Logroño, de plaza en plaza
Ruta con paradas imprescindibles por el casco antiguo de la capital riojana que culmina con vinos y pinchos
Un paseo por el centro histórico de Logroño debe comenzar en la Fuente de Murrieta (Plaza del Alférez Provisional), concretamente en las Escuelas Trevijano –edificio original de 1927 reconvertido en Oficina de Turismo–, donde se puede recabar información sobre la ciudad. Justo enfrente se encuentra uno de los lugares más emblemáticos: el Muro del Revellín, vestigio de la muralla fortificada del siglo XVI, y su icónico Cubo, enclave artillero de la época que hoy se puede visitar. Atravesando la que fue una de las puertas de la entrada a la villa se llega a la Plaza del Parlamento, un edificio con historia que fue convento, cárcel y fábrica de tabacos.
Sigue en pie su chimenea, ubicada en un pequeño paso peatonal por el cual se accede a una de las arterias de la ciudad, la calle Portales, salpicada de comercios (antiguos y modernos) y la torre de la concatedral al fondo. Pero antes de llegar a ella merece la pena visitar la antigua casa del general Espartero, en la cercana plaza de San Agustín –conocida localmente como plaza de Correos–, hoy convertida en el Museo de La Rioja.
Si continuamos por la calle Portales se abre, esta vez a la izquierda, otra pequeña plaza (Martínez Zaporta) que alberga otro de los lugares más antiguos de la ciudad, los cines (ya remodelados) y el Café Moderno, que reserva una sorpresa para visitantes y foráneos los fines de semana a medianoche. Cruzando la plaza daréis con la calle Santiago, en cuyo extremo se erige la figura del apóstol en la fachada de la iglesia que recibe su nombre. En el patio, se conserva un curioso juego de la oca y la fuente del Peregrino.
A su derecha, la calle San Pablo comunica con la popular calle Sagasta. Dejando a vuestra espalda las bodegas Franco Españolas y el puente de Hierro que cruza el Ebro, hay que enfilar la pequeña calle Carnicerías para acceder a la plaza del Mercado, también conocida como plaza de La Redonda, como se llama la concatedral de Logroño, templo religioso más importante de la capital.
En sus alrededores se encuentra el Centro de la Cultura del Vino y la iglesia de Palacio, con su imponente agua gótica. Subiendo las escaleras, frente a la iglesia, se accede a otra de las plazas del Casco Antiguo, la de San Bartolomé, una joya del románico más austero y elegante en cuya esquina se sitúa el antiguo Ayuntamiento y el inicio de la calle Portales, donde culmina nuestro recorrido.
Desde aquí, la calle Muro del Carmen comunica con la Plaza de El Espolón y la calle Bretón de los Herreros, para quienes quieran seguir deambulando, o, si hay ganas de hacer un alto, la calle San Juan invita a tomar unos vinos y unos pinchos para reponer fuerzas. A solo unos pasos se encuentra la mítica calle Laurel, repleta de bares, donde también se pueden degustar todo tipo de tapas.
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