El pasado mafioso de La Habana
Viaje a la época de locura, juego y desenfreno que la ciudad vivió en los hoteles y casinos controlados por la mafia norteamericana
El carácter legendario de la mafia no ha contribuido demasiado a difundir el pasado de Cuba. Y eso que el hampa llegó aquí hasta los huesos del poder, es decir, alcanzó proporciones bíblicas. Pero la isla caribeña no se ha centrado en contar ese relato, a lo que tampoco ha ayudado el hermetismo del régimen comunista cubano.
La historia de la “organización internacional conocida como la mafia, tan fantástica que muchos americanos consideran difícil de creer en realidad”, como la definió el senador Kefauver en la comisión que lideró en 1950, se remonta a los años treinta. En aquellos años Fulgenio Batista era tan solo un prometedor militar que inició contactos con el mundo del crimen organizado. Tras el ascenso al poder del dictador, en la década siguiente, esas conexiones fueron creciendo hasta conseguir mover los hilos del país.
Meyer Lansky fue el cabecilla de la mafia en La Habana, un relato cuyo primer hito se escribió en la cumbre que la organización celebró en el Hotel Nacional en el año 1946, con Frank Sinatra amenizando el evento: los grandes capos se repartieron allí el negocio del juego en Estados Unidos y Cuba. Hoy, ese mismo hotel tiene una pequeña galería con fotografías y aires de la época que rememoran aquellos personajes.
El origen de todo fue el Hotel Sevilla, aún en pie, cuando Amleto Battisti, tras sobornar a los funcionarios cubanos, se hizo con su propiedad en 1939. Desde entonces las rivalidades, las pugnas por el poder y la diversión fueron el guión que duró hasta la Nochevieja de 1959.
Hay en La Habana un mapa de edificios testigos de dos décadas de desenfreno. Algunos lugares, como el cabaret Tropicana, siguen funcionando con total normalidad. Otros, como el teatro Sanghái o el hipódromo, han desaparecido, pero nos queda su historia, recogida en los libros El imperio de la Habana y La vida Secreta de Mayer Lansky en La Habana, ambos del cubano Enrique Cirules. También se ha ocupado del tema T.J English con su volumen Nocturno de La Habana. Ambos autores son las mejores referencias para adentrarse en una colección de historias que rozan el mito.
La mafia y el Malecón
El Malecón de La Habana también debe su aspecto al capital proveniente de la mafia norteamericana. Si el hotel Riviera fue el más moderno de su tiempo se debió a las ínfulas de su promotor, Meyer Lansky. Los hoteles Capri, Habana Libre o Plaza, donde el propio Lansky cenó con su amante el día que triunfó la Revolución castrista, contribuyen a alimentar fantasías que no acabaron por cumplirse: el megaproyecto de construir otra ráfaga de hoteles y casinos explotó cuando llegó a La Habana la noticia de que en Santa Clara el Che Guevara había dado la última estocada al régimen de Batista.
El dinero, los visitantes, el juego y las visitas exprés desde Estados Unidos aumentaron en los últimos coletazos de los años cincuenta. Es en ese período cuando más dinero se movía, cuando más se construía, cuando a los crupieres se les eximía de pagar impuestos porque eran considerados técnicos y cuando los barbudos peleaban en el oriente del país. A veces, la realidad y la imaginación van de la mano.
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