Vuelo en globo en España: adrenalina, mucho paisaje y un plan también para niños
El primer artefacto que permitió al ser humano surcar los cielos permite observar la Península de una manera diferente. Una actividad, accesible en algunos casos para personas con movilidad reducida, que no concluye con el aterrizaje
A los 4 años, Jorge Iglesias (Gijón, 43 años) se subió por primer a vez a un globo aerostático. La sensación de estar suspendido en el aire, de flotar, y sentirse poderoso pudiendo observar todo desde arriba le embaucó. Cuando cumplió los 14 decidió seguir los pasos de su padre —piloto de globos– y obtuvo su primera licencia. Desde entonces su vida ha estado más en el cielo que en la tierra: ha sido paracaidista, piloto de planeador, de parapente y, por supuesto, de globos. Desde 2012 dirige la empresa que él mismo fundó, Volar en Asturias, que ofrece viajes en este tipo de aeronave por todo el Principado.
La península Ibérica es una región ideal para descubrirla en globo por su geografía y sus condiciones climáticas. En los últimos años, han proliferado compañías que ofrecen este tipo de experiencia, que varía en precio según la duración del vuelo, la exclusividad, los servicios adicionales o la zona que se sobrevuele. Un viaje que, en cualquier caso, no baja de los 100 euros.
El globo aerostático no fue el primer intento de volar del ser humano. Fue el empeño del físico andalusí Abbas Ibn Firnás en el siglo IX, o de Leonardo Da Vinci con la invención de su “hélice aérea” en 1506. Sin embargo, el globo sí fue el primer artefacto que transportaba pasajeros volando. El padre de esta creación fue el sacerdote portugués Bartolomé Guzmán, apodado Padre volador, quien en 1709 consiguió elevar un globo con aire caliente con una persona en él. Y es que el mecanismo de esta aeronave, compuesto por una vela y una cesta, se basa en el principio de Arquímedes, que dice: “Un cuerpo total o parcialmente sumergido en un fluido en reposo experimenta un empuje vertical hacia arriba igual al peso del fluido desalojado”.
Normalmente, los vuelos comerciales en globo no sobrepasan los 1.300 metros de altitud. Como explica Jorge Iglesias, “es suficiente para observar toda una comarca o incluso una comunidad autónoma”. Se refiere a la experiencia que ofrece Volar en Asturias en Sariego, la comarca de la sidra y epicentro asturiano, con unas vistas desde el mar hasta los Picos de Europa. Otras zonas donde prevalece el paisaje de naturaleza es el concejo de Piloña, pero también se vuela sobre las ciudades de Oviedo y Gijón.
La experiencia en globo no es recomendable si se tiene miedo a las alturas, conocido como acrofobia, de origen psicológico y mal confundido con el vértigo, de origen fisiológico. Aunque no se padezca ninguno de los dos, es normal que viajar en globo por primera vez genere cierto temor. Para minimizar la incertidumbre, tanto el equipo de tierra —que monta los globos para el vuelo y los recepciona en su aterrizaje— como el propio piloto resuelven cualquier duda que los pasajeros puedan tener y explican cómo será el vuelo antes del despegue.
“Todo ese miedo que se puede tener previamente se va una vez empiezas a coger altura y te encuentras ante esas impresionantes vistas”, apunta Iglesias. Su empresa hace también vuelos exclusivos a Picos de Europa, uno de los lugares más inhóspitos de España. “Lo hacemos una vez al año, un vuelo de tres horas aproximadamente desde Cangas de Onís hasta León”, añade.
En Castilla y León, otra compañía, Aerotours, realiza vuelos por otros lugares espectaculares como el parque natural de Arribes del Duero, en la parte occidental de las provincias de Zamora y Salamanca. Así, cuando el globo se llena de aire caliente y asciende, se contempla un paisaje granítico dibujado por el río Duero haciendo frontera entre España y Portugal a través de profundos cañones. La misma empresa ofrece viajes en el resto de las provincias de Castilla y León, en Toledo y Guadalajara —sobre los campos de lavanda— y en la sierra de Guadarrama (entre la Comunidad de Madrid y Segovia), otro parque natural de alto valor ecológico que alcanza los 2.428 metros en su pico más alto, Peñalara.
No muy lejos de allí, la empresa Extremadura en globo, pioneros del turismo aerostático en esta comunidad autónoma, ofrecen vuelos con salidas desde las ciudades de Badajoz, Mérida y Cáceres. En esta última, además del entramado de su casco histórico, declarado patrimonio mundial de la Unesco, con la muralla almohade que la rodea, se puede observar la sierra de la Mosca, coronada por el santuario de la Virgen de la Montaña, y los Llanos de Cáceres, zona de interés regional por su fauna y flora.
Vuelos para todos los públicos
En la Comunidad Valenciana, la empresa Tot Globo lleva 26 años sobrevolando principalmente la comarca de Bocairent y la Sierra de Mariola por sus atractivos paisajísticos. “Un paisaje dominado por el viñedo y por pequeños pueblos donde no ha llegado el turismo de masas, núcleos poblacionales que permanecen como hace décadas y siglos”, explica su director de operaciones, Raül Carbonell. Sus vuelos salen de los municipios de Fontanars dels Alforíns y Bocairent, dos ayuntamientos que promovieron la creación del primer globo accesible, que permite el viaje a personas con movilidad reducida. “Desde entonces, nosotros ofrecemos este tipo de vuelos con globos adaptados que tienen una rampa para acceder con silla de ruedas, y sillas y anclajes homologados dentro de la cesta, que se elevan durante el vuelo para que puedan ver”, cuenta el gerente de Tot Globo.
A diferencia de otras actividades de vuelo solo permitidas para mayores de edad, como el paracaidismo, el viaje en globo se reserva también a los niños, que, dependiendo de la empresa, podrán hacerlo a partir de según qué edades o según otros criterios, como la altura. En Tot Globo, la edad mínima es de 5 años, una condición que comparten con Globus Pirineus, afincada en Cataluña. Sus principales áreas de operaciones son las provincias de Barcelona y Lleida. En la primera destaca la experiencia sobre la comarca del Bages, a 45 minutos de la ciudad condal, desde donde se contempla en un vuelo a 1.200 metros de altitud el macizo de Montserrat, la comarca contigua de Osona e incluso los Pirineos. En Lleida, se vuela por la comarca de Sant Llorenç de Montgai, para divisar el pantano homónimo y el de Camarasa, que nacen de la confluencia de los ríos Segre y Noguera Pallaresa, un paisaje de pino blanco que completa las sierras de Mont-roig y Monteró y la Pared del Oso.
Otra zona magnífica para sobrevolar en globo es el geoparque de Granada, declarado geoparque mundial por la Unesco en el año 2020. Una superficie de más de 4.000 kilómetros cuadrados, en el sector central de la cordillera Bética, que comprenden las comarcas de Guadix, Baza, Huéscar y Montes, rodeadas por la sierra de la Sagra y Sierra Nevada. La empresa Glovento Sur realiza vuelos a esta y otras regiones andaluzas donde la geología ha condicionado la vida y cultura de sus habitantes, como la comarca de Antequera y su impresionante Torcal, un paraje natural de origen marino declarado también patrimonio mundial junto a los dólmenes de la capital antequerana.
Seguridad ante todo
Como aeronaves que son, los globos aerostáticos deben seguir los protocolos de seguridad de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA). “Pasan inspecciones todos los años, tenemos seguro y para cada vuelo se realizan todos los trámites pertinentes para cada pasajero, los mismos que se hacen en un viaje de avión”, explica Iglesias.
En el vuelo en globo, el viento es el elemento principal, por lo que la climatología será determinante para realizar o no la salida, que se confirmará con 24 o 48 horas de antelación. “El fabricante determina la velocidad máxima de viento con la que se puede aterrizar el globo”, aclara el responsable de Volar en Asturias. “Normalmente, establece un máximo de 30 kilómetros hora, pero hay que tener en cuenta otros factores. En montaña, como estamos nosotros, y por la composición de los campos más parcelados, establecemos un máximo de viento de 15 kilómetros por hora para poder aterrizar”, añade.
El aterrizaje es otro momento emocionante que requiere buena comunicación entre el equipo de tierra y el piloto. Este debe ir reduciendo altitud liberando el aire caliente del interior del globo. Cuando se ha escogido un lugar para el aterrizaje —de gran amplitud por las posibles variaciones del viento en su descenso— comienza la maniobra de alineación del globo para que aterrice con la base plana y en vertical. Solo cuando el globo ha expulsado todo el aire de manera controlada, se procede al desembarque de los pasajeros.
Sin embargo, aquí no suele acabar la experiencia. Ya en tierra se ofrece a los pasajeros un almuerzo o desayuno porque normalmente los vuelos se realizan al amanecer. En el caso de Tot Globo, tiene lugar en un establecimiento de la comarca de Bocairent con productos locales. “Al final se trata de dar a conocer el lugar de todas las formas posibles, desde el cielo, sí, pero también a través de la cultura y la gastronomía”, se enorgullece Carbonell.
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