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Arribes del Duero y sus afluentes: entre cañones, miradores y bodegas

La Ruta del Vino de Arribes es un recorrido enoturístico que transcurre dentro de este parque natural en las provincias de Zamora y Salamanca, lindando con Portugal

El Viajero Arribes del Duero
Vista del cañón de Arribes del Duero desde el mirador del Fraile de Aldeadávila de la Ribera, en la provincia de Salamanca.Iñigo Dfz. de Pinedo (Getty Images)

El parque natural Arribes del Duero es un lugar más desconocido y despoblado que lejano. Un paraje transfronterizo de pequeños viñedos de viñas viejas delimitados por muros graníticos de mampostería seca de los que se obtienen unos singulares vinos y que son parte del recorrido enoturístico de la Ruta del Vino de Arribes. Arribes, arribas o arribanzos hacen referencia a los cañones de granito y rocas metamórficas que por estas latitudes zamoranas, salmantinas y portuguesas perfilan el cauce del Duero. Pronunciadas pendientes convertidas en bancales en los que, gracias a su microclima, se ha favorecido el cultivo de viñedos, olivos y frutales desde tiempos inmemoriales.

Cuenta Carolina Martín, guía de la empresa Peti Red Natura, que Arribes del Duero se encuentra en una zona de placas tectónicas y que al moverse y colisionar abrieron un hueco que el río aprovechó para llenar y seguir avanzando rumbo al sur y trazar una frontera natural, vertical y líquida de 120 kilómetros, para después adentrarse en Portugal en dirección al Atlántico. La orilla lusa se encuentra protegida bajo el paraguas del Parque Natural do Douro Internacional

El Duero es una gran hendidura a la que dan a parar afluentes, como el Tormes, que también discurren enclaustrados entre cañones. “Arribes del Duero y sus afluentes”, dice Carolina Martín que debería llamarse el parque. El Duero y sus fiduciarios han dado forma a un territorio de una gran singularidad etnográfica y paisajística. Cascadas intermitentes que se precipitan desde desfiladeros desprovistos de vegetación en los que anidan, crían y sobrevuelan buitres negros y leonados, alimoches, águilas reales y otras rapaces.

En la penillanura de Arribes del Duero se encuentran pueblos en los que hay más granito, pizarra y bodegas que vecinos. Entre unos y otros se suceden páramos en los que pastan rebaños de ovejas merinas, que si se encuentran en la provincia de Salamanca pueden disfrutar de la sombra de la Peña Gorda. Este es un pedrusco que parece una reproducción a escala del australiano monte Uluru. De allí, de Australia, previo paso por California, vienen Liliana Fernández y José Manuel Beneitez, creadores de El Hato y el Garabato, en la localidad zamorana de Formariz. Una bodega de la Denominación de Origen Arribes más similar a la de Viña Romana, en Villarino de los Aires, que a la ambiciosa de la Hacienda Zorita, muy cerca de Fermoselle.

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José Manuel Beneitez asegura que en el mundo no hay tantas viñas centenarias asequibles como en Arribes. Al no haber marca como territorio, nadie conoce esta denominación de origen que produce unos vinos con personalidad. La misma que hay que tener para poner en marcha negocios como La Casa de los Arribes, en Fornillos de Fermoselle; Numa Cerámica, en Gamones; la mermeladería Oh Saúco, en Fornillos; y bodegas como las de Liliana y José y la del danés Thyge Benned (Frontío), al que todo el mundo llama Chus en Fermoselle.

Vecinos junto a la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en la localidad zamorana de Fermoselle.
Vecinos junto a la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en la localidad zamorana de Fermoselle.M Ramirez (Alamy)

Fermoselle es la capital de Los Arribes. El pueblo de las mil bodegas subterráneas, en el que viven unos 1.200 follacos, el gentilicio alternativo de esta villa situada entre las aguas del Duero y el Tormes, emplazada en un antiguo castro celta. Un pueblo en el que es más interesante lo que oculta que lo que muestra. Algo de lo que sabían los judíos conversos procedentes de Andalucía que se instalaron en Fermoselle, cuando los Reyes Católicos ordenaron su expulsión. Las bodegas subterráneas están excavadas en roca granítica. Al interior de las mismas se accede por unas empinadas escaleras, precedidas por una trampilla o puerta pequeña. En su interior se pueden ver los arcos que sustentan las bóvedas, pozas y galerías por las que circula el agua y el aire, lo que permitía que se ventilasen.

A principios del siglo XX se dejó de producir el vino en estos búnkeres, un espacio ideal para su conservación, húmedo y fresco, pero muy duro a la hora de trabajar en él. Tanto en verano como en invierno la temperatura oscila entre los 12 y 14 grados centígrados. Hoy la mayoría de estas bodegas desempeñan un uso turístico. La bodega Pastrana, a pie de calle pero dentro de la roca, se puede visitar (y, claro, comprar en su tienda). A la hora de comer y dormir, el pueblo cuenta con dos hoteles restaurantes, ambos con terrazas con vistas panorámicas: La posada de Doña Urraca, ubicado en una antigua casa cuartel de la Guardia Civil, y La enoteca del Marqués, el sitio adecuado para degustar una carne de ternera sayaguesa.

Igual que las bodegas subterráneas han cambiado a los trabajadores por visitantes, los molinos en los que se elaboraba el aceite —que junto con el vino se intercambiaba por paja y cebada— o se han abandonado o se ha convertido en un museo. En San Felices de los Gallegos, un pueblo salmantino que transforma su plaza en un coso taurino con los carros de labranza de las familias del lugar, hay un museo del aceite en un antiguo y restaurado molino, El lagar del Mudo.

Tan espectaculares son los cañones como las presas que se suceden en el tramo internacional del Duero. La presa de la Almendra y la del Salto de Aldeadávila de la Ribera son obras de ingeniería que forman parte del sistema hidroeléctrico conocido como Saltos del Duero. Tienen 139,5 metros de altura en forma de herradura que se pueden contemplar por el todavía más alto mirador que hay por encima de las mismas y en los que se oye cómo la corriente eléctrica circula por los cables de alta tensión.

La presa de Aldeadávila, también conocida como salto de Aldeadávila, es una obra de ingeniería hidroeléctrica construida en el curso medio del río Duero.
La presa de Aldeadávila, también conocida como salto de Aldeadávila, es una obra de ingeniería hidroeléctrica construida en el curso medio del río Duero.herraez (GETTY IMAGES)

Los cañones que encajonan el Duero a su paso por Arribes son muros ásperos a los que se les ve emerger cuando se va a bordo de la embarcación híbrida de Europarques, que realiza el crucero fluvial ambiental por este paraje. Una de las guías recuerda a los pasajeros que estén en silencio y que no están en un zoológico, sino en un entorno natural en el que es posible ver a sus residentes. El embarcadero desde el que zarpa la nave es la Estación Biológica Internacional de Miranda do Douro, en la frondosa y verde orilla portuguesa, nada que ver con la seca y agreste ribera española. En la misma en la que se producen unos vinos de viñas centenarias cultivadas por unos soñadores disfrazados de enólogos.

Crucero por el cauce del Duero, en su tramo portugués.
Crucero por el cauce del Duero, en su tramo portugués.Josep Curto (Alamy)

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