Yuste, cánticos en el refugio del emperador
A este monasterio se retiró Carlos V tras su abdicación. Aquí vivió durante un año y medio. Y aquí murió en 1558. Un enclave mágico en La Vera extremeña
La disculpa para venir a Yuste nos la ofreció el canto gregoriano entonado por un grupo de religiosos polacos. No eran los mismos paulinos que habitan el monasterio, abandonado hace años por los jerónimos, sino un grupo de la misma orden venida ex profeso. Es la Schola Gregoriana Cardinalis Stephani Wyszynski. Según el programa, la orden de los padres paulinos adoptó para su culto la forma litúrgico-musical del arzobispado de Estrigonia (Hungría), que ejecutaba el canto gregoriano con sus propias variantes siguiendo la tradición centroeuropea, bien diferenciada de la romana. Permanentemente habitan este monasterio cinco monjes paulinos polacos. El prior habla perfectamente español y se ha hecho querer por los habitantes del pueblo más cercano, Cuacos de Yuste.
El concierto se lleva a cabo en la preciosa iglesia. Renacentista en su exterior, pero gótica en su interior. El retablo es extraordinario con la corona en lo alto y los símbolos de los Austrias: el águila bicéfala explayada y el toisón de oro. La gran pintura central muestra la gloria y la apoteosis de Carlos V en medio del juicio final. El gran retablo, obra de Antonio de Segura, se instaló a finales del siglo XVI. El lienzo original de Tiziano fue encargado por Carlos V al pintor veneciano durante la segunda de sus estancias en Augsburgo (1550-1551). El pintor lo finalizó en 1554. La pintura llegó a Yuste con el emperador y allí se conservó hasta que en 1574 su hijo Felipe II decidió trasladarlo a El Escorial. Poco después encargaría el retablo y la copia que hoy vemos. En el cuadro, Carlos V está acompañado por Isabel de Portugal, su esposa; por Felipe II, su hijo y heredero; así como de otros miembros de su familia. El concierto es magnífico. Los propios ángeles del cuadro parecen bajar de él y dirigirse a nosotros a través de estas voces en polaco y latín.
Nos enseñan y explican el palacio donde residió los últimos meses de su vida el emperador. Atravesamos los claustros nuevamente levantados, pues el palacio estuvo abandonado durante décadas hasta ser reconstruido después de nuestra Guerra Civil. Cuando Unamuno visitó el lugar en 1908 se quejó del abandono en el cual se encontraba. Habló de “melancólico espectáculo”. Parece increíble que un enclave tan simbólico estuviera en la casi más absoluta ruina. ¿Por qué el emperador lo eligió para retirarse después de la abdicación? Desde luego es un lugar extraordinario en medio de una naturaleza paradisiaca. Y estaba lo suficientemente alejado de los acontecimientos mundanos.
De Bruselas salió el emperador para regresar a España. Su destino fue el puerto de Laredo. Arribó en septiembre de 1556. De allí viajó hasta Extremadura, de la que ya no volvió a salir. Mucho dice el lugar de su conciencia sobre la pequeñez de los bienes terrenales. Yo creo que Carlos V asumió su “culpa” por no haber logrado detener el avance imparable del protestantismo. Seguro que con esa pena se murió. Su estancia, que se comunica a través de un balcón con la iglesia, es monástica. Apenas hay luz natural y la decoración, con telas negras, la asombra más. ¡Qué autocastigo! En su larguísimo testamento, Carlos V escribe que no hay cosa más cierta para los hombres que la muerte, ni nada más incierto que el momento en que esta se va a producir, por ello se ha preparado y prevenido.
La residencia imperial estaba rodeada de castaños, robles, nogales, moreras, cerezos, olivos, laureles y naranjos entre otras especies, que cuidaban los frailes jerónimos. Los primeros claveles fueron traídos de Persia para decorar los jardines de la Alhambra. Muchos elementos de este pequeño palacio los copiaría luego Felipe II en El Escorial. Por ejemplo, el pequeño y majestuoso lago artificial. Evidentemente, en aquellos tiempos la importante pinacoteca original debía impresionar. Hoy solo hay copias descoloridas, aunque todo está impecablemente cuidado. La mayor parte del mobiliario es de época, pero no original. También hubo una importante biblioteca donde estaban las Meditaciones de san Agustín, los Comentarios de Julio César o De consolatione, de Boecio. El cuerpo de Carlos V permaneció durante 16 años en el altar mayor detrás del retablo. Luego los restos fueron trasladados a El Escorial, donde se juntaría con los despojos de Isabel de Portugal trasladados desde la capilla real de Granada.
Entre olivos
Al bajar hacia Cuacos de Yuste nos paramos en el cementerio alemán. Un espacio acotado entre olivos centenarios. Aquí se enterró a soldados alemanes caídos en España durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Fundamentalmente marinos y aviadores: 28 militares de la primera y 154 de la segunda contienda. Desparramados por toda la geografía española, hace unas décadas fueron reunidos en este lugar. La mayor parte de ellos no lucharon por la libertad, sino contra ella, pero todos los muertos merecen respeto. La mayor parte eran jóvenes, no pasaban de la veintena. ¿Eran conscientes de lo que hacían? Veo que hay flores recientes en algunas tumbas. El guarda rumano me dice que todos los años vienen familiares a visitarlas. Me quedo meditando. No me conmueven como otras tumbas aliadas de Normandía, pero ¿la culpa es colectiva o individual? Recuerdo el comentario de Aquiles cuando abandonó su pasividad y regresó a la lucha: “Mas dejemos lo ya sucedido por más que nos pese” (Ilíada XVIII, 112). Sí nos pesan todos los muertos, aunque unos mucho más que otros.
Cuacos de Yuste es un bonito pueblo oculto por la carretera. Si se recorre su casco antiguo, nos encontramos un ordenado urbanismo, unas calles limpísimas, grandes casonas, palacetes, fuentes manando gran cantidad de agua fresca e iglesias.
César Antonio Molina, exministro de Cultura, es autor de ‘Todo se arregla caminando’ (editorial Destino).
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