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Blogs / El Viajero
El blog de viajes
Por Paco Nadal
Groenlandia
Crónica
Texto informativo con interpretación

Recorriendo Groenlandia en trineo de viento con Ramón Hernando de Larramendi, el último gran explorador polar

Acompañamos al protagonista del viaje polar no mecanizado más largo de la historia en su última gran aventura: la travesía de la isla helada de sur a norte a bordo de un trineo accionado por cometas de su propia invención

El trineo de viento inventado por Ramón Hernando de Larramendi 'navegando' por el desierto helado de Groenlandia.Vídeo: PACO NADAL / IDA PLAZA
Paco Nadal

Si Ramón Hernando de Larramendi hubiera nacido en Noruega tendría ahora plazas y calles con su nombre y aparecería en Wikipedia junto a personajes ilustres del periodo heróico de la exploración, como Nansen o Amundsen. Pero nació en Madrid y casi nadie le conoce, pese a ser el mejor explorador polar español de todos los tiempos.

Con 25 años, Larramendi se lanzó a una aventura que todavía nadie ha vuelto a repetir: dar la vuelta al globo siguiendo el Círculo Polar Ártico, pero utilizando solo medios de transporte tradicionales inuits. Empezó en Groenlandia, donde aprendió el idioma, a manejar trineos de perros y a sobrevivir en el inhóspito mundo polar. Y terminó en Alaska tres años y dos meses después, tras 14.000 kilómetros que incluían el paso del Noroeste. Buena parte en solitario, otras veces acompañado por un amigo. Fue la expedición Circumpolar Mapfre, la travesía polar no mecanizada más larga de la historia. Además, sin GPS ni teléfonos móviles.

Desde el año 2000 compagina la dirección de la empresa Tierras Polares, especializada en viajes a esas zonas septentrionales del planeta, con el que es su gran sueño: el trineo de viento. Un vehículo sostenible y no contaminante (este de verdad; nada de greenwashing ni ecopostureo) que puede navegar —y nunca mejor dicho— sobre la superficie helada de los casquetes polares arrastrado por la acción del viento. Un proyecto pionero y único en el mundo en el que lleva invertidos 24 años, que ha sido aplaudido y reconocido por institutos y equipos de investigación polares de toda Europa y con el que ya ha conseguido varios hitos de la exploración. Entre ellos, la Expedición Transantártica Española 2005, la primera travesía integral de la Antártida por el Polo Sur de la Inaccesibilidad, en las coordenadas 82º58′S 54º40′ E, el punto del continente antártico más alejado del océano, el más salvaje y el más inhóspito. Un lugar mucho más difícil de alcanzar que el Polo Sur geográfico, del que dista 878 kilómetros.

Ramón Hernando de Larramendi y Paco Nadal, en un momento de la expedición  SOS ARCTIC Wind Sled 2024.
Ramón Hernando de Larramendi y Paco Nadal, en un momento de la expedición SOS ARCTIC Wind Sled 2024.ida plaza

“La idea del trineo de viento la tuve cuando iba esquiando hacia el Polo Norte para un programa de Al filo de lo imposible. Durante esas largas horas de marcha estuve pensando, porque había mucho tiempo para pensar, ¿cómo es posible que no haya un sistema para navegar por el hielo? Igual que los perros tiran de trineos muy pesados… pues una cometa igual podía también ejercer esa tracción. Yo no había usado una cometa en mi vida, pero pensé que eso tenía que funcionar”, me comenta Larramendi.

‘Navegando’ por un desierto helado

Estoy con Ramón Larramendi y otras 11 personas de varias nacionalidades en Narsaq (Groenlandia). Son los miembros de la expedición SOS ARCTIC Wind Sled 2024. Hay dos italianos, tres groenlandeses, un venezolano-alemán y el resto, españoles. Esta es la nueva aventura del trineo de viento con la que Larramendi trata de probar los límites de este vehículo de su invención. Pese a haberlo utilizado ya cuatro veces en Groenlandia y tres en la Antártida, nunca hasta ahora había intentado navegar por la superficie de un desierto helado con un trineo tan grande. Este está formado por cuatro módulos, 20 metros de largo en total, 3.000 kilos de peso, y a bordo van ocho tripulantes encargados de manejar varios experimentos científicos. Se trata de buscar los límites de esta tecnología única en el mundo para su uso sistemático en investigaciones científicas polares. Sobre todo, ahora que el trineo de viento ha sido incorporado como parte oficial del Programa Polar Español y está presupuestado para que en 2025 vuelva a la Antártida en una misión científica internacional.

Traslado con motonieve de uno de los módulos del trineo de viento hacia el punto de partida de la expedición.
Traslado con motonieve de uno de los módulos del trineo de viento hacia el punto de partida de la expedición.ida plaza

Narsaq es una pequeña población de apenas 2.000 habitantes en el sur de Groenlandia. Sus casitas de madera pintadas de colores chillones contrastan con el blanco impoluto de los icebergs que quedan varados en el fiordo. Aquí, en el albergue que gestiona Larramendi, se lleva preparando la expedición desde hace semanas. Cuatro de los miembros han estado ya durante un mes subiendo material al Inlandsis, el casquete de hielo interior de Groenlandia, con cuatro motonieves aprovechando que el hielo invernal llegaba hasta el nivel del mar. Ahora que hemos llegado el resto de expedicionarios, se ultiman los preparativos para salir definitivamente al hielo. Groenlandia, la segunda isla más grande del mundo, está cubierta en un 80% por una masa de hielo —conocida como Indlandsis, reliquia de la última glaciación—, que tiene hasta tres kilómetros de espesor. Sí, ha leído bien: 3.000 metros de grosor. Los picos que sobresalen del manto blanco, nunatak en lengua inut, son en realidad la punta final de montañas que tienen más de 3.000 metros de altitud. Para empezar cualquier expedición en su interior, hay que subir todo el material necesario desde el nivel del mar hasta, al menos, 2.600 metros, a través de glaciares y hielos perpetuos. Una labor ardua y extenuante.

Una lancha neumática nos lleva desde Narsaq hasta el frente del glaciar Qaleraliq, uno de los escasos puntos de acceso al interior de la isla. El inicio de la primavera ha derretido ya buena parte de la nieve invernal en las zonas bajas y las motos se han quedado a 400 metros de altitud. Tenemos que subir primero a pie hasta allí, llevando a hombros la carga final, sorteando las grietas del glaciar. Una vez a esa altitud, montamos un primer campamento para pasar la noche y al día siguiente salimos arrastrando el material con las cuatro motonieves hasta Pinocho Point, el lugar elegido por Larramendi para empezar la singladura con el trineo de viento, unos 200 kilómetros al interior de Indlandsis. “Decidí salir desde este punto porque, en mi opinión, es el mejor para encontrar vientos favorables. Aquí en el sur el viento dominante no es el ideal para avanzar en la dirección que necesitamos. Parece que en ese lugar el viento puede ser ya favorable, pero no es seguro; los hechos lo tendrán que probar”, asegura.

Porteo de material a pie por el glaciar Qaleraliq.
Porteo de material a pie por el glaciar Qaleraliq.PACO NADAL

Ya llegar a Pinocho Point es toda una aventura. Y lo es más aún el desembalar todo el material y montar allí arriba, con temperaturas de 15 grados bajo cero durante el día y 30 bajo cero por las noches, los cuatro módulos que va a llevar el trineo. El campamento es un estrurreo de mochilas, petates, cajas, cuerdas, travesaños de madera y todo tipo de objetos. Solo Larramendi, una mente privilegiada con décadas de experiencia en la logística de expediciones polares, sabe dónde está cada cosa, dónde se guarda, y para qué sirve cada tornillo, cada cordino, cada sobre de sopa instantánea. A vista de dron, nuestro anárquico campamento es una ínfima mancha de colores en la uniformidad del desierto blanco. El entorno es sublime, un paraje único en el mundo, si exceptuamos la Antártida: 360 grados de la nada más absoluta. Un desierto blanco que se extiende durante cientos de miles de kilómetros cuadrados, hasta donde la curvatura de la tierra hace desaparecer el horizonte. El ser humano aquí no es solo es pequeño; es prescindible.

Montando la tienda sobre la base del trineo de viento.
Montando la tienda sobre la base del trineo de viento.PACO NADAL

Una de las grandes innovaciones de Larramendi ha sido adaptar el trineo tradicional esquimal para este cometido. Está formado por travesaños de madera de arce o fresno, como aquellos, pero todos sus elementos están unidos por cordinos. No hay un solo clavo, remache, tornillo o unión fija. Lo que se consigue así es una superficie flexible y adaptable a todo tipo de rugosidades del terreno polar, que difícilmente se quiebra aunque se deslice a altas velocidades. Y si algo se rompe, se soluciona con un trozo de cuerda y las manos como única herramienta. La simplicidad es la clave del éxito en un viaje de 1.500 kilómetros sin posibilidad de asistencia exterior alguna. Sobre estas plataformas van montadas otras tantas tiendas de campaña, especialmente hechas para este fin por una marca española.

Cada módulo tiene un nombre y un cometido. El primero es la locomotora desde donde dos personas, un piloto y un ayudante-navegante, manejan los hilos de la cometa y controlan la dirección a seguir. Otros dos son los módulos de habitabilidad, donde comen y duermen los tripulantes. El cuarto es el módulo de carga, donde se acumula la comida necesaria, el material y los instrumentos de toma de datos científicos. Entre ellos, los instrumentos del Instituto Polar italiano, que toma muestras de nieve cada 100 kilómetros, o los que capturan micropartículas del aire para una investigación que lleva a cabo el grupo de investigación de Biología y Ecologías de Ambientes Polares de la Universidad Autónoma de Madrid.

Toma de muestras para estudio científico durante la expedición SOS ARTIC Wind Sled 2024.
Toma de muestras para estudio científico durante la expedición SOS ARTIC Wind Sled 2024.PACO NADAL

Mención especial merecen las cometas, porque yo tampoco —por mucho que me lo había explicado antes Larramendi— podía entender el funcionamiento de este artefacto sin verlo en acción. Mucha gente, cuando se le menciona un trineo accionado por el viento, piensa que lleva un mástil y una vela, como un barco. Nada que ver. El concepto es más parecido al del kitesurf. Enormes cometas construidas para este fin se enganchan con líneas de hasta 300 metros al módulo locomotora y se manejan desde allí, como un surfista manejaría su cometa sobre las olas. Pero mejor que explicarlo, vea el vídeo que acompaña este artículo. Es la mejor manera de entender la simplicidad y genialidad del invento. Por cierto, la gente que se ve correr a lo lejos en el vídeo son los tripulantes que han ayudado a la cometa a elevarse. Una vez que el trineo empieza a moverse no se puede parar y tienen que correr para subirse a él en marcha.

En total llevan a bordo 17 cometas de diversos tamaños para usar según la velocidad del viento. La más grande tiene 250 metros cuadrados, aunque el mismo Larramendi reconoce que es muy difícil de gestionar y que prácticamente no se usa. Lo normal es llevar la de 150 metros cuadrados, que ya es un monstruo complejo de manejar. Así ha llegado a hacer más de 200 kilómetros en una sola jornada. Como es de imaginar, el trineo no orza contra el viento como un barco así que solo se puede mover si le da de popa o con un ángulo máximo de 45 grados.

El módulo de conducción del trineo de viento de Ramón Hernando de Larramendi.
El módulo de conducción del trineo de viento de Ramón Hernando de Larramendi.ida plaza

Por fin, tras cuatro días ensamblando todas las partes del ingenio y otro esperando a que soplara algo de viento, el 12 de mayo pasada una suave brisa de 10 kilómetros por hora, muy poco para los cálculos de Larramendi, la cometa de 150 metros cuadrados se elevó sobre la superficie helada, las traviesas del tren de trineos crujieron como las de un galeón panzudo y, como por arte de magia, los 3.000 kilos de peso salieron disparados entre el júbilo de todos, muy en especial de Larramedi, que veía así cumplido un sueño de décadas. El trineo, con sus ocho tripulantes a bordo, partió hacia el norte de la isla helada. Por delante quedaban 1.500 kilómetros de desierto blanco hasta Upernavik, un asentamiento inuit en la costa noreste. Los cuatro del equipo de apoyo (entre los que me contaba), iniciamos el regreso a la costa con las motonieves y trineos que habían servido de ayuda para transportar todo el material hasta el punto de partida.

Al verlos alejarse en la inmensidad de ese desierto blanco, apenas un puntito en un mundo helado, tan frágiles, tan a merced de los vientos y las temperaturas más extremas del planeta, me acordé de lo que me confesaba Larramedi al calor de la tienda, mientras preparábamos la cena, sobre sus percepciones cuando navega en ese trineo: “Es una tremenda sensación de libertad, sabes que no hay nadie, no solo cerca, sino en cientos de kilómetros de distancia. Estas solo, en una armonía total con la naturaleza, movido por la acción del viento. Es la mayor sensación de plenitud que yo puedo tener, la de estar en equilibro conmigo mismo y con el medio que te rodea”.

Y me acordé de muchos héroes de mis lecturas juveniles —Scott, Shackleton, Evans, Bowers, Amundsen, Nordenskiöld, Peary, Nansen—, que afrontaron la conquista de estos territorios polares y extremos con materiales y tecnologías con los que ahora ni saldríamos de casa un día de lluvia. Aquellos sí que eran gente dura. Creo que, en espíritu, Ramón Larramendi es el digno heredero de esa época heroica de las exploraciones. Por fortuna, hoy ya sí, con GPS y teléfonos portátiles.

La expedición SOS ARTIC Wind Sled 2024 llegó a su destino, las cercanías de Upernavik, en la costa noroeste de Groenlandia, a principios de este mes de junio. Parte de sus miembros salieron de allí en helicóptero. Ramón H. de Larramedi, Felipe Ruiz de Gauna y Enrico Gianoli siguieron otros 100 kilómetros con esquís por un territorio de glaciares aún inexplorado hasta la costa, donde les recogió una embarcación, no sin grandes problemas pues este año ha hecho mucho frío durante la primavera y el mar estaba aún parcialmente congelado en esas latitudes. Los cuatro módulos del trineo y la mayor parte del equipo se quedaron en un punto determinado del Inlandsis que servirá de base para el inicio de nuevas expediciones la primavera que viene.

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