Cáceres, un viaje al siglo XV
Palacios renacentistas, arquitectura moderna y jardines secretos
En Cáceres las piedras hablan. En muros y fachadas sorprenden inscripciones en latín —“Aquí descansa Marco Accio Crescens. Que la tierra te sea leve”, reza una de ellas— sobre lápidas aprovechadas hace siglos como materiales de construcción de muros y palacios. Susurran los nombres de personas que vivieron hace más de 2.000 años en Norba Caesarina, como se conocía en época romana a la capital extremeña. Antes de convertirse en ciudad (que hoy cuenta con unos 96.000 habitantes), Cáceres fue fortaleza: una atalaya de frontera desde la que se domina el horizonte de dehesas. La zona amurallada, declarada patrimonio mundial en 1986, permanece casi inalterada desde el siglo XV y es el principal imán para los más de 700.000 turistas que la visitan cada año. El centro histórico se llenó de enseñas Lannister durante el rodaje de Juego de tronos, cuando los productores de HBO decidieron ubicar allí dos lugares emblemáticos de la serie: Desembarco del rey y Antigua.
10.00 Venganza real
Para viajar en el tiempo solo hay que atravesar, desde la plaza Mayor (1), el Arco de la Estrella (2), el mismo que cruzaba un triunfante Euron Greyjoy en el tercer capítulo de la séptima temporada de Juego de tronos. Pegada a la muralla se halla la torre de Bujaco (3), construida en el siglo XII por los almohades sobre una fortificación romana. En cambio, los palacios fortaleza intramuros carecen de almenas, desmochadas por orden de Isabel la Católica para castigar a los nobles cacereños que habían tomado partido por Juana, hija de Enrique IV, en la guerra por el trono de Castilla. Aquí rodó Ridley Scott varias secuencias de 1492: la conquista del paraíso, y la plaza de Santa María (4) sirvió de escenario para La catedral del mar, la serie de televisión (emitida actualmente por Antena 3) basada en la novela homónima de Ildefonso Falcones. En la misma plaza, frente a la concatedral, se levanta la fachada renacentista del palacio episcopal, con su entrada de arco de medio punto y dos medallones —un perfil de rasgos asiáticos y una cabeza de indio tocada de plumas— que representan el Viejo y el Nuevo Mundo.
12.00 La hija de Moctezuma
El adarbe de la muralla conduce al palacio de Toledo-Moctezuma. Símbolo del mestizaje de la conquista, fue edificado por un descendiente de la princesa mexica Tecuichpo Ixcaxochitzin (flor de algodón, en lengua náhuatl) —Isabel de Moctezuma—, hija del emperador azteca. El paseo continúa por el palacio de Carvajal, con su torre cilíndrica y un oloroso jardín donde crecen olivos, tejos, higueras y adelfas, y la torre de los Golfines (5), que da nombre a una bella plaza empedrada.
De la plaza de los Golfines se sale a la de San Jorge (6), dominada por las torres blancas de la antigua iglesia de los jesuitas. A un lado de la plaza se halla la Fundación Mercedes Calles y Carlos Ballestero (MCCB; plaza de San Jorge, 2). Esta pareja de filántropos convirtió su casa palacio de los Becerra (que data del siglo XV) en un museo por el que han pasado exposiciones temporales de artistas como Sorolla, Rembrand o Warhol. Hasta el 2 de septiembre alberga la muestra Picasso. Sueños grabados, una selección de un centenar de obras en papel del artista malagueño.
13.00 El mono encadenado
Justo enfrente se esconde el pequeño jardín de Ulloa, refugio íntimo y acogedor, casi secreto, diseñado en 1963 por el arquitecto José Luis Hernández. La cafetería Jardín de Ulloa, un proyecto del estudio del arquitecto Manuel Herrero, integra este recoleto espacio verde en el conjunto monumental a través de grandes ventanales. Callejeando se llega a la Casa del Mono (o Casa de los Pizarro-Espadero) (7), un edificio gótico, con una figura de un simio encadenado en la fachada que representa una oscura leyenda de celos y amores.
14.00 Un sol con rostro humano
La calle de la Cuesta de la Compañía desemboca en las plazas de San Pablo y San Mateo (8), unidas por el convento de San Pablo, donde las monjas clarisas elaboran sus famosos tocinitos de cielo. La primera plaza, con el palacio de las Cigüeñas y su imponente torre, la única que no fue desmochada por la reina Isabel. La segunda, la de San Mateo, está delimitada por la iglesia que le da nombre y el hotel restaurante Atrio, propiedad de Toño Pérez y José Polo (dos estrellas Michelin), que ocupa un edificio rompedor y elegante cuya rehabilitación, obra de los arquitectos Emilio Tuñón y Luis Mansilla, finalizó en 2010. Un callejón conduce a la icónica Casa del Sol (Monja, 2), con su matacán cilíndrico y su famoso escudo de armas: un gran sol con rostro humano.
Sin salir de la parte antigua, se encuentran otras opciones para comer o picar, como los bares Las Caballerizas (Pizarro, 10) y La Matilda (plaza de Santiago, 9), o los restaurantes Aldana (Orellana, 1) y Torre de Sande (Condes, 3).
16.00 El legado de Helga de Alvear
Un edificio modernista en los límites del casco viejo alberga el Centro de Artes Visuales Fundación Helga de Alvear (Pizarro, 8), con más de 2.000 piezas —de Joseph Beuys a Marina Abramovic— de la valiosa colección de arte contemporáneo de la galerista. El estudio Tuñón + Mansilla Arquitectos firma el proyecto de ampliación, un edificio de nueva planta actualmente en obras que se extenderá por los solares adyacentes.
19.00 Cisterna bizantina
La Judería Vieja (9), en el barrio de San Antonio, conecta con la zona monumental a través de una empinada escalinata que culmina en la Casa de las Cigüeñas, en la plaza de las Veletas (10). Bajo el patio renacentista del palacio de las Veletas (siglos XV-XVII) que hoy alberga el Museo de Cáceres se oculta el mayor aljibe hispanoárabe, heredero de las cisternas bizantinas de Estambul. También se puede visitar el Baluarte de los Pozos, que garantizaba el suministro de agua en caso de asedio. Una pista para la cena: los restaurantes de la plaza de San Juan (11) y aledaños: El Figón de Eustaquio (plaza de San Juan, 12), la Tapería Yuste (plaza de San Juan, 11) o Centro (Pintores, 34).
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