Jarana criolla en Lima
Ruta por las mejores peñas de música tradicional en la capital peruana, entre valses, polcas, buena comida y tragos de pisco
La música siempre ha sido un signo para entender la cultura de un lugar. Por eso, ir a una peña criolla en Lima se puede entender como turismo vivencial con regusto a viaje en el tiempo. En ellas, últimas trincheras de la música tradicional criolla, se respira el ambiente de una Lima crepuscular, añeja y pasada de moda, que se resiste a claudicar ante el avance marcial de la modernidad y sus nuevas formas de salir de fiesta. Sus armas de resistencia son básicamente dos: la música y las ganas de pasarlo bien. O lo que es lo mismo: dejarse llevar por los ritmos criollos, que suenan a guitarra acústica y cajón peruano, y festejar cada canción saliendo a la pista para bailar en pareja.
Dicen que el origen de las peñas criollas se remonta a mediados del siglo pasado, cuando los músicos elegían una casa, a la que llamaban Anfitriona, para juntarse por las noches. Se reunían para componer y charlar, mientras la botella iba pasando de mano en mano. Se amanecía y no había que pasar por taquilla. El único dinero que salía del bolsillo era para compartir los gastos del trago. A veces, la jarana duraba dos o tres días. Un caso emblemático era la casa rosada de Pepe Villalobos, ubicada en un callejón del distrito de La Victoria. Ahora, Pepe Villalobos se ha ido con la música a otra parte, en este caso al barrio de Lince, donde ha fundado una nueva peña criolla, pero sin cambiarle el nombre.
En La Casa de Pepe Villalobos (avenida Militar 2036; +512 65 33 90) el ambiente es acogedor y el tío Pepe, como así le llaman, se esfuerza por ejercer con complicidad su rol de anfitrión. Las serenatas, que se celebran todos los viernes a partir de las 21.00, suenan a lo que tienen que sonar: valses, polcas, sonidos costeños y mucho ritmo afroperuano.
Otro baluarte del criollismo más fidedigno es el Centro Musical Breña (Jirón Olmedo 452, Breña), fundado en 1974. Los viernes y sábados por la noche se suben a su escenario figuras de la música tradicional del barrio, quienes capitanean un espectáculo cuya autenticidad es esquiva a edulcorantes turísticos. Y si le caes en gracia a Wendor Salgado, uno de los fundadores de esta peña, puede que te invite a su casa para hablar largo y tendido sobre eso que llaman música criolla. Antiguo guitarrista de los carismáticos Augusto y Elías Ascuez, Salgado es un historiador que tiene la memoria del criollismo encapsulada en cientos de libros y discos que conserva en su casa, también conocida como La Catedral del Criollismo (Jirón Pariacoto 1107, Breña).
Música en La Oficina
Para llegar hasta La Oficina (Enrique Barrón 441; +51 2476544), hay que tener muy claro dónde está ubicada esta peña. En su fachada no hay letrero ni distintivo alguno que la diferencie del resto de casas bajas en esta calle del distrito de Barranco. Tampoco hay que asustarse si la puerta está cerrada: basta con tocar con los nudillos y esperar. Esta pacífica atmósfera clandestina tiene su origen en el respeto a los músicos, que no deben ser molestados en medio de una canción. La Oficina, que abre sus puertas los jueves, viernes y sábados a las 22.00, fue fundada hace más de 20 años por Amelia Huapaya. Cuando llaman por teléfono a la peña preguntando por alguien la dueña siempre responde: “Sí, esa persona está aquí, en La Oficina”. Y lo cierto es que Amelia Huapaya no miente a nadie, como ella misma puntualiza.
A La Oficina, como a otras peñas limeñas, no solo se viene por el festejo de la música, sino también por la buena mesa. La cena forma parte del espectáculo, donde los platos y los piqueos vienen servidos con el característico (y fuerte) sazón peruano: ají de gallina, frejol con cabrito, lomo saltado, arroz con pato o ceviche, entre otros. Y después, para bajar la comida, nada mejor que un vasito de pisco o el chilcano, la copa predilecta en las peñas limeñas, que combina el pisco con gaseosa de jengibre, una rodaja de lima y dos gotas de amargo de angostura.
La última parada de esta ruta por la jarana criolla es la peña Don Porfirio (Jirón Manuel Segura, 115; +514 77 31 19), otro espacio musical de tradición en Barranco. Su espectáculo en vivo, que se celebra los viernes a partir de las 21.00, promete una exhibición de distintas músicas y danzas costeñas, como el zapateo criollo, la habanera peruana o el canto de jarana, sin discriminar tampoco los valses, las polcas y los tonderos. Aquí, como en el resto de peñas limeñas, la música es la espina dorsal de la felicidad. Por esta razón no hay que sorprenderse si el que canta sujeta un chato de pisco que ofrecerá al público antes de embuchárselo de un solo trago. Estamos de fiesta y él lo celebra con nosotros. Es la magia de la peña antigua, donde los músicos están a la misma altura de su público. Si alguien se levanta y quiere apoderarse de un instrumento, nadie se lo impedirá. Es como el baile entre las mesas: todo el mundo está invitado a hacerlo en cualquier momento. Que la fiesta no decaiga.
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