Secaderos de tabaco, un pueblo que se cambió el nombre y piononos en una ruta por la Vega de Granada
Monumental y joven, por su incesante vida de estudiantes y turistas, Granada ofrece más allá de sus espacios urbanos atractivos rurales como esta comarca, que conserva un patrimonio etnográfico importante y un impresionante paisaje
Desde los romanos, y especialmente en época árabe, las acequias y el regadío de la comarca de la Vega de Granada crearon una red para abastecer de agua una extensa zona alrededor de la ciudad andaluza, de intensa actividad agraria, rodeada por varias sierras, como la de la Alfaguara o la de Elvira, y la imponente Sierra Nevada al sur, surcada por ríos como el Genil, el Darro o el Monachil. La estratificación cultural a lo largo de más de 2.000 años ha dejado muestras arqueológicas hoy visibles en su riqueza morfológica. Mucho más reciente, no obstante, y ligado a estos canales de irrigación, es el cultivo de tabaco, introducido a finales del siglo XIX, coincidiendo con la pérdida de las colonias americanas, aunque su momento de expansión data del siglo XX.
Cada vez fuma menos gente, lo dicen las estadísticas. Y es lógico, teniendo en cuenta las nefastas consecuencias de esta adicción. Pero hasta hace no tantos años fumar representaba el mayor signo de iniciación a la vida adulta. Incluso hasta tu padre te podía ofrecer un cigarrillo, como emblema de su liberalidad. Y qué decir de la iconografía, desde Humphrey Bogart, James Dean o Marilyn Monroe, hasta Lucky Luke. Sin ir más lejos, Uma Thurman protagonizó fumando el cartel de Pulp Fiction (1994), en arrogante pose de drogadicta irredenta. Pero, ¿de dónde venía el tabaco? Como se sabe, la plantación de tabaco estuvo prohibida en España. Al parecer, las primeras semillas fueron traídas a Europa en 1509 por Francisco Hernández Boncalo. Mucho ha llovido después. Sin excluir explotaciones amplias, ligadas al latifundismo, el tabaco en la Vega granadina también fue un negocio familiar en el que cada miembro trabajaba y aportaba su esfuerzo. Las mujeres, por ejemplo, solían ocuparse del pelado, deshojado o descogolle de la mata. Los niños participaban en la siembra. Los hombres transportaban las gavillas y las colgaban para su curación.
Tipos de secaderos
Desde la autovía que bordea la ciudad de la Alhambra se divisan algunos secaderos, esqueletos arquitectónicos que retrotraen a canciones como Fumando espero, que inmortalizara la mítica Sara Montiel. Se construyen orientados de Este a Oeste, a fin de evitar que el sol no queme las hojas durante la mañana y la tarde respectivamente, según varía su posición. Si nos adentramos por alguna carretera secundaria de la Vega, los observaremos con más detenimiento. Dependiendo del material de construcción, se distinguen cinco tipos de secaderos:
- De paja. Los más antiguos. De pequeño tamaño (unos tres metros de longitud), cimentados en piedra caliza y muy ventilados, permiten secar las hojas en condiciones óptimas de temperatura y humedad.
- De palos. Son de mayor tamaño que el anterior y más resistentes. Cimentados también sobre piedra caliza, el edificio se constituye principalmente por una serie de pórticos formando un entramado de palos de chopo —el álamo—, que es la otra plantación típica del paisaje de la Vega: las grandes hileras de chopos destinados a su talado para la construcción.
- De ladrillos. Construidos con el ladrillo macizo árabe y cimentados con argamasa. Son más costosos. Puede verse, de ejemplo, el secadero del cortijo del Gallardo.
- De hormigón armado. No muy frecuente.
- Metálicos. Los más recientes, poco usuales y antiestéticos.
En los años sesenta y setenta del pasado siglo, los jóvenes solían reunirse para sus guateques y juergas en los secaderos, coincidiendo con la eclosión hippy. Con la progresiva desaparición del cultivo del tabaco, la Vega perdió la mitad de los más de 1.200 secaderos que había en los noventa. Aunque algunos han conocido una segunda vida. Es el caso del pub El Varadero, anexo al restaurante El Patio, ubicados en la calle central del municipio granadino de Churriana de la Vega.
Santa Fe y los piononos
En esa ruta imprescindible, sin duda hay que detenerse en el hermoso pueblo de Santa Fe, a unos 13 kilómetros al oeste de la ciudad de Granada, donde los Reyes Católicos firmaron con Cristóbal Colón las Capitulaciones que financiaron el viaje del marino genovés a América. Ahí hay que visitar, al menos, la plaza del Ayuntamiento, claro modelo de arquitectura civil y administrativa del reinado de Carlos III. Solo los piononos, uno de los dulces más típicos de Granada, son un pretexto suficiente para visitar Santa Fe. Fueron creados por Ceferino Isla en honor del papa Pío IX (Pio nono, en italiano) por haber proclamado el dogma de la Inmaculada Concepción, de la que Isla era muy devoto. Hay que decir que hay pastelerías con piononos, sean de Casa Ysla o no, por toda Granada.
De fumadores y poetas
Todos los que en su día fumamos sabemos que seremos para siempre exfumadores. Quizá por eso, el poeta granadino Álvaro Salvador escribió aquellos versos de su Canción del reincidente, que decían: “Uno / no se quita de amar / ni de fumar / uno descansa”. Hay que reivindicar, en ese sentido, a la poeta granadina Elena Martín Vivaldi (1907-1998), que escribió muchos poemas con el paisaje de la Vega al fondo.
Se conservan pocas fotos de Federico García Lorca fumando. Una de ellas lo muestra junto a la actriz y tonadillera argentina Lola Membrives y el también escritor y poeta Eduardo Marquina en Madrid, en 1934. García Lorca provenía de una familia acaudalada gracias al negocio de la remolacha azucarera, consecuencia también del corte del suministro de azúcar de caña proveniente de América a finales del XIX. Bien se conoce la vinculación a la comarca de la Vega de Granada del poeta trágicamente asesinado en 1936, por su poesía y biografía. Nacido en plena Vega, en Fuente Vaqueros —donde hoy se puede visitar su casa natal—, a escasos kilómetros además se encuentra Valderrubio, llamado Asquerosa (corrupción del latín Aqua Rosae) hasta 1943, cuando cambió su nombre por razones obvias en honor del tabaco (valle del tabaco rubio), donde el autor de La casa de Bernarda Alba pasó parte de su infancia y veranos posteriores entre 1906 y 1926, y allí se encuentra una casa museo que también se puede visitar.
Suscríbete aquí a la newsletter de El Viajero y encuentra inspiración para tus próximos viajes en nuestras cuentas de Facebook, Twitter e Instagram.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.