25 años de ‘El Viajero’: cómo hemos cambiado
Democratización de los medios de transporte, exigentes medidas de seguridad en estaciones y aeropuertos, aplicaciones que ayudan a preparar una escapada… La sección de viajes de EL PAÍS nació en 1998 y la manera de viajar se ha transformado desde entonces, como atestigua Tony Wheeler, fundador de Lonely Planet
Hace 50 años que escribí la primera guía Lonely Planet, así que tengo muy claro lo mucho que han cambiado los viajes en medio siglo. Hace 50 años, no teníamos Internet, ni aerolíneas baratas, ni la puerta abierta a una zona muy grande del mundo como China. Pero, ¿y en 25 años? ¿Cuánto han cambiado los viajes desde 1998, justo antes del nuevo milenio? Aquí tienen siete grandes cambios que han tenido lugar durante ese periodo de tiempo. Y escribo estas líneas desde Rodas, en Grecia, que encaja a la perfección en al menos tres de estas categorías: transporte, saturación turística y cambio climático.
Transporte
Hace 50 años que tenemos jumbos, los grandes aviones de largo alcance que revolucionaron los viajes de larga distancia. Pero las compañías de bajo coste aparecieron en Europa hace poco más de 25 años, primero Ryanair, y luego easyJet y muchísimas más. Ryanair, liderada por su famoso y siempre digno de ser citado director Michael O’Leary, sigue siendo la más importante. Come les he comentado, escribo desde la isla griega de Rodas, donde planean sobre mi cabeza un número sorprendente de aviones que llegan y un número sorprendente de ellos son de Ryanair. Afortunadamente, ahora que el movimiento Flygskam —la vergüenza de volar— es un concepto de viaje tan relevante, también me las he ingeniado para utilizar muchos otros medios de transporte este año: he viajado en tren por siete países europeos diferentes y por cuatro países de otros continentes; he cogido transbordadores en Canadá y desde Corea del Sur hasta Japón; incluso he conseguido recorrer 90 kilómetros del Sendero del Támesis, que sigue el curso de este río desde su nacimiento hasta el mar, pasando por Londres. En los últimos 25 años se ha despertado un gran interés por estas alternativas al avión y, en ese tiempo, el Camino de Santiago en España se ha convertido en la ruta de senderismo más popular del mundo.
Seguridad
Hace 25 años, es decir, mucho antes de los atentados terroristas del 11-S, apenas nos preocupaba la seguridad en los aeropuertos, y no solo en los aeropuertos, sino en cualquier otro lugar. Ahora sí nos preocupa y, cuando todo transcurre sin incidentes, como sucede a veces, no hay problema. Pero si nos toca hacer cola detrás de las máquinas de rayos X, sí que puede ser un problema. ¿Por qué razón, después de 22 años, aún no hemos dado con la manera de hacer que los controles de seguridad funcionen de forma coherente, rápida y cómoda? ¿Necesitamos sacar los portátiles o no? ¿Poner los pequeños recipientes de líquidos en bolsas de plástico? ¿Quitarnos los zapatos o el cinturón antes de pasar por los escáneres? Cada cola de seguridad parece ser una nueva experiencia de viaje; no hay reglas que se apliquen siempre.
Más mundo
China, que en aquel entonces representaba el 20% del mundo por su población, empezó a abrirse al mundo exterior hace 40 años, por lo que hace 25 ya formaba parte definitivamente de nuestro mundo de viajes (de ida y vuelta). Pero, en ese lapso de tiempo, muchos otros lugares se han abierto o, por desgracia, cerrado. África es el centro de aperturas y cierres, pero ahora mismo Rusia es el lugar que realmente se ha cerrado. Exceptuando un breve periodo que coincidió más a menos con el Mundial de Fútbol de 2018, Rusia nunca ha sido fácil de visitar y ahora mismo está definitivamente fuera del mapa turístico. Menos mal que hice la ruta del Transiberiano allá por 2013 y, por pena que me dé, menos mal que visité Ucrania en 2016 y en 2018, antes de que Rusia lanzara su terrible ataque.
Internet e información
Internet y todas sus ventajas para los viajes empezaron realmente a surgir hace 25 años, pero hoy tenemos muchas más. Mi teléfono lleva una gran cantidad de aplicaciones de viajes sin las que simplemente no podría vivir. En los últimos 12 meses, las aerolíneas han cancelado vuelos a última hora en tres ocasiones, y en las tres ocasiones pude encontrar otra forma de llegar a mi destino; una de las veces la cancelación fue tan de última hora que ya estaba camino del aeropuerto. Y otra vez, al presentarme en el aeropuerto de Seattle para coger un vuelo a Canadá, descubrí de repente que necesitaba una ETA, el equivalente canadiense de la autorización de viaje estadounidense ESTA. Ya había estado en Canadá dos veces el año pasado y no había necesitado ninguna. Pero era porque había llegado por tierra y las normas son diferentes si coges un avión. Por suerte, la aplicación canadiense ETA funcionaba tan bien que la solicité, pagué los 5 euros y mi ETA fue aprobada mientras estaba en la cola para facturar el equipaje.
Pandemias
Por supuesto, hace 25 años no sabíamos mucho de pandemias, aunque habíamos tenido un simulacro de nuestro cierre por la covid con el brote de SARS en 2002, que también tuvo su origen en China. La covid fue una historia mucho más grande y que sigue perdurando en diversas formas curiosas. También añadió múltiples capas nuevas de burocracia, papeleo, aplicaciones y otros problemas interesantes a la experiencia de viajar. Curiosamente, yo me encontraba en Japón a principios de 2020 en un congreso universitario cuando el Diamond Princess llegó a Yokohama y arrancó la historia de la pandemia. El encuentro giraba en torno a una cuestión que —al menos durante un par de años— la pandemia zanjó por completo: la saturación turística, que es el siguiente tema.
Masificación turística
Hace 50 años no usábamos esa expresión, pero hace 25 empezaba a convertirse en una preocupación, aunque “saturación turística” no se incorporó de manera definitiva a nuestra habla coloquial hasta hace aproximadamente 10 años. En Europa, Barcelona, en España, se cita a menudo como uno de los principales lugares que padecen esta enfermedad, junto con Venecia y Ámsterdam. Desde luego, no es un problema que se limite a las grandes ciudades; en muchos lugares más pequeños la afluencia de turistas puede ser abrumadora. Hace unos meses visité Ketchikan, en Alaska, una ciudad bonita hasta que atracan en ella cuatro cruceros en un mismo día y sus pasajeros superan en número a los residentes, y vuelve a serlo hacia las cuatro de la tarde, cuando todos regresan a bordo y la ciudad se vacía. Ahora mismo, en Rodas, a principios de septiembre, el ajetreo de agosto ha terminado y las cifras vuelven a equilibrarse. Afortunadamente, la saturación turística no es un problema en todas partes. En 2019, me sorprendió gratamente ver que Rávena, en Italia, no parecía tener tantos turistas como sus maravillosas iglesias llenas de mosaicos deberían atraer. Y hace un par de meses, los mosaicos antiguos también fueron una buena razón para visitar Plovdiv (Bulgaria), otra ciudad que, afortunadamente, todavía no padece de un exceso de turismo.
Cambio climático
Seguramente ya hablábamos del cambio climático hace 25 años, pero de forma muy discreta. Por supuesto que podemos arreglar el cambio climático; todo lo que tenemos que hacer es quedarnos en casa, no viajar a ningún sitio, no fabricar nada y, dependiendo de la estación, mantener el aire acondicionado o la calefacción apagados, y… Bueno, esto no va a pasar, ¿verdad? Por supuesto, no todo es pesimismo y fatalidad. Compramos muchos más coches eléctricos y generamos cada vez más electricidad a través de energías renovables, como la eólica y la solar. Pero en este momento es algo que preocupa mucho, y nunca tanto como en 2023, cuando los fenómenos meteorológicos extremos están siendo tan frecuentes y tan graves que habría que estar loco para negar que la crisis climática está teniendo lugar y de una manera totalmente aterradora. Una vez más, escribo esto desde Rodas, en Grecia, una de las muchas zonas cero del cambio climático en el mundo. En este caso, los terribles incendios forestales y las lluvias torrenciales que se han producido recientemente.
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