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Belice: cultura maya, submarinismo y selva en el Caribe menos conocido

El desconocido país centroamericano atesora una gran concentración de atractivos culturales y naturales. De sorprendentes yacimientos al impresionante The Great Blue Hole y un arrecife que es patrimonio mundial

Belice
Ambiente en cayo Caulker, en Belice, al atardecer.Phil Clarke Hill (In Pictures / Corbis / GETTY IMAGES)

Belice es el país más joven y menos poblado de Centroamérica. Independizado de Gran Bretaña en 1981, con algo más de 400.000 habitantes y con sus escasos 23.000 kilómetros cuadrados —similar en tamaño a la Comunidad Valenciana— es, asimismo, el segundo país más pequeño de América Central, y, probablemente también, el menos conocido; aunque atesora la mayor concentración de atractivos naturales y culturales de toda el área mesoamericana. De norte a sur y de este a oeste: selvas tropicales, cuevas fabulosas, arrecifes de coral, islas paradisiacas, yacimientos arqueológicos, comunidades mayas…

Su economía depende en gran medida del turismo, que representa cerca del 50% de los ingresos del país. Quizás por la proximidad geográfica con Norteamérica, y porque su idioma oficial es el inglés, cerca del 90% de sus visitantes provienen de Estados Unidos y Canadá. El turismo español, sin embargo, es prácticamente inexistente. En cualquier caso, sea cual sea la motivación del viajero (aventura, naturaleza, cultura, mar, gastronomía…) lo que sí es seguro es que las posibilidades de Belice de satisfacer al turista son muchas y buenas, busque lo que busque.

El enigmático embrujo del mundo maya

La cultura maya —una de las principales civilizaciones de la historia— se desarrolló entre mediados del segundo milenio antes de Cristo hasta finales del siglo XVI, teniendo su época de mayor esplendor entre los años 250 y 900 de nuestra era. El ámbito geográfico en la que floreció abarca toda la península de Yucatán, los actuales Estados mexicanos de Tabasco y Chiapas; gran parte de Guatemala; amplias áreas occidentales de Honduras y El Salvador; y todo Belice. Belice tiene censados y documentados en su territorio más de 1.400 lugares arqueológicos mayas. La mayor parte de los cuales todavía están sin excavar; y los que lo están solo han sido descubiertos en una mínima parte. Un buen número de estos enigmáticos y evocadores restos de antiguas ciudades mayas están en medio de la inmensidad verde de las selvas; algunos a orillas de ríos todavía vírgenes, otros a la vera del Caribe beliceño; y todos diseminados a lo largo y ancho del país. Para disfrutar de estas joyas arqueológicas solo hay que decidir cuales ver; hay mucho donde elegir.

Centrándonos, por ejemplo, en la zona centro occidental del país, podremos ver la que, con seguridad, fue la mayor ciudad maya situada en la actual Belice: Caracol. De nombre original Oxhuitzá, fue en su día una de las principales ciudades-estado de la región; llegando a albergar, según el conocido arqueólogo Arlen F. Chase, más de 100.000 personas, más del doble de la población actual de la ciudad de Belice. Hasta hace poco tiempo se creía que únicamente reunía una serie de interesantes templos y pirámides, pero gracias a las nuevas tecnologías, concretamente al potente escáner Lidar —capaz de descubrir las estructuras que se ocultan bajo la enorme masa vegetal selvática— ha revelado que Caracol fue, en su día, una gran urbe. El citado escáner ha permitido saber también que el conocido complejo guatemalteco maya de Tikal es cuatro veces mayor de lo que se creía.

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Ruinas del templo maya en el yacimiento de Caracol, en Belice.
Ruinas del templo maya en el yacimiento de Caracol, en Belice.Matt Champlin (GETTY IMAGES)

Otro de los sitios arqueológicos imprescindibles en el occidente de Belice es el yacimiento arqueológico de Xunantunich, que en maya quiere decir “Mujer de Piedra”. Según una leyenda local, hace alusión al fantasma de una mujer que habita en el lugar. Este imponente enclave fue descubierto accidentalmente por el cazador local Urbano Paz y posteriormente excavado en 1950 por el arqueólogo A. Hamilton Anderson. Tiene un total de seis plazas y 25 templos y cuenta con una pirámide de 40 metros de altura —la segunda más elevada de Belice— que exhibe en sus laterales dos formidables relieves en estuco que representan personajes, dioses y leyendas mayas. Desde el nivel más elevado de la gran pirámide —conocida popularmente como “El Castillo”— hasta donde alcanza la vista se contempla, en todas direcciones, un impresionante panorama selvático que a uno le hace pensar que muchos de los montículos cubiertos de vegetación que se divisan en la lejanía ocultan templos y pirámides. Y es que, a lo largo de los siglos, ceibas, ramones, chicozapotes, chechenes, caobas… han servido de perfectos disfraces miméticos bajo los que se esconden viejas piedras mayas.

Vista de la pirámide del yacimiento maya de Xunantunich, en Belice.
Vista de la pirámide del yacimiento maya de Xunantunich, en Belice.OGphoto / GETTY IMAGES

Muy cerca de Xanantunich hay otro sitio arqueológico —Cahal Pech— mucho más pequeño de tamaño, pero grande en interés, porque además de ser uno de los emplazamientos maya más antiguos de Belice —entre 1.200 y 900 a.C.— fue la residencia de una importante familia aristocrática. Aparte de la rara posibilidad de poder ver las áreas privadas del palacio de un gran personaje maya, incluyendo dormitorios, salas de oración, sauna…, otro de sus atractivos es poder recorrerlo casi a solas, ya que, extrañamente, es uno de los lugares menos visitados de la zona.

En el centro oeste de Belice, como en el resto del país, es posible visitar alguna caverna perteneciente al enorme sistema de cuevas beliceño, considerado como el más grande de toda Centroamérica. Estos enigmáticos lugares frecuentemente recorridos por cursos fluviales subterráneos, y a menudo cubiertos de estalactitas y estalagmitas, eran, en muchos casos, entornos en los que los mayas celebraban ritos y ceremonias, y donde, todavía hoy día, no es raro encontrar objetos pertenecientes a su cultura, incluso restos humanos. En algunas de estas cuevas, como, por ejemplo, la de Jaguar Paw, se puede practicar tubing —el placer de deslizarse plácidamente sobre el agua en cómodos flotadores—, mientras se disfruta del mágico y envolvente interior de la cueva.

Otra forma de disfrutar del universo maya es tomar contacto con algunas poblaciones y comunidades que todavía existen en el país y que mantienen viva su cultura; tanto el idioma —todavía lo habla el 10% de la población—, como muchas de sus costumbres y prácticas artesanales. Una de estas comunidades está en el pueblo de San Antonio. Es la San Antonio Women´s Cooperative, una cooperativa de mujeres creada para ayudar a mujeres jóvenes así como para recuperar y mantener la cultura maya. Esta organización popular ha puesto en marcha un centro en el que, además de enseñar, investigan y practican la antigua cocina maya, la medicina ancestral, la cerámica y las técnicas de bordado tradicionales. Esta interesante iniciativa socio-cultural, que únicamente subsiste con el producto de su trabajo y la ayuda de alguna pequeña contribución ajena, ofrece la posibilidad de iniciarse en la cocina maya y beliceña, degustar sus platos, aprender sobre cerámica precolombina…

En la zona oeste del país, un estupendo sitio para alojarse y comer, es el San Ignacio Resort Hotel, un lugar a la vera de un gran bosque tropical en el que llegó a hospedarse la misma reina Isabel II. Un buen restaurante de cocina popular en San José Succotz —muy cerca de las ruinas de Xunantunich— es Benny’s Kitchen.

Islas, cayos, atolones y arrecifes de coral

Otro gran atractivo de Belice —para muchos, el primero— son sus excepcionales aguas y fondos marinos. Cuenta con la mayor barrera de coral del hemisferio occidental y la segunda mayor del mundo después de la Gran Barrera de Coral australiana. Buena parte de su costa es isleña; ya que, entre islas, islotes, cayos y atolones, Belice suma más de 450 territorios rodeados de mar por todas partes; y muchos de ellos son auténticos paraísos caribeños de cristalinas y deslumbrantes aguas turquesas.

Entre los destinos más conocidos y frecuentados de la costa del país, sin ninguna duda San Pedro ocupa un lugar destacado. Está situado al sur de cayo Ambergris, la mayor isla de Belice. Llegar a este destino por vía aérea desde Belice ciudad, en un corto vuelo de 30 minutos, ya es un primer y seguro placer, al sobrevolar un cautivador litoral. El antiguo y encantador pueblo pesquero, que en los años ochenta inspiró a Madonna su conocida canción La Isla Bonita, es hoy una pequeña y animada ciudad, con un trasiego constante de buggies —esos pequeños cochecitos que tanto se ven en los campos de golf— y que, dado el enorme número de ellos que circulan a todas horas, se han convertido, además de en el medio de transporte por antonomasia del lugar, en una inequívoca seña de identidad de San Pedro. Pese a haber crecido bastante en los últimos años, la ciudad conserva todavía muchos de los tradicionales atractivos que le dieron carácter en su día; como los largos pantalanes que se adentran en el mar o sus antiguas casas de madera. Para los que quieran sacarle el máximo partido al sol y la arena encontrarán las mejores y menos concurridas playas a la salida de la población.

Una de las calles de la localidad de San Pedro.
Una de las calles de la localidad de San Pedro.Aurore Shirley (Alamy / CORDON PRESS)

San Pedro es también la base perfecta para realizar salidas a la cercana reserva marina de Hol Chan o al Shark Ray Alley, donde poder practicar submarinismo o esnórquel y disfrutar de las maravillas subacuáticas del gran arrecife de coral, pudiendo nadar entre tiburones nodriza, mantarrayas gigantes, barracudas o grandes meros mientras se contempla la multicolor infinidad de tipos de corales y peces. La Barrera de Coral de Belice fue declarada en 1966 patrimonio mundial de la Unesco, incluyendo siete zonas de reserva especiales.

Pero la mayor maravilla de todo el arrecife beliceño es The Great Blue Hole, o el Gran Agujero Azul, un impresionante paraje marino situado en el pequeño atolón Lighthouse Reef —a 100 kilómetros de la costa continental—. Es una enorme sima acuática circular de 300 metros de ancho y, según últimas investigaciones, de más de 270 metros de profundidad, que se originó al colapsar una gran caverna hace 10.000 años. Este impresionante agujero es un verdadero paraíso para el submarinismo y un auténtico espectáculo desde el cielo, ya que la imagen cenital que ofrece parece surgida de la imaginación: un imponente circulo de color azul cobalto bordeado por una fina línea de coral blanco, y todo ello en medio de destellantes aguas turquesas. La compañía Air Tropic realiza vuelos panorámicos un par de días a la semana para poder disfrutar del lugar desde el aire (el precio está entre los 250-300 dólares).

Vista aérea de The Great Blue Hole, en Belice.
Vista aérea de The Great Blue Hole, en Belice.View Apart / getty images

Otra visita obligada en la zona es cayo Caulker, a 45 minutos en lancha desde San Pedro. Se trata de una pequeña lengua de arena donde nunca hay prisa para nada. El lema de la isla es “Ve despacio”. Música caribeña, baños relajados, cerveza con un buen pescado frito y tranquilos paseos curioseando los puestos de artesanías es todo cuanto hace falta para disfrutar de este pequeño paraíso.

La costa y el mar de Belice es obvio que, además de todo lo anterior, resulta un destino ideal para la práctica de toda clase de deportes acuáticos imaginables —parasailling, paddleboard…— así como para los amantes de la pesca.

Paddlesur en las aguas caribeñas de cayo Caulker (Belize).
Paddlesur en las aguas caribeñas de cayo Caulker (Belize).Alamy / CORDON PRESS

Entre la infinidad de hoteles y restaurantes existentes en toda el área de San Pedro y cayo Caulker hay establecimientos para todos los gustos y bolsillos. Una buena opción podría ser el restaurante Caramba en San Pedro, especializado en pescados, que presenta a la vista del comensal una auténtica lonja con toda suerte de especies locales y que cuenta con pescadores propios que suministran a diario lo mejor de las aguas caribeñas. Entre los alojamientos, Blu Zen Resort es, sin duda, uno de los nuevos y mejores lugares en los que pasar unos días en cayo Caulker.

…y mucha selva tropical

Belice es una jungla. Mas del 60% del país lo ocupa el bosque tropical, una selva que, en muchos casos, resulta de una exuberancia impenetrable y que todavía esconde gran parte del patrimonio maya. El país se declara comprometido con la preservación de su rica biodiversidad, y la mayoría de la selva está protegida. Con más de 600 especies de aves, los bosques tropicales beliceños son un paraíso para ornitólogos y observadores de aves que pueden disfrutar del avistamiento de tucanes, águilas arpías, colibríes, garzas, cigüeñas jaribú, loros pintados, guacamayos… Belice es también un auténtico santuario para el jaguar: con una población cercana a los 700 ejemplares, el país cumple una misión fundamental en el control y conservación del jaguar, siendo clave en el Corredor Biológico Mesoamericano. El santuario de vida silvestre Cockscomb Basin es la primera reserva de jaguares del mundo, y también ofrece protección a mucha otra diversidad de vida silvestre, incluidos tapires, monos auxiliadores e innumerables especies de aves.

En cualquiera de las áreas de jungla protegida de Belice uno puede aventurarse a realizar estimulantes caminatas o rutas en las que disfrutar de toda clase de atractivos naturales, como ríos vírgenes o remotas cataratas. Pero si uno quiere sumergirse de verdad en algunas de las junglas más primigenias y salvajes de toda Centroamérica, y pisar algún territorio todavía inexplorado, entonces debe dirigirse al sur; al distrito de Toledo, que con cerca de 4.700 kilómetros cuadrados, es con sus selvas, montañas y pueblos mayas el distrito menos visitado del país.

Cuando estés en las costas caribeñas de Belice, haz o piensa lo que dicen los locales: “No camisa, no zapatos… no hay problemas”, y cuando te sumerjas en sus selvas: mira, escucha, calla y siente. Un consejo final: para conocer y disfrutar plenamente de este pequeño, pero, en muchos sentidos, inmenso país estaría bien dedicarle un mínimo de 8 o 10 días.

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