Un día entre las bambalinas artesanales de la Semana Santa de Sevilla
La capital andaluza lleva aromas de azahar y de incienso en el aire, cuando florecen los naranjos y la ciudad celebra su onírica Semana Santa, al son de los pasos y misterios y el cante de la saeta. Escenas para las que son imprescindibles orfebres o encajeros
Semana Santa en Sevilla no es una celebración cualquiera. Es una explosión de los sentidos en que aromas, colores, saetas, gastronomía y emociones se entremezclan dando lugar a una sensualidad en mayúsculas que hipnotiza, se apodera de la ciudad andaluza y de los muchos visitantes que caen bajo su embrujo estos días. Sobre todo cuando se tiene la oportunidad de conocer los talleres de encajes o orfebrerías.
El día empieza en el hotel CoolRooms Palacio de Villapanés, protegido como Bien de Interés de la ciudad de Sevilla desde 2009. Está situado en el número 31 de la calle Santiago, al lado del núcleo por donde discurren las procesiones de Semana Santa, como puedan ser las plazas de la Alfalfa, San Francisco o el Salvador, y, sin embargo, se encuentra lo suficientemente apartado para apreciarlas con sosiego. Por el balcón de la suite aparece un saetero, que con su cante acompaña los pasos que salen de la iglesia del Santísimo Redentor, también llamada iglesia de Santiago.
El Villapanés es una de las casas-palacio más conocidas y mejor conservadas de Sevilla. La mandó construir el almirante López-Pintado, marqués de Torre Blanca de Aljarafe, el diseño estuvo a cargo del maestro mayor del arzobispado, Diego Antonio Díaz, y se edificó en 1729, haciendo alarde de ser una de las principales manifestaciones de la arquitectura civil del barroco de la ciudad. Sus últimos dueños fueron los marqueses de Villapanés, hasta que, en 2009, reabrió sus puertas como el CoolRooms, apelativo que creó el actual dueño de estos hoteles, Miguel Ardid, como símbolo de la fusión de sus enclaves patrimoniales, entre historia y cultura, e innovación. El proyecto de interiorismo, realizado por GCA Arquitectos con María Vives y Esther Falcó, exalta la belleza del edificio, manteniendo su regia estructura y el legado mudéjar y gótico, alternando piezas de diseño internacionales y comodidades contemporáneas. Se encuentran piezas firmadas por el diseñador industrial francés Philippe Starck, mientras que el trenzado artesanal de Patricia Urquiola en los muebles con la colección Kettal Maia aporta un toque de ligereza y naturalidad. Uno de los patios guarda la fuente de estilo grotesco donde se observa un cero, que responde al kilómetro 0 de la Ruta de la Plata del Camino de Santiago.
Una de las formas típicas para el turista de recorrer Sevilla es en carruaje. Y a ello vamos. Imprescindible pasear por el parque de María Luisa bajo la brisa primaveral observando los palacios que dejó la exposición de 1929, hasta llegar a la aportación de la ciudad, esa Plaza de España, donde siguiendo un riguroso orden alfabético se sitúan todas las provincias españolas con su respectivo escudo. Su forma de semicírculo abrazaba a los navegantes que volvían de América y entraban por el Guadalquivir, cuando la ciudad andaluza era la puerta de entrada a Europa de los navíos llenos de productos americanos, desconocidos hasta entonces: patatas, maíz, tomates, chocolate. La Plaza de España simboliza un abrazo a Iberoamérica. Y en ella no falta la gitana que se arranca por bulerías animando aún más la mañana.
El caballo trota rumbo a la catedral de Sevilla, antigua mezquita del siglo XII, que, aunque terminó convertida en la catedral gótica más grande del mundo, guarda la famosa Giralda, el minarete. En el vecino Alcázar esperan tres palacios y un patio musulmán, el del Yeso. Aquí se aprende sobre el mudéjar, el arte y arquitectura islámicas realizados en periodos cristiano, y entre otras maravillas artísticas se observan los tapices que rememoran batallas y la pintura de la Virgen del Buen Aire, a la que rezaban los navegantes para que el viento fuera a su favor en sus travesías al nuevo mundo y que dio nombre a la ciudad de Buenos Aires.
La gente llena la calle, pasea, se para a tomar un fino en alguna de las muchas tabernas o a comprar deliciosos bollos de leche en la pastelería la Campana. Tras el paseo en carruaje, a la hora de comer, en el restaurante del hotel Los Rincones del Marqués el chef Jorge Cortés ha preparado una serie de exquisiteces andaluzas que se pueden comer en escenarios varios, ya sea en el restaurante interior, el patio de los naranjos o las antiguas bodegas del palacio, donde se celebran espectáculos musicales. Salen a la mesa cremosas croquetas de ibérico, una lubina salvaje y, de postre, naranja con almíbar de canela, azahar y pistachos.
¡Cómo son los candelabros de plata del paso! ¡Qué maravilla el encaje de bolillos del manto de la Virgen de la Macarena! ¡Y los bordados! ¡La escultura de Jesús del Gran Poder! Estas exclamaciones se escuchan entre el público que sigue las procesiones. Y es que detrás de los pasos y los misterios hay todo un mundo de artesanos y cofrades que lo hacen posible. Una de las vivencias que propone el hotel CoolRooms Palacio de Villapanés es adentrarse entre las bambalinas de la Semana Santa sevillana. Comienza el recorrido por la vecina iglesia de Santiago, cuya importancia la testimonia la capa pluvial que Carlos I de España, V de Alemania, le regaló a la orden de Santiago cuando se casó con Isabel de Portugal. Tras muchos años en este templo, se trasladó a la catedral para mejor mantenimiento.
El origen de las procesiones, cuenta el guía cofrade, viene de los gremios, de cuando en el siglo XIII cada uno tenía su patrón y forma de rezarle. Pero en realidad su auge comenzaría con el Concilio de Trento, tras la contrarreforma contra Lutero y su abolición de la imaginería. Se organiza un Vía Crucis en 1561 hasta el templete donde está la Cruz del Campo que da nombre a la cerveza y así, en el siglo XVI, surgen imagineros de la talla de Juan Martínez Montañés, su discípulo Juan de Mesa, Pedro Millán o Roque Balduque, entre otros, y tiene lugar la primera procesión. Los gremios se van sumando a ellas, unas llegan a la iglesia de Santa Ana, la catedral de Triana, y otras, a la catedral de Sevilla. Desde entonces, las hermandades trabajan el año entero para los días de cuaresma y Semana Santa, que se ha convertido en una celebración de origen religioso pero con aspectos sociales y folclóricos.
Los pasos salen según la antigüedad y el color de las túnicas de nazareno varían conforme la cofradía —en Sevilla hay 60 hermandades y cofradías—, al igual que el de los capirotes, cuyo origen viene de aquellos de los judíos conversos a los que colgaban el San Benito y calzaban el capirote si los habían pillado en alguna renuncia. Los pasos más venerados son los de la Virgen de la Esperanza de la Macarena y el Cristo del Gran Poder. Cada paso (si es una sola imagen) o misterio (si lo compone un cuadro) suele pesar unos 2.000 Kilos. Emerge de la iglesia a hombros de los costaleros que se colocan según altura, y atienden a las órdenes del capataz que les dirige. El costal es un morcillo de tela de saco o algodón, relleno con lana y guata. Suele ser blanco y se dobla dos vueltas y media de forma estratégica para mermar la carga. Los costaleros pueden llevar el paso a hombros durante 11 horas, aunque cada 30 minutos hay un relevo.
El arte del corralón de la calle Goles
Curioso nombre bajo el cual se suceden una serie de talleres únicos, escondidos entre flores y plantas. Los oficios allí agrupados se remontan a siglos atrás y son íntegramente artesanales. Encajes de Sevilla está regentado por Alfonso Aguilar Martín. Al entrar en su pequeño local se escucha un ruido peculiar. Son las notas de los bolillos que José, el artesano, mueve con destreza, diseñando un precioso encaje con hilo de plata destinado al manto de la virgen de Triana. Alfonso cuenta que él comenzó en este arte que de siempre le tenía enamorado “a cabezazos”, pues no hay maestros que lo enseñen y el artesano lucha para que no caiga en el olvido. También recuerda que les han visitado equipos de Tiffany, Bulgari… Dior eligió uno de sus encajes para el desfile que tuvo lugar en Sevilla en junio de 2022, con el que rendía homenaje al baile, al cine y a la moda española.
En vísperas de Semana Santa el trabajo se multiplica por los muchos encargos de las cofradías que quieren vestir a sus imágenes con los más bellos encajes, aquellos en oro o plata del taller de Alfonso, que envuelven el contorno de los mantos de las vírgenes con cinco metros de encaje, un metro fabricado a la semana. Sevilla fue la ciudad invitada de Madrid Design Festival 2023, con el nombre de Sevilla Sombra Iluminada. Exposición en la que participó Alfonso Aguilar, cuyo chaleco de encaje de bolillos con hilo de oro tuvo un éxito arrollador. Si la técnica vino de los Países Bajos y el material era hilo de algodón blanco destinado a los ajuares femeninos, fue en esta ciudad cuando se comenzó hacer con hilo metálico, lo que le llevó a llamarse Punto de España. Alfonso Aguilar termina la conversación explicando cómo el arte cofrade supone el más rico museo al aire libre, ya que todas las piezas salen a la calle.
Sus vecinos también intentan recuperar el oficio de antaño a su manera: lo que antes se llamaba Antoñito y Manolín ahora es la galería de arte Las Ánimas, donde Trini Salamanca y Pablo Párraga crean formas totémicas, crípticas, que hacen fantasear con templos escondidos, paisajes postapocalípticos y civilizaciones extinguidas.
La orfebrería es imprescindible en la decoración de los pasos y para ello está el taller familiar de los hermanos Delgado López (calle Goles, 48). Ángel, José y Francisco Javier elaboran auténticas maravillas con el oficio que aprendieron del mejor maestro: su padre, José Delgado García. Para estos arquitectos de la plata, aunque se tilde de artesanía, la orfebrería es un arte mayor. Lo cuenta José, quien diseña el dibujo lineal para hace el guion y el dibujo artístico. Todo lo hace a mano. Es como una obra de teatro en la que participan guionista, director artístico y oficiales. El estilo barroco o gótico se hace a demanda de la cofradía. En su taller se ve el dibujo de una corona fastuosa, encargo para la coronación del baile del Mairena del Alfaraje que llevará un año de elaboración. La pez se utiliza para los moldes, y el repujado es una de las fases más importantes, que domina a la perfección la primera repujadora de Sevilla, la hija de Ángel Delgado, Inmaculada. Dice José que la orfebrería se viene haciendo desde el tiempo de los tartesios, enfatiza como el oro que trabajan es de 22 quilates y habla de la corona que cincelaron para la madrileña virgen de Atocha.
Llega la noche, y la cena tiene ventana con vistas. El restaurante Río Grande, cuyas protagonistas son las brasas, mira a la Torre del Oro que se refleja en las aguas del Guadalquivir. Convertido en uno de los sitios de moda de la ciudad, su carta está inspirada en Andalucía.
De vuelta al hotel el angelote de la fuente, en el patio, da la bienvenida. Más tarde se impone un masaje con azahar y aceites de naranja en el spa, una penúltima copa en el acogedor bar de madera con suelos de mosaicos originales y a dormir esperando la mañana siguiente para correr las cortinas y dejar entrar la luz de Sevilla.
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