera.
Más al norte, Veggies Natl Juice Bar & Cafe sirve hamburguesas vegetales y un buen ponche de cacahuete, y Labay Market, platos caribeños de siempre y delicias difíciles de encontrar, que incluyen productos de la granja de la familia propietaria en Granada. Allan’s Bakery es famoso por sus rollos de pasas y en Culpeppers sirven cou-cou (de harina de maíz y ocra) y otros platos típicos. Una visita a Little Caribbean no está completa sin un buen roti (equivalente caribeño del burrito, relleno de carne al curri con patatas) o sin doubles (sándwich de garbanzos al curri entre dos rosquillas); según Worrell, los mejores los hacen en De Hot Pot. Los más osados pueden pedirlos completos y con mucha pimienta.
La diversidad culinaria de Brooklyn es uno de sus mayores atractivos. En Sunset Park, Tacos El Bronco y Los Poblanos tienen gastronetas y restaurantes en la Cuarta y la Quinta avenidas; Tacos Matamoros, El Rey del Pescado y La Brasa Peruana sirven tacos, aguachile y pollo peruano. En la Séptima y Octava predomina la cocina asiática: los fideos de Yun Nan Flavour Garden; la comida malaya de Hainan Chicken House; los bahn mi de cerdo a la barbacoa en Little Thanh Đa; y los dim sums de East Harbor Seafood Palace. Se puede andar hasta Ft Hamilton Pkwy para comer hot pot en Chong Qing Wharf.
Las tortillerías despegan en North Brooklyn. Sobre Masa, en Bushwick, prepara tortitas de maíz criollo con segueza (mole) de seta de ostra y albóndigas de cordero. La Tortilleria Mexicana Los Hermanos es más sencilla. En Williamsburg, Aldama elabora su propia masa y versiones selectas de los platos mexicanos de siempre. Y el vegetariano For All Things Good también elabora tortitas con masa propia y tiene una sucursal en Bed-Stuy.
En el próspero Little Tokyo de Greenpoint, Acre ofrece platos japoneses saludables y Rule of Thirds tiene una carta de sakes de dos páginas. En 50 Norman se puede comprar miso casero y en Dashi Okume dashi al gusto. Se pueden tomar ramen y ostras en Wanpaku y luego un cóctel en The Hidden Pearl. El mercado japonés Mitsuki es un buen sitio para comprar tentempiés.
Greenpoint también tiene su toque polaco. En Karczma sirven platos tradicionales como kielbasa y borscht blanco en reservados de madera; Christina’s ofrece generosas raciones de col rellena y panqueques de patata. Restaurant Relax elabora cocina casera polaca, desde sopa de pepinillos hasta blintzes rellenos de fruta. Y en Pierozek, el único restaurante polaco recomendado por Michelin de EE UU, los pierogi se sirven con beicon y jalapeño o como guarnición de un Bloody.
Y nos quedan por probar las pizzas de Brooklyn: entre los puestos de toda la vida y el constante fluir de sitios nuevos, se podría vivir en este distrito neoyorquino para siempre y no llegar probar todas sus pizzerías. Si se va a lo clásico, Juliana’s y Grimaldi’s, ambos en Dumbo, acumulan largas colas. Pero no es mala idea obviarlos en favor de Totonno’s; se tarda un rato en llegar a Coney Island, pero sus pizzas al horno de leña son lo más. En South Brooklyn, L&B Spumoni Gardens lleva décadas sirviendo pizza siciliana sencilla, con solo un puñado de ingredientes. Lucali, al que hay que llevar la bebida y que solo acepta efectivo, lleva en activo desde el 2006, pero la pizzería que en su día frecuentaban Beyoncé y Jay-Z sigue siendo de difícil acceso: hay que hacer cola temprano para apuntarse en la lista y luego ir al bar B61 a esperar. Si se logra entrar, hay que pedir el calzone, es divino.
Para saborear una pizza clásica neoyorquina o una de la abuela, con mozzarella fresca, se puede ir a Joe & Sal’s o Brooklyn Pizza Crew. Roberta’s es la reina de Bushwick, pero Ops acapara la atención con sus pizzas de masa madre y sus geniales cócteles. Lala’s Brooklyn Apizza sirve pizza de Brooklyn en la azotea de Grimm Artisanal Ales’ con una masa que lleva la misma levadura con la que fermenta la cerveza. Las de Nowon llevan kimchi y champiñones de barbacoa coreana. Ace’s hace pizzas cuadradas al estilo de Detroit. Y quienes tengan restricciones alimenticias pueden ir a Saraghina, que tiene pizzas sin gluten, mozzarella vegana e impecables opciones tradicionales.
Queens: Astoria, Little Egypt y Roosevelt Ave
La principal razón para visitar Queens es la comida. Aunque los restaurantes más populares están en Manhattan y Brooklyn, este distrito se lleva la palma por la deliciosa cocina internacional. Si en el barrio de Long Island City hay establecimientos de km 0, en Astoria y Little Egypt se encuentra desde comida griega hasta bagels. Más al este, Elmhurst evoca Bangkok con múltiples restaurantes tailandeses, mientras que Roosevelt Ave sobresale por la comida callejera latina.
Se recomienda expandir los horizontes culinarios probando platos en el butanés Zhego o recetas uigures en Nurlan. I Love Paraguay teletransporta a una nación sudamericana poco visitada con su chipa so’o (masa de maíz rellena de carne y queso), mientras que Africana propone un menú inspirado en África occidental que incluye recetas típicas de Nigeria, como edikang ikong (estofado con hojas de calabaza) y peppersoup de carne de cabra. Casa Enrique sirve comida casera mexicana de primera (y el mejor guacamole de la ciudad) a una parada de metro de Manhattan. La comida india del humilde Adda Indian Canteen de Long Island City no tiene rival, especialmente sus biryanis y curris. En Woodside abundan los restaurantes tailandeses, desde el afamado SriPraPhai hasta Zaab Zaab.
La zona de Astoria es cita obligada. Aquí vive la comunidad griega más numerosa del mundo fuera de su país. Está repleta de pastelerías, restaurantes y negocios gourmet especializados en productos helenos, sobre todo en Broadway, y paseando por el barrio se oirá música típica de Grecia que sale de ventanas abiertas junto al aroma a souvlaki.
Pese a que Astoria se caracteriza por una fuerte presencia griega desde la década de 1960, hoy también acoge a gentes de Oriente Medio y Latinoamérica, así como a jóvenes creativos (el vecindario está de moda entre actores y actrices en ciernes). Esto implica que los establecimientos de toda la vida comparten protagonismo con bares modernos y restaurantes de una nueva generación de chefs que aportan un toque contemporáneo a la cocina griega tradicional. Taverna Kyclades, el restaurante griego más famoso de Astoria, apuesta por clásicos de mar como pulpo a la parrilla.
También está en Astoria un trozo de Egipto. El viajero sabrá que se halla en Little Egypt —en Steinway St, entre 30th Ave y Astoria Blvd—cuando vea la mezquita rosa que domina la calle. Este diminuto rincón de Astoria rebosa de bares de narguilés, pastelerías, tiendas especializadas y excelentes restaurantes. De noche, la calle cobra vida gracias a los hambrientos vecinos atraídos por el humo de las gastronetas y a la clientela que abarrota los cafés. Aunque se llame “Pequeño Egipto”, se encuentran delicias de todas partes de Oriente Próximo y África Septentrional.
Y nos queda todavía por probar la comida callejera latina de Roosevelt Ave. Cuando se trata de comer por la calle, cuesta superar el ejército de gastronetas, carritos y locales de delicatesen secretos de esta avenida. Paseando de 90th St a 103rd St, uno puede sorber champurrado (una espesa bebida caliente de chocolate con maíz), picar cemita (sándwich mexicano) y dejar hueco para un guiso de pescado ecuatoriano: es barato, auténtico y muy de Queens. Si el hambre aprieta, tocará catar lo mejor de Roosevelt Ave. Andando por la acera sur se llegará al cruce con Forley St, donde el célebre puesto Taco Veloz sirve tacos deliciosos y cemitas excelentes. Algo más al oeste se halla Mariscos El Submarino: al fondo hay un mostrador tras el que los hábiles empleados preparan unos de los mejores cócteles de gambas y aguachiles del planeta; cargados de gambas (y/o pulpo) y cubiertos con aguacate troceado, son sabrosos, refrescantes y exquisitos.
Siguiendo por Roosevelt Ave se alcanza Birria-Landia, famoso por sus tacos de birria (carne estofada servida con una salsa). Aún se puede ir al norte hasta 37th Ave para poner fin a este viaje culinario por Latinoamérica con una esponjosa arepa rellena de queso de Arepa Lady.
Además de museos interesantes, Flushing Meadows-Corona Park acoge el mercado nocturno de Queens. En verano, cada sábado al caer la noche se instalan decenas de puestos que venden comida callejera de inspiración internacional. Se podrán probar bolas fritas de pescado de Antigua, pierogi de Polonia o guiso de quingombó de Sierra Leona, y postres como té de burbujas, dónuts-mochi o pastéis de nata portugueses.
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