Diez cosas que hacer en el valle del Jerte: de recoger cerezas a seguir los pasos de Carlos V
En junio, el norte de la provincia de Cáceres se tiñe de un rojo intenso durante el pico de la cosecha de la cereza. Más allá de aprenderlo todo sobre este fruto, en esta zona esperan también cascadas, rutas senderistas o el Mirador de la Memoria
El Jerte es un valle que se pinta cada año de dos colores. A finales de marzo sus laderas se cubren con un manto blanco y uniforme durante la floración de los cerezos. Ahora, en junio, este valle al norte de la provincia de Cáceres se vuelve de un rojo intenso durante el pico de la cosecha de los 35 millones de kilos del fruto que más identifica al Jerte y que es el motor de su economía y de su promoción al exterior: la cereza.
Estos días, el Jerte está de fiesta. Se celebra la Cerecera, el gran evento cultural y gastronómico que festeja y homenajea hasta el 14 de julio a sus símbolos de identidad: la cereza y, muy en especial, la variedad picota, que crecen aquí de maravilla gracias a las condiciones orográficas del valle, protegido por el puerto de Tornavacas del “gallego”, el viento frío y borrascoso del norte, pero abierto por el sureste a las humedades que llegan del Atlántico. Un microclima que le confiere una de las pluviometrías más elevadas de España, muy por encima de la sierra de Grazalema gaditana, gracias a la cual tiene ese verdor y esa cantidad de agua en sus arroyos durante todo el año.
Estas son 10 cosas que puedes hacer en el valle del Jerte durante las próximas semanas, mientras dura la campaña de recogida de la cereza.
Disfrutar de la Cerecera
Durante dos meses, y hasta el 14 de julio, en todos los pueblos del valle se celebran actividades en torno a la cereza. Hay visitas a fincas agrícolas, visitas guiadas a la agrupación de cooperativas —donde mil operarios preparan para la venta buena parte de esos 35 millones de kilos de producción—, concursos para premiar la picota y la cereza más gorda, concursos de fotografía, cursos de cocina y catas de cereza. Y, muy en especial para los visitantes, se celebran las Jornadas Gastronómicas de la Cereza Picota, con las que muchos restaurantes del territorio ofrecen menús especiales en los que el rojo fruto es el protagonista.
Una ruta en 4x4 por la Garganta de los Infiernos
Con unas 7.000 hectáreas, la reserva natural Garganta de los Infiernos es el mayor espacio protegido del Jerte. Se despliega en la ladera izquierda con abundantes cascadas, saltos de agua y pozas donde bañarse. Alberga uno de los mayores castañares de toda Extremadura, además de otro gigantesco robledal, también de los más grandes de la comunidad. Se puede subir caminando —hay varias rutas senderistas— o con una ruta en 4x4 que organiza la empresa Garganta de los Infiernos hasta las zonas altas, las de uso restringido, a casi 1.600 metros de altitud, pasando por el único valle glaciar de la sierra y por miradores con preciosas vistas a todo el valle.
Un baño en Los Pilones
La zona más conocida de la Garganta de los Infiernos es este tramo excavado por la erosión en el duro granito, convertido ya en el lugar turístico más visitado de Extremadura junto con el parque nacional de Monfragüe. Es un tramo de apenas unos centenares de metros donde hay ocho pozas encadenadas que forman una raridad geológica muy fotogénica y espectacular. Solo se puede llegar caminando (unos 45 minutos en cada sentido). Pero aun así, en los meses de primavera y verano sufre una importante saturación de visitantes, ya que está considerada como la playa del Jerte.
Ser recolector de cerezas por un día
La empresa Valle Aventura ofrece la posibilidad de convertirte en recolector de cerezas, pero por un rato, porque una jornada entera sería extenuante para la mayoría. La experiencia empieza en el conocido como puente de la urbanización, entre Cabezuela del Valle y Jerte, desde donde se lleva a los participantes a un huerto cercano. Allí se les explica el proceso de la cereza, la diferencia entre cereza y picota, cómo los cerezos sustituyeron a los castaños en el valle hasta convertirse en el motor económico y todos los procesos que implica su comercialización. Luego los participantes, provistos de una cesta de mimbre, recogen hasta dos kilos de cerezas que pueden llevarse a casa en una cajita de madera.
Un pícnic al atardecer
Teresa Núñez, el alma mater de la casa rural Garza Real, en Valdastillas, organiza bajo demanda un pícnic campestre al atardecer en una finca de cerezos, a la luz de las velas y de las estrellas. Una de las actividades más deliciosas que puedes hacer en el valle. Teresa cuida con mimo hasta el último detalle de la ambientación, con telas estampadas, farolillos, menaje en una cesta de mimbre con la cubertería… Y productos locales de la comarca para la cena. Toda una experiencia sensorial para grupos muy reducidos.
Visitar el Mirador de la Memoria
En 2008, la Asociación de Jóvenes del Valle del Jerte consiguió una subvención para construir un monumento a “los olvidados de la Guerra Civil y la dictadura”. Se trata de un conjunto escultórico con tres hombres y una mujer, obra del artista Francisco Cedenilla Carrasco, que homenajea a los represaliados durante ese periodo triste de la historia española y recuerda el pacto de silencio que se llevó a cabo en el inicio de la democracia española, obligando a miles de familias a olvidar a sus familiares asesinados por el franquismo en las cunetas. El mirador de la Memoria está en la carretera CC-51, que sube desde la N-110 a la localidad de El Torno. Hay zona de aparcamiento y merendero.
Descubrir sus pueblos
En general, los pueblos del valle del Jerte han conservado muy poco de su arquitectura tradicional. Bien por avatares de la historia (el pueblo de Jerte, por ejemplo, fue arrasado por los franceses en la Guerra de Independencia) o porque la modernidad entró en ellos como un elefante en una cacharrería. Pero aún quedan algunos con retazos de esa arquitectura serrana típica del norte de Cáceres, con construcciones de entramado de madera de castaño y ladrillos de adobe. El que mejor se ha conservado es Cabezuela del Valle, que también es el más grande y principal centro de servicios de la comarca. También tienen mucho encanto la calle Real y el puente medieval de Tornavacas. Y las callejuelas estrechas y frescas de Casas del Castañar.
De cascada en cascada
El valle tiene unas 25 gargantas, como aquí se llama a los torrentes que bajan de manera abrupta desde las cumbres en ambas laderas. Pese a su corto recorrido, muchos llevan agua todo el año y algunos forman bellas cascadas y saltos que pueden ser un buen objetivo para una ruta senderista de media jornada. Una de las cascadas más bonitas y accesibles es la del Caozo, en la carretera que va de Valdastillas a Piornal, a poco más de cinco minutos a pie de donde se deja el coche. Otras muy destacables y accesibles son las cascadas de la Garganta de las Nogaleas, con casi un kilómetro de saltos de agua en un entorno muy verde y cerrado de robles, castaños, fresnos y alisos. Están a las afueras de Navaconcejo.
La ruta de Carlos V
En 1556, Carlos I de España y V de Alemania, el emperador que reino sobre medio mundo, cruzó la sierra de Tormantos y el valle del Jerte procedente de Laredo y con destino al que sería su último retiro, el monasterio de Yuste, en el contiguo valle de La Vera. Entró al valle por el puerto de Tornavacas y siguió a media ladera, por lo que hoy es la Garganta de los Infiernos y el collado de las Yeguas, para descender finalmente a Jarandilla de la Vera, donde se alojó en el castillo de los condes de Oropesa —actualmente transformado en Parador nacional—. Ese viejo camino medieval es hoy la Ruta de Carlos V, una de las mejores y más famosas opciones senderistas del Jerte y La Vera. Empieza en Tornavacas, a unos 860 metros de altitud, para descender junto al río Jerte por La Vega y subir luego de nuevo al collado de las Yeguas. Está señalizado con marcas amarillas y blancas de PR. Tiene 27,7 kilómetros de longitud, un desnivel total de 1.145 metros y se necesitan unas nueve horas para hacerlo (y prever el regreso, ya que es un sendero lineal).
Visitar el Museo de la Cereza
Se trata de una pequeña exhibición interactiva en torno al mundo de la cereza en el número 38 de la calle Hondón, en Cabezuela del Valle. Merece la pena no solo por la recreación de ambientes y los objetos originales utilizados en su cultivo y cosecha, sino por el edificio en sí. El museo ocupa una de las casas tradicionales más antiguas del pueblo, con su entramado de madera y elementos constructivos originales. En la tercera planta se ha instalado el mobiliario original de una escuela pública del valle de los años cincuenta del pasado siglo.
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