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Un camino de hierro para descubrir las Arribes del Duero

El acondicionamiento y puesta en marcha como ruta senderista de un tramo de vía de tren que unía Oporto con Salamanca permite conocer un territorio rico en naturaleza, gastronomía y patrimonio

Arribes del Duero
La antigua estación de La Fregeneda en las Arribes del Duero.Emilio Fraile

“El Camino de Hierro es como la tónica, te gusta o no te gusta; no deja indiferente”, dice la guía que acompaña por este tramo de línea férrea acondicionada para hacer a pie. Nos encontramos en la estación de La Fregeneda, en las Arribes del Duero, al noroeste de la provincia de Salamanca. Por delante tenemos un recorrido de 17 kilómetros sobre una colosal obra de ingeniería que se inauguró en 1887 y permaneció abierta al tráfico de trenes hasta 1985. La ruta no va a gustar a quien acuda pensando que esto es una vía verde. Nada que ver. Aquí se anda sobre las traviesas o sobre las piedras que las rodean: el balasto. Tampoco emocionará a quienes tengan claustrofobia o miedo a los murciélagos. Hay 20 túneles, oscuros y húmedos, invitaciones a la introspección, pues no llega la cobertura móvil. Están excavados a golpe de dinamita. En el primero vive una colonia de más de 12.000 de estos mamíferos voladores, que anidan en el tercero, donde el senderista pisa, y huele, una especie de arena marrón: es guano.

El Camino de Hierro gusta por lo que sí es: una entrada para un espectáculo multidisciplinar donde la ingeniería metálica de sus 10 puentes, prodigios del siglo XIX, asoma a un vértigo en el que a veces se ve y otras se escucha primero el Morgáez y luego el Águeda —afluentes del Duero—, encajonados a muchos metros por debajo. No es raro ver águilas reales y buitres leonados planeando sobre esta naturaleza abrupta mientras bandadas de avioncillos buscan refugio en la roca viva de los túneles. Los viñedos, en filas disciplinadas, asoman al otro lado del río, que ya es Portugal. La mañana de octubre en la que tiene lugar esta caminata luce el sol, pese a que el pronóstico anunciaba lluvia. “Tenemos un microclima mediterráneo”, comenta la guía y refrendan las chumberas de frutos rojizos. La infraestructura cierra en julio, por el calor, es una delicia en otoño y primavera y también recomendable para hacer en invierno.

1. La casa del Conde en Lumbrales: comienza la historia

El visitante no le sacará todo el jugo a la experiencia del Camino de Hierro si no explora, también, el territorio del Abadengo en el que se sitúa, y que le da contexto. Puestos a conocer la historia por orden cronológico, el centro de interpretación de la Casa del Conde, en Lumbrales, debería ser la primera parada. La construyó Ricardo Pinto da Costa, conde de Lumbrales desde 1888 y, antes de eso, líder del grupo de empresarios de Oporto que impulsaron trazar una línea ferroviaria entre su ciudad y Salamanca. Buscaban una vía de transporte comercial más rápida que la que discurría por el Duero. Para eso había que salvar la complicada orografía de las Arribes. Las obras comenzaron en 1883, duraron cuatro años y llegaron a emplear a más de 2.000 obreros; muchos se dejaron la vida en el empeño.

Mapa del Camino de Hierro de Salamanca, España.
Mapa del Camino de Hierro de Salamanca, España. El País

La llamada Línea del Duero —cuyo ramal español tiene 77 kilómetros— fue recibida en las Arribes como un motor de prosperidad, aunque nunca tuvo demasiado fuste. Su revival, en forma de Camino de Hierro, vuelve a despertar esperanzas de desarrollo, esta vez por la vía del turismo. Más de 60.000 visitantes han pateado sus traviesas desde su inauguración, en abril de 2021. Mientras que por los alrededores han abierto, o reabierto, unos 20 establecimientos, como el camping de Lumbrales, que llevaba años cerrado. La oferta de alojamientos se nutre, fundamentalmente, de casas y hotelitos rurales. Como la agradable posada real El Brasilero, que abrió en 2013 en Saucelle, por concesión municipal, en el edificio que el indiano Tomás Perera se construyó al estilo portugués.

Fachada del Museo Casa de los Condes, en Lumbrales. Salamanca.
Fachada del Museo Casa de los Condes, en Lumbrales. Salamanca. Emilio Fraile

2. Savia nueva en Hinojosa de Duero

Tal Vez es el nombre de un restaurante con mucho encanto que lleva en marcha en Hinojosa de Duero desde mayo de 2024. Lo regentan Alicia de Castro —sumiller y responsable de sala— y Gonzalo Elena, en la cocina. Después de desarrollar su carrera fuera, la pareja ha vuelto al pueblo de él para plasmar su concepto gastronómico: producto de proximidad y tradición servida con una vuelta de modernidad. “Hemos apostado por el territorio, y esa decisión no debería ser heroica; todo tendría que ser más fácil”, reclaman. Felipe Hernández Vacas, de 35 años, nunca se fue. Él es el responsable de Quesos de Hinojosa, fundado por su abuelo en 1963. Se encarga, también, de acompañar a los visitantes por las instalaciones; explica el proceso artesanal por el que la leche cruda de oveja se va convirtiendo en queso semicurado, curado y gran reserva. La quesería emplea a siete trabajadores y produce unos 150.000 kilos al año. Vende en el despacho adyacente, a través de su tienda online —a la península Ibérica— y exportando a países como el Reino Unido o Irlanda.

Felipe Hernández, en su quesería de Hinojosa de Duero.
Felipe Hernández, en su quesería de Hinojosa de Duero.Emilio Fraile

3. Aceite, vino y piedra

Los establecimientos y pueblos que salen al paso del Camino de Hierro destilan autenticidad. También una mezcla de rabia y resignación por la despoblación que sufren, y un ansia palpable por atraer visitantes. En Ahigal de los Aceiteros, la almazara ofrece visitas y catas. Igual que la pequeña bodega artesana Quinta Las Velas, que no emplea química y trasiega el vino. Su propietario, Enrique Robles, ha sido artífice de la recuperación de la uva bruñal, una variedad autóctona de la que sale un vino muy especial, con aromas frutales, subraya. “Hay gente que llega a San Felices de los Gallegos despistada, dispuesta a darse una vuelta rápida y marcharse, pero se queda, porque enseguida descubre que hay mucho que ver”, se enorgullece Daniel Cangas, el guía que organiza rutas turísticas por esta joya medieval de calles empedradas que guarda el castillo, las murallas, la iglesia del convento de las Madres Agustinas, la iglesia de Nuestra Señora entre Dos Álamos, el Museo de la Cantería o el del Aceite, en un lagar en activo hasta mediados del XX.

Enrique Robles, en la sala de barricas de la bodega Quinta Las Velas.
Enrique Robles, en la sala de barricas de la bodega Quinta Las Velas.Emilio Fraile

4. Yacimiento de la Siega Verde y Ciudad Rodrigo

El más antiguo de los más de 500 grabados descubiertos en el yacimiento paleolítico al aire libre de Siega Verde data de hace 18.000 años. Se encuentran junto a remansos y pozas del río Águeda, y representan fi guras animales (ciervos, équidos, uros, bisontes), junto a signos sobre los que solo cabe especular. Los mismos que aparecen en el sitio rupestre del valle del Côa, en Portugal —junto al que Siega Verde se ha convertido en patrimonio mundial de la Unesco—, y en otros de Europa occidental. “Estos pueblos no vivían en cuevas, sino en tiendas hechas con pieles, y eran seminómadas, lo que favorecía el intercambio”, explica Alejandro Fonseca, coordinador del enclave salmantino. Recibe unos 7.000 visitantes anuales y organiza actividades y talleres para escolares y familias. Desde hace un par de años lo gestiona una fundación.

Yacimiento paleolítico al aire libre de Siega Verde.
Yacimiento paleolítico al aire libre de Siega Verde.Emilio Fraile

El viaje hasta Siega Verde es la incursión más meridional de esta expedición por el oeste de Salamanca. Y un plan perfecto para completar con una visita a Ciudad Rodrigo. O viceversa. La ciudad se alza a tan solo 15 kilómetros río arriba, desplegando sus encantos patrimoniales junto con una intensa vida festiva. Por poner solo dos ejemplos, aquí se celebra el Carnaval del Toro y, en agosto, la Feria de Teatro de Castilla y León, que funciona como mercado de las artes escénicas en el que las compañías muestran sus novedades y se cierran contratos. Los amantes de las curiosidades pueden darse una vuelta por su Museo del Orinal, con más de 1.300 piezas (la más antigua, del siglo XIII) de 29 países. Los de la buena mesa disfrutarán en el Estoril, con la chef Leticia Martín a los mandos.

Senderistas por el Camino de Hierro en Salamanca.
Senderistas por el Camino de Hierro en Salamanca.Emilio Fraile

5. Vega Terrón, fin del camino

El Camino de Hierro termina en el muelle fluvial de Vega Terrón, en la frontera con Portugal. Es el lugar de atraque, por la parte española, de los cruceros que recorren el Duero entre ambos países. Recibe unos 400 de estos barcos cada año, con unos 40.000 pasajeros, la mayoría de los cuales marcha en autobús a Ciudad Rodrigo o Salamanca, nada más tocar puerto. Las Arribes espera como agua de mayo el día en que el goteo de visitantes que trae el río y la vía férrea cale, por fin, en el territorio.

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