Oro rojo y fondo verde en La Vera
Desde Cuacos de Yuste, capital de esta frondosa comarca al noreste de Cáceres, un viaje que bucea en sus encantos naturales por gargantas y pozas, su rico legado histórico y un reconfortante recetario vinculado a su preciado pimentón
Situada entre el valle del Jerte por el noreste y las estribaciones de la sierra de Gredos hacia el oeste, lo que más sorprende al viajero que se interna por primera vez en la comarca cacereña de La Vera es el verdor del paisaje, debido a la abundancia de agua. Y es que la influencia del clima del océano Atlántico bendice la zona con abundantes lluvias en otoño e invierno, de las que brotan corrientes y arroyos que alimentan sus gargantas y pozas de aguas frescas y cristalinas, ideales para el baño en verano y primavera. Pero La Vera no solo presume de una naturaleza fascinante, sino que su patrimonio histórico y cultural, y también gastronómico, no se queda atrás. El monasterio de San Jerónimo de Yuste (visita, 7 euros), retiro en su último año de vida del emperador Carlos V, es el monumento más conocido de esta región al noreste de la provincia de Cáceres, aunque sea más hermoso el palacio de los Condes de Oropesa, en Jarandilla, o el castillo de Valverde de la Vera atesore más décadas de antigüedad.
Cuacos de Yuste, la agradable capital de la comarca, es una conveniente base de operaciones desde la que explorar La Vera. Con menos de mil habitantes, esta pequeña localidad de calles empedradas y plazas sobre antiguas losas goza de un importante pasado histórico del que dan fe sus iglesias y ermitas de los siglos XVI y XVII; la casa de Juan de Austria, junto a la Casa de la Inquisición, y donde vivió el hijo natural del emperador, o la mansión de Rafael Castaño, una recia y bien conservada casona de estilo renacentista. Monumentos todos ellos situados en los alrededores de una plaza Mayor con soportales de entramados de madera sostenidos por columnas de piedra provenientes del propio monasterio de Yuste, ubicado sobre una colina a las afueras del pueblo desde su fundación en el año 1408.
La Hostería Cantarranas es un alojamiento rural a tiro de piedra de la plaza. Instalado en una casa tradicional que aún conserva trazas de su origen en el siglo XVI, es un lugar acogedor en invierno por su salón y también estupendo en verano y primavera gracias al jardín frente al huerto ecológico, de donde provienen muchos de los productos de su excelente desayuno. Después de la visita al sobrio edificio de Yuste —incluye el Cuarto Real, la iglesia y los claustros gótico y renacentista— y sus jardines, a unos siete kilómetros se encuentran la Garganta Mayor (o de la Olla) y la piscina natural Las Pilatillas, dos de las mejores elecciones para darse un chapuzón estival —con mucha precaución por los resbalones en las rocas— o para disfrutar de un relajante pícnic si se visitan en otoño o invierno.
A los pies de estas maravillas naturales y de la sierra de Tormantos, Garganta la Olla es otro pueblo con muchísimo encanto gracias a su casco histórico formado por casas de arquitectura típica con balcones sostenidos por vigas de madera, sobre todo en la calle del Chorrillo. La ermita del Santísimo Cristo del Humilladero (del siglo XVI); la antigua posada Casa de Postas, construida en 1576 como marca la inscripción del capitel de su columna higrométrica; la iglesia de San Lorenzo, de la misma época y declarada monumento artístico, o la célebre Casa de las Muñecas, de fachada color añil y antiguo burdel para la tropa que acompañó a Carlos V —anunciado por una muñeca esculpida en el arco de piedra—, son algunos de los edificios más sobresalientes de la localidad, sin olvidar los que rodean a su plaza Mayor. Después, de regreso por la carretera hacia Yuste hay que detenerse en el mirador de la Serrana para admirar la hermosa vista sobre la villa.
A la hora de elegir un buen restaurante para comer o cenar, La Finca, alojado en el atractivo hotel rural Villa Xarahiz, a las afueras de Jaraíz de la Vera (carretera EX-203, km. 32,800) y recomendado en la Guía Michelin, reúne las mejores opiniones de visitantes y locales. Entre sus especialidades: las migas, el lechón asado o la caldereta de cabrito, y de postre muchos sugieren su crema de higos con helado de queso de cabra.
Oda a un condimento
Ya que se está en Jaraíz, hay que aprovechar para visitar, en la plaza Mayor, el Museo del Pimentón (927 46 08 10, entrada gratuita) el llamado oro rojo que se produce en La Vera y cuenta con su propia denominación de origen. El lugar ocupa el antiguo palacio del Obispo Manzano, del siglo XVII, y tras la visita (hay que tener en cuenta que los lunes está cerrado) se puede adquirir el preciado condimento en varias tiendas del centro. La última jornada en un recorrido por La Vera puede arrancar en Cuacos de Yuste y dirigirse hacia la zona más oriental de la comarca, donde se puede visitar un monumento notable: el castillo de los Condes de Oropesa en Jarandilla de la Vera, un palacio fortaleza mandado construir por el duque de Alba en el siglo XV y en el que se alojó el rey Carlos V, mientras se acondicionaban sus estancias en Yuste, donde se trasladaría en febrero de 1557. El soberbio edificio, hoy convertido en parador (avenida de Antonio García Prieto, 1), preside esta localidad desde la altura, sobre un estanque y adornado con refrescantes jardines. En su amplio patio, entre palmeras y a la sombra de sus torreones, se despliega una estupenda terraza para sentarse a comer o hacer un alto en el camino y tomar algo.
Jarandilla es otra joya de La Vera, de nuevo con un interesante casco histórico salpicado de iglesias y ermitas de los siglos XVI y XVII, así como también por sus puentes de piedra, alguno de ellos de origen romano como el Parral, ubicado a las afueras del pueblo y sobre el río Garganta de Jaranda, afluente del Tiétar.
Desde aquí una sinuosa carretera de montaña asciende durante cinco kilómetros hasta los 900 metros de altitud del pueblecito Guijo de Santa Bárbara, donde la leyenda sitúa el nacimiento de Viriato, que quizá no fue un pastor lusitano como se enseñaba en la escuela. Un busto incrustado en la piedra rinde homenaje aquí a este caudillo que se rebeló contra Roma. Otros dos son los motivos principales para acercarse hasta Guijo: conocer sus casas de arquitectura verata y adquirir deliciosas mermeladas de higos, tomate o pimientos, dulce de membrillo, vinagres de fruta, almíbares o licores de bellota o cereza en la bien surtida Casa Alonso (carretera Nueva 18, Guijo de Santa Bárbara).
Y, por fin, a unos 22 kilómetros al este de Jarandilla, el castillo medieval de los Condes de Nieva parece saludar a todos aquellos que llegan por la carretera a Valverde de la Vera, miembro de la asociación Los Pueblos Más Bonitos de España.
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